Obispos conservadores y progresistas frente a frente
Aun aceptando de antemano los peligros de la clasificaci¨®n, sobre todo cuando se trata de materias relacionadas con el esp¨ªritu, no hay m¨¢s remedio que se?alar que en la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, van a convivir -y sin duda a polemizar- dos tendencias no antag¨®nicas, pero s¨ª sensiblemente distanciadas: la Iglesia conservadora y la Iglesia progresista. De los resultados finales de la reuni¨®n (a la que asisten doscientos obispos y otros tantos religiosos), que ser¨¢n conocidos en forma de documento colectivo, podr¨¢ saberse en cu¨¢l de las dos posiciones se integra mayoritariamente la Iglesia latinoamericana. Hasta 1968, fecha en que se celebr¨® en Medell¨ªn (Colombia), la II Conferencia General, tambi¨¦n con la presencia de un Papa, Pablo VI, no se oficializaron, por as¨ª decirlo, las discrepancias existentes en el seno de la Iglesia continental. En Medell¨ªn afloraron los planteamientos que ya hab¨ªan sido asumidos antes por religiosos y sacerdotes en sus pa¨ªses respectivos, muchos de ellos sacudidos por la influencia revolucionaria llegada desde la Cuba de Castro. En la d¨¦cada de los 60, en efecto, y de forma paralela a los movimientos de liberaci¨®n que proliferaron en numerosos pa¨ªses latinoamericanos, la Iglesia sufri¨® un cambio radical. El tradicional monolit¨ªsmo de los obispos al lado del poder se rompi¨® y fueron muchos los sacerdotes, religiosos y prelados que se enfrentaron abiertamente a los ricos, a los opresores, a los dictadores. En esa ¨¦poca surgieron los primeros curas guerrilleros y tambi¨¦n se produjeron las primeras v¨ªctimas del agrio enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado en muchos pa¨ªses. La Conferencia de Medell¨ªn recogi¨® fielmente este esp¨ªritu, no sin fuertes tensiones. El poder de los obispos conservadores, decididos partidarios de que la Iglesia cat¨®lica dejara de lado cualquier consideraci¨®n temporal, no pudo vencer a la joven corriente de eclesi¨¢sticos que consideraban parte d¨¦ la tarea evangelizadora la denuncia de las injusticias sociales, la opresi¨®n de unos pocos sobre la mayor¨ªa, la conculcaci¨®n de las libertades b¨¢sicas y de los derechos humanos fundamentales.La historia se repite
En la preparaci¨®n de la III Conferencia General, nuevamente se han encontrado las dos tendencias. El fragor revolucionario de los sesenta se ha apagado ya, por supuesto, pero la mayor¨ªa de las situaciones que lo hicieron posible contin¨²an sin cambios. Cuando el cardenal Sebastiano Baggio convoc¨® en diciembre de 1976 la conferencia de Puebla, comenzaron a surgir, de uno y otro lado, las interpretaciones del ?esp¨ªritu de Medell¨ªn?, en un intento claro por capitalizar de antemano, en uno u otro sentido, las inevitables tendencias que marcar¨ªan el desarrollo de la III Conferencia General. Para unos, los planteamientos surgidos en Medell¨ªn hab¨ªan dado origen a, una distorsi¨®n de las tareas espec¨ªficas de la Iglesia en el continente y Puebla ser¨ªa el momento adecuado para rectificar los rumbos torcidos. Para otros, la Iglesia cat¨®lica de Latinoam¨¦rica hab¨ªa encontrado en la ciudad colombiana su aut¨¦ntico camino y la conferencia de M¨¦xico deb¨ªa confirmarlo y reafirmarlo.
La primera evidencia de la pugna que se avecinaba se materializ¨® en la decisi¨®n inicial de la Secretar¨ªa General del Consejo Episcopal Latinoamericano de no convocar a Puebla a los religiosos de continente. Para nadie es un secreto que los religiosos latinoamericanos (m¨¢s de 160.000) han sido los principales protagonistas del cambio de actitud de la Iglesia en Am¨¦rica Latina y que ellos han sido los creadores y m¨¢s fieles int¨¦rpretes de la ?teolog¨ªa de la liberaci¨®n?, sacramentada en Medell¨ªn Su inicial exclusi¨®n ten¨ªa, pues, un claro objetivo de marginar a aqu¨¦llos que de manera m¨¢s autorizadas pod¨ªan aportar sus experiencias pastorales y personales al lado de los pobres y de los oprimidos. Las voces que se alzaron contra la medida -del CELAM hicieron a ¨¦ste rectificar su decisi¨®n y, finalmente, los religiosos fueron convocados a, la III Conferencia General. La segunda pol¨¦mica surgi¨® con el ?documento b¨¢sico de consulta?, elaborado tambi¨¦n por la Secretar¨ªa General del CELAM en diciembre de 1977. Este documento representaba claramente, en opini¨®n de la mayor¨ªa de los analistas, el parecer y la orientaci¨®n de la tendencia m¨¢s conservadora de la Iglesia cat¨®lica latinoamericana. Su redacci¨®n se atribuy¨® b¨¢sicamente a monse?or Alfonso L¨®pez Trujillo, arzobispo coadjutor de Medell¨ªn, secretario general del CELAM, y uno de los ?conservadores inteligentes? con m¨¢s peso e influencia en la Curia pontificia. Las observaciones formuladas por obispos y religiosos a este documento inicial fueron muchas. La mayor¨ªa, adem¨¢s, trataba de conseguir que la conferencia de Puebla siguiera los mismos caminos que la de Medell¨ªn, en cuanto al compromiso, de la Iglesia cat¨®lica en los graves problemas sociales y pol¨ªticos del continente. El definitivo ?documento de trabajo?, elaborado a finales de agosto del a?o pasado y conocido p¨²blicamente algunas semanas despu¨¦s, recoge la mayor¨ªa de estas aportaciones.
Es importante observar c¨®mo el documento reconoce ahora que ?la misi¨®n de la Iglesia cat¨®lica se realizar¨¢ con hombres concretos, miembros de una sociedad que tiene sus valores, sus pautas culturales, sus estructuras sociales, econ¨®micas y pol¨ªticas?, con lo que se concede de antemano una cierta libertad interpretativa de la labor de la Iglesia cat¨®lica, de acuerdo con las circunstancias de cada pa¨ªs.
A pesar de que el documento se reserva ?el derecho de denunciar como falso y nocivo todo lo que contrar¨ªe la fe y la moral?, expresa claramente que no le corresponde a la Iglesia ?canonizar? cient¨ªficamente sobre circunstancias sociales o pol¨ªticas concretas. Sin embargo, hay anotaciones en el documento que parecen contrariar esa afirmaci¨®n.
?El orden pol¨ªtico se desmorona bajo el peso de la corrupci¨®n y la violencia?. ?Los modelos de desarrollo econ¨®mico que se aplican no han sido capaces de erradicar la miseria?. ?Dichos modelos llevan consigo un grave costo social que ha sido Injustamente cargado sobre los m¨¢s pobres.? ?Se cae con. frecuencia en el abuso de poder, propio de los estados de fuerza, violando los derechos fundamentales.? ?El hombre latinoamericano siente necesidad de participar en la libre opci¨®n pol¨ªtica y en la elecci¨®n de sus gobernantes.? ?Los campesinos e ind¨ªgenas son injustamente marginados y despose¨ªdos de sus tierras.? Frases como ¨¦stas proliferan en el ?documento de trabajo? que servir¨¢ de base a los asistentes a la conferencia de Puebla. Son las que alimentan las ilusiones de los sectores eclesi¨¢sticos sobre la consolidaci¨®n del ?esp¨ªritu de Medell¨ªn?, al mismo tiempo que preocupan a los estamentos m¨¢s conservadores de la sociedad latinoamericana, sabedora de la gran influencia de la Iglesia cat¨®lica en el mayor continente cat¨®lico del mundo. Preocupaci¨®n que qued¨® fielmente reflejada en la frase de un prelado mexicano, Sergio M¨¦ndez Arceo, conocido como el obispo rojo de Cuernavaca: ?Las conclusiones de la conferencia de Puebla no satisfar¨¢n a los Gobiernos dictatoriales.?
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