La vuelta de los arbitristas
Inspector Financiero y Tributario
Por lo que toca a la libertad de ense?anza y a las opciones que corresponden a los padres, ya vimos c¨®mo ¨¦stas dependen, en gran parte, de obst¨¢culos econ¨®micos que no todas las familias sufren en el mismo grado. Igualmente, es f¨¢cil que en determinadas ¨¢reas geogr¨¢ficas (zonas rurales) las posibilidades de elecci¨®n ni siquiera existan. Por otro lado, ?qu¨¦ ocurrir¨¢ si la demanda de plazas excede a la oferta de las mismas en un determinado centro escolar? ?C¨®mo van a establecerse las preferencias para entrar? Satisfacer a todos los que, en principio, han elegido un determinado centro puede no ser posible y no es balad¨ª conocer los criterios de selecci¨®n. Pi¨¦nsese que si en el mejor de los casos se emplean baremos basados en resultados acad¨¦micos o tests de inteligencia, ¨¦stos seguramente vendr¨¢n influidos por el origen socioecon¨®mico de los alumnos, dada la correlaci¨®n que suele existir entre clase social y coeficiente de inteligencia.Otro problema que se relaciona con el que acaba de tratarse es si se va a permitir a todos los centros, privados y p¨²blicos, que limiten a su arbitrio el n¨²mero de alumnos a admitir en cada curso: si s¨®lo se permitiese a los privados, la calidad de la ense?anza podr¨ªa resentirse en los p¨²blicos, lo que podr¨ªa llegar a desprestigiarlos y, presumiblemente, los clientes potenciales acabar¨ªan por retirarles su favor; el distanciamiento en la calidad de los centros p¨²blicos con respecto a los privados podr¨ªa aumentar progresivamente. Y si se permitiese a todos, privados y p¨²blicos por igual, ?qu¨¦ iba a ser de aquellos alumnos de lento-aprendizaje y a los que muchos centros rechazar¨ªan como ¨²nica forma de mejorar los resultados de los m¨¢s despiertos y as¨ª seguir siendo demandados?
En este resbaladizo tema de las posibilidades de opci¨®n de los padres, H. Levin, uno de los cr¨ªticos de la propuesta de Friedman, ha ido m¨¢s lejos. Levin afirma que la posibilidad de elecci¨®n vendr¨¢ mediatizada por la posici¨®n que los padres ocupan en la estructura social y, sobre todo, productiva. Por decirlo en dos palabras: muchos padres elegir¨¢n la escuela que, en su opini¨®n, maximizar¨¢ las probabilidades de ¨¦xito de sus hijos en el contexto de la propia experiencia de los padres. Es decir, un obrero industrial, por ejemplo, valorar¨¢, normalmente, resultados y h¨¢bitos a adquirir (puntualidad, disciplina ... ) distintos, digamos, de los que valorar¨ªan un ejecutivo o un profesional liberal (imaginaci¨®n, capacidad de decisi¨®n ... ) y ambos obrar¨¢n en consecuencia eligiendo tipos distintos de escuela para sus hijos. La libertad de elecci¨®n viene as¨ª condicionada por los roles productivo y social de los padres.
No se olvide, en otro orden de cosas, que la posibilidad de una elecci¨®n satisfactoria por parte de los padres depender¨¢ en gran medida de la transparencia del mercado de los ?productos? educativos. De introducir, pues, un sistema de estas caracter¨ªsticas, habr¨ªa que reglamentar estrictamente y desde luego controlar la publicidad de los distintos centros, en t¨¦rminos de su veracidad al informar tanto de lo que ofrecen desde el punto de vista educativo como de los correspondientes precios. En forma similar, el Estado habr¨ªa de proveer a los padres al t¨¦rmino de cada curso escolar de los medios de interpretar y comparar adecuadamente los resultados educativos de los distintos centros, para que puedan disponer de una. aut¨¦ntica gu¨ªa orientadora de sus futuras opciones. Sin todo esto, apenas podr¨¢ hablarse de una verdadera y satisfactoria elecci¨®n por parte de los padres. Pero el proyecto no se para en barras y ni siquiera alude a estos extremos: a todas luces los considera minucias.
En realidad, si de elecci¨®n se trata, no puede olvidarse que muchas de las condiciones que permiten actuar con ¨¦xito en un mercado (que permiten de verdad elegir), tales como un cierto nivel de renta, educaci¨®n, acceso al cr¨¦dito y movilidad geogr¨¢fica son cosas de que disponen amplios sectores de la clase media, pero no son tan habituales en las familias de baja renta. Y si eso es verdad para muchas clases de bienes privados, ?no habr¨¢ que andar con pies de plomo para aplicar este esquema a los servicios educativos?
Como puede verse, del dicho del proyecto a los posibles hechos va un trecho muy largo. En suma, que los bonos de UCD y la libertad de elecci¨®n para todos no son sin¨®nimos. Ni much¨ªsimo menos.
No todo bono es bueno
No terminan aqu¨ª las cr¨ªticas que un esc¨¦ptico contumaz podr¨ªa hacer a un sistema de bonos, tanto en su versi¨®n friedmaniana como en la contenida en el proyecto, Se ofrecen algunas a rengl¨®n seguido.
1. En lo que respecta a las mayores posibilidades de opci¨®n que se brinda a las familias, y en el caso muy com¨²n de existencia de regulaciones acad¨¦micas m¨ªnimas o muy similares para la admisi¨®n en la mayor¨ªa de los centros, ?es plausible pensar en grandes variaciones en la orientaci¨®n y calidad de la ense?anza? ?No ocurrir¨¢, como apunta R. Perlman, que las diferencias se reducir¨¢n a planteamientos diversos en los terrenos social, pol¨ªtico y religioso? En tal caso, puede que m¨¢s que una enriquecedora diversidad se est¨¦ fomentando la divisi¨®n y compartimentaci¨®n sociales.
2. ?No cabr¨ªa, de otra parte, favorecer ese mayor deseo de aumentar la capacidad de elecci¨®n de los padres dentro del propio sector educativo p¨²blico, como sugiere Ch. S. Benson? Si se piensa, adem¨¢s, que una de las probables razones por las que muchos padres espa?oles prefieren enviar a sus hijos a escuelas no p¨²blicas radica, aparte de la relativa escasez de escuelas p¨²blicas en algunas ¨¢reas, en el hecho de que suele asoci¨¢rselas a una ense?anza de baja calidad, ?no se ampliar¨ªan tambi¨¦n las posibilidades de elecci¨®n de los padres si en vez de dedicar masivamente recursos financieros al sector privado se encauzaran ¨¦stos a mejorar el sector p¨²blico?
3. Por otro lado, si se ponen l¨ªmites de alg¨²n orden para paliar el aumento de la estratificaci¨®n social, por ejemplo la prohibici¨®n de adicionar fondos privados al valor de los bonos o de limitar el uso de ¨¦stos a aquellas escuelas que no cobraran un precio superior a dicho valor, ?no se tambalear¨ªa uno de los grandes atractivos del sistema, al menos en su versi¨®n original: el incremento de los recursos financieros totales dedicados a educaci¨®n?
4. ?Y qu¨¦ decir de las deseconom¨ªas que podr¨ªan tener lugar como consecuencia de la proliferaci¨®n de peque?as escuelas que, eventualmente, se crear¨ªan al amparo del sistema?
5. Pero no acaba aqu¨ª la cosa. Al establecer el proyecto que los centros privados acogidos a las ayudas a la gratuidad no funcionar¨¢n bajo ¨¢nimo de lucro, ?quiere decirse que no va a admitirse la posibilidad de que algunos centros obtengan beneficios? Si la organizaci¨®n eficiente de un centro los hace posibles, ?cu¨¢l ser¨¢ el destino de ese excedente? ?O se multar¨¢ a los centros que est¨¦n en esa situaci¨®n? Y si, por razones distintas de la mala administraci¨®n econ¨®mica o la falta de aceptaci¨®n por el p¨²blico, los costes de un centro son superiores a las cantidades recibidas v¨ªa bonos m¨¢s partidas ?extra?, ?habr¨¢ de desaparecer el centro? En su af¨¢n por impedir lo que podr¨ªa denominarse las actitudes fr¨ªvolas para entrar y salir del sector educativo, el proyecto establece, es cierto, una serie de cautelas; aunque ¨¦stas -valgan verdades- se pasan de rosca (art¨ªculos 6.4 y 12). Pero no tener el prop¨®sito ¨²nico de obtener beneficios es una cosa y estar dispuesto a perder dinero es muy otra. Muchos centros podr¨¢n encontrarse bien pronto, literalmente, en la cuerda floja.
6. No son menores los problemas que podr¨¢n plantearse a los centros p¨²blicos. Si no se ven lo suficientemente concurridos por algunos (porque no son elegidos por sus padres) podr¨¢n darse situaciones que entra?en un cierto grado de ineficiencia econ¨®mica: bajo ¨ªndice de utilizaci¨®n de las instalaciones, semiinactividad de los ense?antes... Y, por cierto, ?repercutir¨ªa una situaci¨®n de esta ¨ªndole en las remuneraciones de dichos ense?antes si cada centro no va a disponer de m¨¢s ingresos que los constituidos por nuestros conocidos sumandos (importe de los bonos m¨¢s las cantidades autorizadas)? Ello podr¨ªa llegar a lesionar sus actuales derechos econ¨®micos como funcionarios p¨²blicos, aunque siempre queda el recurso de modificar las disposiciones correspondientes. Falta por saber, no obstante, como ya se apunt¨®, si las escuelas p¨²blicas estar¨¢n siquiera autorizadas para el cobro de las cantidades adicionales de marras. En puridad, ni siquiera est¨¢ claro en el proyecto que las escuelas p¨²blicas vayan a alterar su funcionamiento actual en lo que respecta a su financiaci¨®n. Y es que los puntos oscuros del proyecto son legi¨®n como ya se habr¨¢ percatado el lector a estas alturas.
Coda
Una observaci¨®n final. Para estimar las cantidades de fondos p¨²blicos adicionales que ser¨¢n necesarias para poner en marcha el proyecto, sus redactores, seg¨²n parece, han hecho los c¨¢lculos en base a la actual distribuci¨®n de los alumnos entre los sectores p¨²blico y privado. Tal vez porque tienen la idea de que en el futuro dicha distribuci¨®n se mantendr¨¢ en los t¨¦rminos presentes. Pero no hay ninguna garant¨ªa de que as¨ª vaya a ocurrir. Ni, en rigor, se puede saber nada hasta que la elecci¨®n, por parte de las familias, de unos u otros centros haya tenido lugar en el nuevo marco representado por los bonos. As¨ª, que, de resultar cierto tan alegre como infundada previsi¨®n, ?qu¨¦ pasar¨ªa si, pongamos por caso, como resultado de la implantaci¨®n del sistema y sus reiteradamente predicadas virtudes para favorecer las posibilidades de opci¨®n familiares, se altera sustancialmente la distribuci¨®n de los alumnos en el sentido, por ejemplo, de optar muchos m¨¢s padres (alumnos) que hasta el presente, por un sector educativo distinto del que ahora frecuentan?
Si el sector privado resulta ser el m¨¢s demandado en este trasvase, no s¨®lo habr¨ªa de ampliarse notablemente y a toda prisa, sino que adem¨¢s har¨ªa falta movilizar notables cantidades de fondos p¨²blicos adicionales.
Am¨¦n de que esta situaci¨®n se reflejar¨¢ en la ya mentada infrautilizaci¨®n de un sector educativo p¨²blico que, mientras tanto, contin¨²a ampli¨¢ndose en la actualidad, tal vez para ser declarado en parte obsoleto dentro de un par de a?os. Pero tambi¨¦n podr¨ªa ocurrir que fuera el sector p¨²blico el que se viera beneficiado por una mayor demanda. En ese caso habr¨ªa que improvisar instalaciones que conllevar¨ªan nuevas y urgentes asignaciones de fondos. Y habr¨ªa que recordar que ¨¦stos no son ilimitados ni movilizables de la noche a la ma?ana. As¨ª las cosas, les tocar¨ªa -en esta segunda hip¨®tesis- a muchos centros privados actualmente en funcionamiento el turno de echar el cierre.
Algunos pusil¨¢nimes podr¨ªan llegar a insinuar que estas peque?as faltas de previsi¨®n convierten al proyecto en algo completamente descabellado. O que los cautos experimentos llevados a cabo en otras latitudes se orientan, precisamente, a evitar este g¨¦nero de indeseables resultados. Pero estos apocados no conf¨ªan en los valores de la raza ni perciben que aqu¨ª somos otra gente, como dec¨ªa el poeta.
S¨®lo faltar¨ªa que el curso siguiente al del inicio del sistema un buen n¨²mero de familias que hayan conseguido sobrevivir al marem¨¢gnum de improvisaciones, carreras e incertidumbres que tal vez hayan atravesado muchos de sus reto?os, decidan, decepcionadas de su primera opci¨®n, probar fortuna en el otro sector educativo. El batiburrillo consiguiente ser¨ªa de los que hacen ¨¦poca. Con una cosa as¨ª, nuestra notoriedad en el concierto de las naciones acabar¨ªa -?ay! - de consolidarse.
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