"El espect¨¢culo de una indisciplina, de una actitud irrespetuosa, es francamente bochornoso" .
El discurso del Rey don Juan Carlos se bas¨®, fundamentalmente, en un examen de las virtudes militares y, en concreto, de la disciplina, que ha de ser, dijo, ciega y consciente. Don Juan Carlos aludi¨® a las nuevas Reales Ordenanzas Militares y felicit¨® expresamente al teniente general Guti¨¦rrez Mellado por la labor desarrollada ?con la colaboraci¨®n decidida del Gobierno, al que constitucionalmente corresponde dirigir la administraci¨®n civil y militar del Estado?.
El texto integro del discurso del Rey de Espa?a es el siguiente:?Queridos compa?eros:
Un a?o m¨¢s, la celebraci¨®n de la Pascual militar me proporciona esta oportunidad -que tanto me satisface- de reunirme con las representaciones de las Fuerzas Armadas y con las de Orden P¨²blico.
Es esta la ocasi¨®n tradicional de expresar mi felicitaci¨®n a todos sus componentes y desearos las mayores venturas.
Hoy, sin embargo, acontecimientos recientes, que han llevado el luto a la gran familia militar y a las familias de compa?eros nuestros muy queridos, son causa de que resulte extempor¨¢neo felicitar a quienes sienten en estos momentos, en lo m¨¢s hondo de su alma, el dolor, el pesar y la indignaci¨®n por los viles atentados sufridos.
Pero si dirigimos la vista al a?o que acaba de terminar, la felicitaci¨®n, que ahora omito con motivo de la Pascua militar, habr¨ªa de dirigirse de forma muy cordial a vuestra actitud ante el delicado proceso pol¨ªtico que era necesario realizar y al que hab¨¦is prestado una colaboraci¨®n decidida, con vuestra comprensi¨®n, con vuestro patriotismo y vuestro sacrificio.
Un militar, un Ej¨¦rcito que ha perdido la disciplina no puede salvarse
Yo os aseguro que comprendo muy bien los sentimientos que os animan. Y me doy perfecta cuenta de que, si no pueden ser siempre coincidentes, son para m¨ª respetables en todos los casos.
Las circunstancias de cada uno, sus personales ideas, las vicisitudes atravesadas y los tiempos vividos por cada generaci¨®n han de suponer una variedad enriquecedora de la experiencia que, adem¨¢s, proporciona mayor m¨¦rito a la unidad de las Fuerzas Armadas como instituci¨®n b¨¢sica de la vida nacional, pues los diversos pensamientos de quienes las integran, se funden y condensan en el pensamiento supremo del amor a Espa?a.
De la misma manera que a todos os comprendo, mi vehemente deseo se cifra en que vosotros sep¨¢is tambi¨¦n comprender mis sentimientos o que, a¨²n sin llegar a estar completamente al tanto de ellos o a encontrar siempre la explicaci¨®n que desear¨ªais, teng¨¢is una fe profunda en que uno de mis desvelos constantes -dentro de los deberes que para m¨ª supone el servicio a Espa?a- es el de pensar con el mayor cari?o en las Fuerzas Armadas, que tienen a su cargo velar por la defensa y la seguridad de la Patria y a las que me siento s¨®lidamente vinculado en todos los sentidos.
Sabed tambi¨¦n que, como Rey de todos los espa?oles, he de estar por encima de opciones concretas, de tensiones pasajeras y de parciales opiniones, porque mi misi¨®n presenta el car¨¢cter de generalidad que supone el servicio al pueblo espa?ol en su conjunto.
De la misma manera, como jefe supremo de las Fuerzas Armadas, mi deseo es que todos sirv¨¢is a ese pueblo con el supremo objetivo de lograr la seguridad de la Patria, encerrando tambi¨¦n en lo m¨¢s. ¨ªntimo de vuestros corazones los sentimientos y las opiniones pol¨ªticas personales, poniendo todo vuestro entusiasmo y vuestra fe en vuestros superiores y en Espa?a.
La fe en el mando es una de las bases fundamentales de la disciplina, indispensable en la vida militar.
Es preciso que cada uno obedezca, sin dudarlo, las ¨®rdenes de su superior, porque debe tener siempre fe al pensar que el que manda ostenta las condiciones necesarias para hacerlo y que, cuanto m¨¢s arriba se est¨¢ en la escala de la milicia, m¨¢s amplio es ¨¦l panorama que se contempla y m¨¢s fundado el conocimiento de los hechos o de las circunstancias que motivan la orden.
Igual que en la guerra, el ejecutante que act¨²a en escalones inferiores y que no ve m¨¢s que una parte de la batalla, de las operaciones o, de la situaci¨®n, no comprende quiz¨¢ una orden y la juzga con severidad, tambi¨¦n en la paz, una visi¨®n parcial y limitada puede inducir a una cr¨ªtica injusta y err¨®nea sobre una actitud, una decisi¨®n o una manera de proceder.
En uno u otro caso el inferior debe obedecer, puesto que no tiene los elementos dejuicio que posee el jefe supremo. Y si ¨¦ste se equivoca, tengamos presente que los peligros de la indisciplina son mayores que los del error. Un error se puede corregir. Un militar, un Ej¨¦rcito que ha perdido la disciplina, no puede salvarse. Ya no es un militar, ya no, es un Ej¨¦rcito.
El espect¨¢culo de una indisciplina, de una actitud irrespetuosa originada por exaltaciones moment¨¢neas en que los nervios se desatan con olvido de la serenidad necesaria en todo militar es francamente bochornoso.
Por eso la disciplina, coordinada con la fe, ha de ser ciega y consciente a la vez, y debe obedecerse con el convencimiento de que precisamente en esa obediencia, aunque encierre sacrificios y suscite dudas, est¨¢ la esencia de la milicia y la eficacia de las Fuerzas Armadas.
Menguada disciplina ser¨¢ la que para mantenerse exija explicaciones o permita objeciones basadas en conocimientos fragmentarios, en apreciaciones subjetivas o en personales interpretaciones.
Fe y disciplina que estoy seguro comprend¨¦is muy bien quienes ahora me escuch¨¢is y cuantos militares permanecen en sus puestos, fieles al cumplimiento deI deber en las filas de las Fuerzas Armadas.
En la disciplina que nos obliga a todos por igual se fundamenta la cohesi¨®n de los esfuerzos individuales y la eficacia en las acciones colectivas. Por eso el h¨¢bito de la disciplina requiere esa actitud de obediencia al que manda, de acatamiento a la ley y de adhesi¨®n personal a unos valores superiores.
Las FOP merecen nuestro respeto y nuestra inicondicional protecci¨®n
Esa es la raz¨®n de que os exhorte una vez m¨¢s al mantenimientoy conservaci¨®n de esas virtudes militares que son permanentes y no se pasan de moda, que no pueden ser susceptibles de adaptaci¨®n a nuevos conceptos ni transformarse por el transcurso de los a?os.
Muchas cosas pueden cambiar en la organizaci¨®n de las Fuerzas Armadas. Muchas tambi¨¦n exigen adaptaciones y actualizaciones. Pero las necesarias reformas habr¨¢n de girar siempre en torno de esos principios, de esas virtudes y de esos conceptos que permanecen inmutables.
Conceptos, virtudes y principios que siguen constituyendo el alma viva de las nuevas Reales Ordenanzas Militares, recientemente promulgadas, y que continuar¨¢n siendo el c¨®digo moral inspirador de cuantos formamos parte de los Ej¨¦rcitos.
El nuevo texto, que junto al tradicional esp¨ªritu militar espa?ol recoge las aportaciones derivadas del proceso evolutivo en la estructura de la sociedad, viene a ser el marco que define las obligaciones y derechos del militar.
Deb¨¦is, por tanto, tener la confianza de que ateni¨¦ndoos a las Reales Ordenanzas, e interpret¨¢ndolas con arreglo a las ideas tradicionales que he expresado, y que estoy seguro llev¨¢is todos profundamente grabadas, incorporar¨¦is a vuestro modo de ser cuantas cualidades son necesarias para el cumplimiento responsable de vuestra misi¨®n.
Con este esp¨ªritu afirmo mi confianza en que las nuevas Reales Ordenanzas han de servir al fin pr opuesto, pues sabr¨¦is cumplirlas con el mismo entusiasmo con que los militares espa?oles observaron puntualmente las dictadas por mis predecesores. Y espero que sirvan de orgullo a las generaciones venideras en igual medida que aqu¨¦llas nos enorgullecieron a nosotros.
A esta caracter¨ªstica tan especial que supone las cl¨¢sicas virtudes militares en las Reales Ordenanzas recogidas como consecuencia de una tradici¨®n secular es preciso tambi¨¦n prestar una destacada atenci¨®n para juzgar a las Fuerzas Armadas y para coordinar acertadamente las relaciones entre ellas y el resto de la naci¨®n.
Los militares proceden del pueblo y en el pueblo y con el pueblo se integran para la defensa de la patria. Pero por su vocaci¨®n acendrada, por la espec¨ªfica dedicaci¨®n a su servicio, por la entrega a su profesi¨®n, no se les juzgue jam¨¢s desde el punto de vista de sus conocimientos o de su preparaci¨®n para otras actividades ajenas a aqu¨¦lla. Es evidente que el valor moral -complementario del valor f¨ªsico- se adquiere en tiempo de paz mediante la meditaci¨®n, el estudio, el perfeccionamiento de la cultura. Y que puede no tratarse de una cultura exclusivamente militar, pues muchos militares ilustres se han destacado en las m¨¢s variadas disciplinas.
Pero no olvide nadie que lo m¨¢s importante es la preparaci¨®n para la carrera que han elegido, el esp¨ªritu que les anima, las cl¨¢sicas virtudes que les adornan, su eficacia cuando la m¨¢quina de que forman parte se pone en movimiento y las circunstancias pueden llegar a exigir del militar el m¨¢ximo de los sacrificios: el sacrificio de la vida que, al jurar la bandera, ha prometido ofrecer a la patria.
Hab¨¦is prestado vuestra colaboraci¨®n en un proceso pol¨ªtico que era necesario
Para la evoluci¨®n pol¨ªtica que en ,Espa?a era necesario realizar, el papel de las Fuerzas Armadas encerraba y encierra una trascendencia fundamental. Porque los Ej¨¦rcitos no s¨®lo son ¨²tiles cuando act¨²an, sino tambi¨¦n cuando saben contemplar serenamente ajenas actuaciones.
Y precisamente porque muchas veces esto no es f¨¢cil, porque existen en los Ej¨¦rcitos principios y sentimientos singulares; porque la capacidad de asimilaci¨®n puede ser m¨¢s o menos limitada y no siempre es sencillo desprenderse del pasado, resulta a¨²n m¨¢s admirable el comportamiento ejemplar del conjunto de las Fuerzas Armadas, a las que por ello reitero ahora, sin excepci¨®n ninguna, el agradecimiento de vuestro Rey.
Con la fe a que antes me refer¨ªa, tened la seguridad de que la evoluci¨®n es precisa, pero que tambi¨¦n es precisa la conservaci¨®n de unos principios inalterables que tenemos todos la obligaci¨®n de respetar y defender.
Si vosotros sab¨¦is comprender, tambi¨¦n los dem¨¢s deben comprenderos.
A trav¨¦s de los tiempos, las relaciones de los Ej¨¦rcitos con el resto del pa¨ªs sufren alternativas y est¨¢n sometidas a distintos matices.
Los aspectos eternos de la grandeza y de la servidumbre militar pueden pasar por vicisitudes temporales.
Hay una frase de Alfredo de Vigny, te?ida de amargura, como tantas de este autor, pero que encierra a veces un triste fondo de verdad:
?El Ej¨¦rcito -dice- es una raza de hombres siempre desde?ada o glorificada con exageraci¨®n, de acuerdo con la medida en que las naciones la encuentran ¨²til y necesaria.?
Yo estoy seguro de que la definici¨®n de Alfredo de Vigny no tendr¨¢ aplicaci¨®n exacta en nuestro tiempo ni podr¨¢ justificarse en nuestro pa¨ªs.
Y tengo confianza en que con una normalidad equidistante entre extremas exageraciones perjudiciales, todos los espa?oles, todas las instituciones del Estado, dedicar¨¢n, ahora y siempre, a las Fuerzas Armadas el respeto que merecen; no dudo que los ciudadanos ver¨¢n en ellas su defensa y la defensa de la paz; espero que todos nos esforzaremos en proporcionarles los medios que las modernicen y las mantengan eficaces.
Todas las fuerzas del pa¨ªs habr¨¢n de conjugarse para extirpar el terrorismo
Con esta comprensi¨®n y este apoyo ser¨¢ necesario continuar la labor de reorganizaci¨®n militar en la que tanto se ha avanzado, seg¨²n acaba de expresarnos el vicepresidente primero del Gobierno y ministro de Defensa. No era f¨¢cil la tarea de refundir en uno s¨®lo las misiones antes encomendadas a tres departamentos ministeriales, y por ello felicito al teniente general Guti¨¦rrez Mellado que, con la colaboraci¨®n decidida del Gobierno -al que constitucionalmente corresponde dirigir la Administraci¨®n Civil y Militar del Estado- y con el apoyo de las Cortes, tanto ha trabajado para conseguir aquel objetivo.
Pienso que es preciso llevar a cabo todas las innovaciones que sean imprescindibles para adaptarse a los nuevos tiempos, a las nuevas circunstancias, a las necesidades nuevas. Pero sin prisa, sin excesos ni precipitaciones, con et¨¢nimo de eludir cuantos perjuicios sea posible. Y sin abordar m¨¢s reformas que las oportunas.
Sobre estas bases, las Fuerzas Armadas obtendr¨¢n el apoyo que en todos los ¨®rdenes requieren, y se conservar¨¢ robustecida la fuerza moral que constituye la mejorarma de los ej¨¦rcitos.
Ese mismo apoyo necesitan tambi¨¦n las fuerzas de orden p¨²blico, aqu¨ª representadas, y a las que quiero dedicar un recuerdo muy especial en esta fecha.
No podemos olvidar las vidas de agentes de esas fuerzas inmoladas en el cumplimiento de su deber; no olvidemos tampoco sus sacrificios,
(Pasa a la p¨¢gina 12)
"El espect¨¢culo de una indisciplina, de una actitud irrespetuosa, es francamente bochornoso"
(Viene de p¨¢gina 11)su abnegaci¨®n, el dolor de sus deudos.
Tambi¨¦n estos hombres que defienden el orden contra la violencia, que protegen a los ciudadanos y han de vivir y actuar a veces en muy dif¨ªciles ambientes, merecen nuestro respeto y nuestra incondicional protecci¨®n.
Los militares conocemos muy bien la importancia de defender siempre a las fuerzas que uno tiene a sus ¨®rdenes, de inspirarles confianza, de fortalecer su esp¨ªritu, de hacerse solidario de su actuaci¨®n con el gesto gallardo de saber asumir las responsabilidades de aqu¨¦llas derivadas y no descargarlas, como disculpa, en el inferior, sin perjuicio de exigirles con serenidad y con templanza cuando sea justo hacerlo.
Pensemos, asimismo, en la uni¨®n estrecha entre las Fuerzas Armadas y las de orden p¨²blico, moralmente tan vinculadas a trav¨¦s de sus mandos, de su formaci¨®n y de su esp¨ªritu, y que en tristes momentos muy pr¨®ximos han fundido simb¨®licamente esta identidad con la sangre de sus miembros, v¨ªctimas de cobardes acciones terroristas.
El dolor es profundo y un¨¢nime. Pero tambi¨¦n lo es nuestra decisi¨®n.
El terrorismo no puede prevalecer sobre los deseos de un pueblo entero
Porque no puede haber alternativa: de ninguna manera el terrorismo de unos pocos puede prevalecer sobre los deseos de paz y libertad de un pueblo entero.
La afirmaci¨®n tiene, pues, que ser rotunda y todas las fuerzas del pa¨ªs habr¨¢n d e conjugarse para conseguir extirpar el mal que ahora pretende atentar contra el proceso democr¨¢tico realizado por los espa?oles.
Tambi¨¦n en este aspecto s¨¦ muy bien lo que pens¨¢is y pod¨¦is suponer cu¨¢les son mis pensamientos.
He hablado al principio de serenidad. Pero la serenidad no es por s¨ª misma un remedio, sino simplemente la disposici¨®n del ¨¢nimo que nos permita encontrar soluciones, tomar medidas y poner t¨¦rmino a situaciones intolerables de inquietud y violencia, continuando con toda intensidad y rigor el camino emprendido.
Quiera Dios que el a?o que empieza, al completarse los importantes pasos que ya se han dado en nuestro ordenamiento pol¨ªtico, as¨ª como en la reorganizaci¨®n de las Fuerzas Armadas y de las de orden p¨²blico, actuando con la energ¨ªa precisa para mantener la democracia, que precisamente en el orden tiene su m¨¢s firme apoyo, podamos mirar al futuro con confianza, con esa fe que a todos os pido, para que logremos la paz y la concordia de los espa?oles.
Esa paz y esa concordia que hoy deseo para vuestros hogares, al conmemorar la Pascua militar, en la que de coraz¨®n estoy tan cerca de vosotros.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Discursos Reales
- Opini¨®n
- Manuel Guti¨¦rrez Mellado
- Juan Carlos I
- Actos oficiales
- Actos p¨²blicos
- Fiestas nacionales
- Actos militares
- Casa Real
- Monarqu¨ªa
- Incidentes
- Administraci¨®n militar
- Fuerzas armadas
- Fiestas
- Gobierno
- Eventos
- Administraci¨®n Estado
- Legislaci¨®n
- Administraci¨®n p¨²blica
- Defensa
- Sucesos
- Pol¨ªtica
- Justicia
- Sociedad