El Sp¨®rting perdi¨® un punto por falta de ambici¨®n.
El Sp¨®rting de Gij¨®n se llev¨® un positivo del Manzanares y le falt¨® ambici¨®n para conseguir los dos, que mereci¨® por juego. L¨ªder por una sola jornada, en su segundo paso por Madrid dej¨® dos impresiones: la de ser un equipo de calidad suficiente como para estar en la cabeza del discreto f¨²tbol espa?ol actual y la de un conservadurismo que nunca ha sido aliado de los verdaderos campeones. El cuadro asturiano jug¨® un magn¨ªfico primer tiempo, aplaudido incluso, con fases espl¨¦ndidas de juego al primer toque y de orden posicional -defendiendo, sobre todo, y atacando en bloque-, pero no apret¨® el acelerador del riesgo y del empuje. En la segunda parte, un Atl¨¦tico m¨¢s desordenado, cansado y parco ante el gol, sac¨® fuerzas de flaqueza, le igual¨® e incluso pudo ganarle en alguna de esas carambolas futbol¨ªsticas que se suelen dar. No hubiese sido justo, desde luego, y s¨ª, por ejemplo, que Mor¨¢n cabecease mejor en el minuto 75 el contraataque m¨¢s bonito de cuantos realiz¨® el equipo dirigido por Vicente Miera a lo largo del partido.Si el f¨²tbol fuese una ciencia exacta, que no lo es, y los dos partidos del mi¨¦rcoles y domingo jugados por el Atl¨¦tico sirviesen para decidir un orden de mejor a peor entre el Gij¨®n, ¨¦l mismo y el Madrid, no cabe duda que ser¨ªa el citado. Naturalmente, goles aparte. Si el Atl¨¦tico dio un recital de juego ante el Madrid y s¨®lo su premiosidad ante el gol -no Guruceta, aunque influyera algo- le elimin¨® de la Copa, el Sp¨®rting hizo casi otro tanto. Le falt¨® solamente imprimir m¨¢s ritmo a un partido que por calidad fue suyo. En realidad no quiso, porque no tuvo ambici¨®n. Se conform¨® con un empate y quiz¨¢ tendr¨¢ que arrepentirse de ello si sigue aspirando al m¨¢ximo, como parece que tiene capacidad. No puede olvidar que la Liga es un torneo de regularidad y precisamente se gana o se pierde a base de aprovechar las ocasiones propicias. Y un Sp¨®rting l¨ªder, con moral y el equipo al completo no encontrar¨¢ tan f¨¢cilmente, en la comparaci¨®n futura, enemigos de entidad, tipo Atl¨¦tico, tan disminuidos, impotentes y f¨¢ciles de derrotar a domicilio.
El Gij¨®n, con su cl¨¢sico 4-3-3, flexible hacia el 4-4-2, seg¨²n Quini subiese o bajase al ataque o a la defensa, fue mucho m¨¢s ofensivo que el prudente 4-4-2 rojiblanco. Szusza, tal vez pensando en el cansancio de sus hombres por el partido del mi¨¦rcoles -aunque seguimos sin entender c¨®mo unos profesionales no pueden resistir dos partidos en una semana, por muy largos que sean-, no sac¨® a Rubio hasta muy entrada la segunda parte,y cuando la afici¨®n lo ped¨ªa a coro. Aun as¨ª, pensaba que sustituyera a Leivinha, no a Leal, pero la lesi¨®n de ¨¦ste le oblig¨® a hacerlo. Por lo que se ve, el t¨¦cnico h¨²ngaro quiere tener siempre un centro de campo poblad¨ªsimo, porque no conf¨ªa en ¨¦l. Desde luego, si es por el juego desordenado que practica en casa, tiene raz¨®n. Una vez m¨¢s se demuestra que es mejor jugar fuera al contraataque, como le ocurri¨® los d¨ªas del Barcelona y del Madrid.
El domingo el juego atl¨¦tico fue otra vez de una pobreza incre¨ªble. S¨®lo dos o tres jugadas ligadas y un bonito cabezazo de Leivinha, enviado a c¨®rner por Rivero, es.bien pobre balance. Marcial, al que frenaba en primera instancia Quini y despu¨¦s_ Ciriaco, fue una sombra, incluidas las faltas, ¨²nico recurso final. Bermejo y Leal -que tan bien jug¨® contra el Madrid, aunque le sobrara individualismo y le faltara algo m¨¢s de precisi¨®n- fueron dos juguetes de Mesa y Joaqu¨ªn. El primero, desgarbado al estilio de Rub¨¦n Cano y de piernas delgad¨ªsimas, es un galgo de m¨¢s calidad cada d¨ªa. El segundo, de mayor corpulencia -una de las mete¨®ricas, in¨²tiles y absurdas llamadas de Kubala-, tiene una habilidad no habitual en hombres de su estatura. Anul¨® a un Leal renqueante desde el mi¨¦rcoles y que acab¨® otra vez lesionado en su lucha in¨²til. Bermejo, que se emparej¨® con ¨¦l a continuaci¨®n, sigui¨® tan oscuro como antes, mientras Ayala, m¨¢s retrasado a¨²n que al estar de falso extremo con Cundi de vigilante, tampoco pudo despu¨¦s con Mesa. La incorporaci¨®n de Rubio, pues, no solucion¨® nada, pues el Atl¨¦tico s¨®lo ech¨® coraje a su desorden, sacando fuerzas de donde no las ten¨ªa. Pereira, que jug¨® con muslera, como el mi¨¦rcoles, s¨®lo pudo ayudar t¨ªmidamente al ataque.
Bastante suerte tuvo el Atl¨¦tico de que el Gij¨®n no aprovechara m¨¢s el contraataque. Que el miedo fuera mutuo, vamos. De cualquier forma, si en la primera parte los c¨®rners directos de Ferrero y un cabezazo de Quini hablan sido los mayores peligros, una sola de la segunda, la m¨¢s importante, pudo ser clave. Quini se llev¨® un bal¨®n, adelant¨® a Ferrero, que salv¨® incluso a Pereira y su centro, magn¨ªfico, lo cabece¨® Mor¨¢n -tambi¨¦n estaba ya Quini en el ¨¢rea- demasiado alto, rozando el larguero. Faltaban diez minutos de partido y hubiese sido la puntilla, una puntilla que justamente al final a¨²n hubiera podido dar Ferrero si el ¨¢rbitro hubiese concedido la ley de la ventaja en lugar de pitar una falta, magn¨ªficamente lanzada, no obstante (y ?c¨®mo no!), por Mesa. Pero el d¨ªa no estaba para puntillas, eso qued¨® claro.
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