Por la abolici¨®n del desprecio
?Mandamos a los egipcianos, que andan vagando por nuestros Reynos y Se?or¨ªos, con sus mugeres, y hijos, que del d¨ªa que esta ley fuere notificada, y pregonada, en nuestra Corte, y en las Villas. Lugares y Civdades que son Cabezas de Partidos, fasta sesenta d¨ªas siguientes, cada uno dellos vivan por oficios conoscidos que mejor supieren aprovecharse, estando de estada en los Lugares donde acordasen assentar, ¨® tomar vivienda de Se?ores a quien sirvan, y los den lo que hobieren menester, y no anden m¨¢s juntos vagando por nuestros Reynos, como lo facen, ¨® dentro de otros sesent . a d¨ªas primeros siguientes salgan de nuestros Reynos, y no vuelvan a ellos en manera alguna; so pena que, si en ellos fueren hallados, ¨® tomados, sin oficios ¨® sin Se?ores juntos, pasados los dichos d¨ªas que den ¨¢ cada uno cien azotes por la primera vez, y los destierren perpetuamente destos Reynos; y por la segunda vez, que les corten las orejas, y est¨¦n sesenta d¨ªas en la cadena, y los tornen ¨¢ desterrar, como dicho es; y por la tercera vez, que sean captivos de los que los tomaren, por toda la vida ... ?Hace casi quinientos a?os, en el invierno crudo de Medina de? Campo, fue Firmada por los Reyes Cat¨®licos la pragm¨¢tica a la que pertenecen los anteriores p¨¢rrafos; en ellos, lo hemos visto, se condenaba a los gitanos vagabundos a la expulsi¨®n, los latigazos, el desorejamiento y la perpetua esclavitud. Desde entonces (1499) hasta la Firma de la pragm¨¢tica-sanci¨®n que en plena Ilustraci¨®n puso en vigor Carlos III, las disposiciones represivas cuyos dientes hac¨ªan presa en la comunidad gitana (en sus carnes, sus costumbres, su libertad e inclusive en su vida) contabilizan m¨¢s de un centenar, entre decretos del Consejo de Castilla, proposiciones de las Cortes, pragm¨¢ticas reales, leyes portuguesas y edictos diseminados por las esquinas de las ciudades de Arag¨®n, Navarra, Catalu?a, el reino de Valencia y el reino, de Granada. En el siglo XIX el gitan¨®logo ingl¨¦s George Borrow, a quien debemos dos importantes libros (La Biblia en Espa?a y Los zincali, traducidos los dos por Manuel Aza?,a), pod¨ªa escribir sin exageraci¨®n que ?quiza no hay un pa¨ªs-en que se hayan hecho m¨¢s leyes con la mira de extinguir y suprimir 1 el nombre, laraza y modo de vivir de los gitanos que viven en Espa?a?.
Leyes sanguinarias
Lo repito: tales leyes sobrepasan el centenar. Y muchas de ellas ser¨ªan tan sanguinarias que hacen pensar que la firmada por Isabel y por Fernando fue, en cierto modo, compasiva. En todo caso, no fue, ni con mucho, ni la m¨¢s terminante ni la m¨¢s inmisericorde. Cuando se escriba la historia de las impiedades cometidas por el poder en plena etapa de la cristiandad, tanto en
Espa?a como en la entera Europa, las tribus de gitanos, estos clanes a los que ya la turbulencia de la historia expuls¨® de la India hacia el siglo noveno de nuestra era, aparecer¨¢n una y otra vez como tozudas v¨ªctimas de un b¨¢rbaro cat¨¢logo de decisiones desalmadas. Gran cantidad de esas impiedades con los gitanos como destinatarios se cometieron en la Espa?a renacentista, en la Espa?a barroca y en la Espa?a ilustrada. El espacio de un art¨ªculo de peri¨®dico no consiente siquiera enumerar las veinte o treinta m¨¢s soberbias, m¨¢s racistas, m¨¢s escalofriantes. Resumir¨¦ diciendo que durante no menos de tres siglos la singularidad gitana ser¨ªa codificadamente cuestionada con una sa?a y una desmesura tan vastas que esa afanosa enemistad podr¨ªa servir como alt¨ªsimo ejemplo de c¨®mo el poder absolutista es precisamente en la singularidad y en la desobediencia donde se nutre de c¨®lera y de odio. No s¨¦ si alguna vez esta especie animal que llama mos humana (no conozco eufe mismo m¨¢s traidor a la moral del lenguaje ni al lenguaje de la moral) alcanzar¨¢ a merecer esa felicidad de ser, por fin, una especie que no ordene y que no obedezca, y que sepa vivir desde la inteligencia, la emoci¨®n y el respeto. Ello pudiera no ocurrir jam¨¢s. Pero, entre tanto, creo que es nuestro deber el cele brar todo suceso en que el despre cio y la desconfianza le dejen paso a la raz¨®n.
Angustias sociales y civiles Uno de esos sucesos es reciente, y nuestra celebraci¨®n debe ser pun tual. El d¨ªa 11 de este mes, en el Consejo de Ministros se torn¨® la resoluci¨®n de crear una Comisi¨®n Interministerial que estar¨¢ dedica da al estudio de la problern¨¢tica gitana y, confiemos, a la b¨²squeda de soluciones de sus inuchas y ya antiguas angustias sociales y, civiles. Si esa comisi¨®n resultase incapaz o so?olienta, tiempo habr¨¢ de decirlo; medio mill¨®n de gitanos espa?oles, muy pobres en su inmensa mayor¨ªa, estar¨¢n ya desde ahora mismo pendientes de que tal comisi¨®n les trate con la justicia que merecen su angustia y su pobreza. Mas si los resultados de los trabajos de esa comisi¨®n se aproximasen siquiera al r¨¢pido y justo arbitraje de las muchas necesida des que la han hecho precisa., esta naciente democracia (esta agredida democracia que tan desesperadamente amamos la casi totalidad de los preocupados habitantes de Espa?a) no s¨®lo habr¨¢ llevado hasta un Consejo de Ministros los problemas de los gitanos, por primera vez sin desd¨¦n, por primera vez con esa inmensa forma del amor que llamamos justicia, sino que habr¨¢ escrito una p¨¢gina me m¨®rable en la historia de la abolici¨®n del desprecio. Ministros y gitanos: ?enhorabuena a todos!
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