Tip y Coll
Lo que no se puede es escribir un art¨ªculo gracioso sobre dos graciosos, que es a lo que tiende la gente del oficio, a veces, de modo que eso ser¨ªa albarda sobre albarda literaria. (Lo que ha hecho Guti¨¦rrez Arag¨®n con El proceso: confusionar al confuso Kafka.) ?Oscurezc¨¢moslo?, viejo d'Ors.
No. Aclar¨¦moslo. Lo que les han hecho a estos dos humoristas en televisi¨®n ha sido bronc¨ªneamente denunciado y aclarado en un editorial de los memoriones de este peri¨®dico, y Mingote les dedica un chiste muy hermoso:
-Seguramente tienen miedo de que si decimos muchas tonter¨ªas parezcamos candidatos.
El pobre Miguel Nllihura se cabreaba mucho con eso de que se les llamase humoristas a los caricatos y as¨ª. Sobre eso, me parece, pensaba hacer su discurso de la Academia. Todas las ma?anas me lo contaba por tel¨¦fono (nos van faltando ya las m¨¢s urgentes y entra?ables telefon¨ªas matutinas y proustianas, porque se mueren o porque se l¨ªan con uno de Aduanas, seg¨²n):
-A cualquiera le llaman humorista, Paco. Y eso no puede ser.
-Raz¨®n que te sobra, Miguel.
Pero Miguel no les negaba la categor¨ªa de humoristas a Tip y Coll, que son dos maestros del lenguaje y ¨²nicamente les pasa lo que a m¨ª: que producen demasiado.
Un Gobierno, una uced¨¦, una televisi¨®n que no soportan el resorte divertido, moderado e integrado de Tip y Coll, son unos inventos que dan para poco. As¨ª comprende uno las cosas que pasan. Las cosas que le pasan a uno. Me lo dijo Pablo Neruda cuando su barco (nunca iba en avi¨®n) toc¨® puerto en Barcelona:
-Hay que matar a una monja con un lirio y asustar a un notario con un golpe de oreja.
Monjas y pasantes de notario (ya quisieran ser notarios) que hacen y asesoran hoy la televisi¨®n espa?ola, se han asustado con el lirio verbal de un humor dominguero o han muerto del cari?oso golpe de oreja que les da Tip en el o¨ªdo ideol¨®gico, como pod¨ªa darles un beso en la calva, que es lo que acostumbra, porque todos ellos tienen calva por dentro, aunque gasten mucho pelo por fuera, como Arias-Salgado.
A Tip se le muri¨® un hijo de nueve a?os. Eso lleva a que un hombre se suicide interiormente, le convierte a uno en un suicida interior que ya s¨®lo es capaz de putrefaccionar, y eso es lo que hace Tip en cada sorpresa verbal: putrefaccionar el convencionalismo burgu¨¦s del idioma. Jos¨¦ Luis Coll, entra?able, es un vocacional del sexo que ha ensayado desde el termo de caf¨¦ y el seiscientos de madrugada hasta el desencuere mental ante la dama del alba. O sea que son dos metaf¨ªsicos, tienen profundas motivaciones existenciales para hacer lo que hacen: provocar incendios en los matorrales del idioma (Sartre), propiciar combinaciones el¨¦ctricas de palabras (Ortega).
Son dos obsesos: uno de la muerte y otro del sexo. Por eso pueden (podemos) ser buenos humoristas. Demasi¨¦ para una televisi¨®n horterizante en la que s¨®lo la sutileza de Ull¨¢n ha podido deslizar el escepticismo homosexual y l¨²cido de Roland Barthes. Aqu¨ª el l¨ªmite por arriba lo da don Pedro Mu?oz Seca, en cuanto a humor intelectual (acaban de sacar La venganza de don Mendo) y el l¨ªmite por abajo lo da Luis Aguil¨¦, loco/loca de la vida, aunque esta ma?ana me ha llamado Joaqu¨ªn Parejo, guionista fortuito del programa y viejo amigo, para interesarse por mis males sagrados y los otros:
Tip y Coll resuelven sus obsesiones de madrugada, Tip ante un vaso de tinto, el amargo y machadiano vino de las tabernas, y Coll ante la m¨¢quina tragaperras del Marquina, m¨¢s Buster Keaton y genial que nunca, cuando la alta noche le abandona, como un desodorante mental. Han quitado la ley Antilibelo, pero han quitado tambi¨¦n a Tip y Cofi. O sea, que antilibelo tenemos en Prado del Rey. ?Qu¨¦ reuma pol¨ªtico nos agarrota?, me preguntaba yo el otro d¨ªa en esta reum¨¢tica y caediza columna. Quiz¨¢ nunca lo sabremos ni Tip, ni Coll, ni yo.
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