La amenaza econ¨®mica para 1979 sigue siendo la inflaci¨®n
Conocemos ya la marcha de los precios de consumo de 1978. La publicaci¨®n del ¨ªndice del INE pone de relieve que los objetivos de precios de los acuerdos de la Moncloa se han alcanzado e incluso superado, pero la marcha del ¨ªndice en 1978 transmite una herencia alcista a 1979, y la inflaci¨®n espa?ola ocupa a¨²n uno de los primeros lugares en el cuadro de la inflaci¨®n europea. El esfuezo necesario de la sociedad espa?ola para acabar con la inflaci¨®n no ha terminado. Debe constituir un objetivo fundamental para 1979, pues sin vencer la inflaci¨®n no ser¨¢ posible superar la crisis ni eliminar la lacra social del paro. A analizar los rasgos de la inflaci¨®n espa?ola y a exponer las razones que justifican la pol¨ªtica antiinflacionista se dedican los siguientes trabajos, elaborados por el Equipo de Coyuntura Econ¨®mica que dirige el profesor Fuentes Quintana y del que forman parte los profesores Lagares Calvo, Valle S¨¢nchez y el estad¨ªstica y economista Alcalde Inchausti.
La divulgaci¨®n por el Instituto Nacional de Estad¨ªstica de los datos provisionales correspondientes al mes de diciembre de 1978 permiten cuantificar la marcha de la inflaci¨®n espa?ola y comprobar c¨®mo se han cumplido e, incluso, superado en este ¨¢mbito las previsiones contenidas en el pacto de la Moncloa.El alza de los precios al consumo a lo largo de 1978, con una tasa de aumento del 16,5 % respecto a diciembre de 1977, y del 19,8 de crecimiento de la media de los ¨ªndices mensuales de 1978 respecto a 1977, se ha prestado a comentarios confusos sobre el cumplimiento de las previsiones del pacto de la Moncloa.
En realidad los acuerdos en materia de precios se han cumplido e incluso superado, pues las previsiones del cuadro macroecon¨®mico de 1978 de los acuerdos situaban en el 22 % el crecimiento medio de los precios al consumo. Como este crecimiento ha sido realmente del 19,8 %, es evidente que los acuerdos se han cumplido holgadamente, con una ganancia neta de 2,2 puntos, que es la diferencia entre el crecimiento previsto (22 %) y el crecimiento real (19,8 %) en la media del ¨ªndice mensual de precios. Para comprobar este hecho basta observar el gr¨¢fico n¨²mero uno, donde se contienen las previsiones del pacto de la Moncloa, y la variaci¨®n que realmente han tenido los precios a lo largo de 1978, medidas ambas magnitudes en tasas de variaci¨®n respecto al mismo mes del a?o anterior.
Algunas caracter¨ªsticas de la inflaci¨®n espa?ola
Pero la inflaci¨®n es un problema reducido, pero, en alguna manera, una cuesti¨®n resuelta. La inflaci¨®n, pese a los ¨¦xitos cosechados, contin¨²a siendo un problema vivo, de considerables dimensiones, como muestran los valores absolutos de sus tasas y algunas de sus caracter¨ªsticas. Vista desde esa perspectiva, la inflaci¨®n es un problema cuya soluci¨®n, aunque iniciada con ¨¦xito durante la segunda mitad de 1977 y 1978, todav¨ªa no se ha alcanzado plenamente y ha de continuar en el a?o que ahora comienza.Dos son las perspectivas desde las que puede contemplarse este cariz problem¨¢tico de la inflaci¨®n espa?ola: su evoluci¨®n en el tiempo y el nivel comparado con el de nuestros principales competidores y vecinos europeos.
Subiendo frente al 79
La evoluci¨®n temporal de la inflaci¨®n espa?ola la muestra claramente el gr¨¢fico dos. En ¨¦l se han reflejado dos tasas fundamentales: la que muestra el crecimiento del ¨ªndice sobre igual mes del a?o anterior -lo cual permite apreciar la perseverancia en la lucha contra la inflaci¨®n- y la que refleja el crecimiento del ¨ªndice de los tres ¨²ltimos meses elevado a tasa anual, que permite medir la aceleraci¨®n de los precios de consumo. Ambas tasas recogen los componentes no alimenticios del ¨ªndice de precios de consumo, excluida la vivienda, pues ello clarifica notablemente los movimientos del ¨ªndice al eliminar componentes de comportamiento m¨¢s an¨®malo. Como puede comprobarse, la variaci¨®n de los precios respecto al mismo mes del a?o anterior refleja una desaceleraci¨®n constante que se inicia en el oto?o de 1977 y que s¨®lo se interrumpe en diciembre de 1978, donde claramente se interrumpe esa tendencia, pues la tasa de aumento respecto al mismo mes del a?o anterior pasa del 16,6 % en noviembre al 17,1% en diciembre. El a?o finaliza, pues, con una cierta inquietud inflacionista que transmite el ¨²ltimo dato del ejercicio.Este comportamiento en el tiempo del ¨ªndice de precios de consumo es a¨²n m¨¢s perceptible si se examina su variaci¨®n a trav¨¦s de la tasa de crecimiento de tres meses elevada al a?o. Como puede comprobarse en el gr¨¢fico 2, esta tasa, que hab¨ªa mantenido una tendencia generalmente decreciente desde finales de 1977, comienza a elevarse ininterrumpidamente desde el mes de agosto de 1978, transmitiendo as¨ª al ejercicio de 1979 un cariz muy diferente del que hab¨ªa prevalecido al comenzar 1978. En efecto, mientras la curva que representa la tasa de crecimiento del ¨ªndice de precios de consumo cay¨® ininterrumpidamente desde noviembre de 1977 hasta febrero de 1978, por el contrario, el comportamiento frente al a?o 1979 es justamente el opuesto. La inflaci¨®n parece levantar as¨ª su hosca y temida cabeza en este tramo final del ejercicio, reclamando con ello su indiscutible derecho de problema prioritario para nuestra pol¨ªtica econ¨®mica.
Muy lejos de tasas europeas
Esta revitalizaci¨®n del problema inflacionista se aprecia tambi¨¦n en otro ¨ªndice: el de las expectativas de los empresarios respecto del futuro de los precios, seg¨²n la recoge la encuesta del Ministerio de Industria. Resulta revelador el hecho de que las expectativas futuras de los empresarios sobre crecimiento de los precios hayan cambiado radicalmente a partir del pasado mes de noviembre. Hasta ese mes la mayor¨ªa de los empresarios (65%) no esperaban subidas de los precios. En octubre este porcentaje cae al 60 % y en el mes de diciembre m¨¢s de la mitad de los empresarios -concretamente el 51%- esperaban elevaciones en los precios futuros. Este cambio fundamental de las expectativas alcistas refleja probablemente la falta de un acuerdo entre las fuerzas sociales al t¨¦rmino del ejercicio y la convicci¨®n de que sin ¨¦l la contenci¨®n del proceso inflacionista resultar¨¢ muy dif¨ªcil.La segunda perspectiva desde la que cabe contemplar la inflaci¨®n espa?ola es la de su comparaci¨®n con otros pa¨ªses. Es fundamental conocer no s¨®lo d¨®nde est¨¢n nuestros precios, sino d¨®nde est¨¢n los precios de los dem¨¢s, porque el car¨¢cter relativo que todo proceso de inflaci¨®n posee le a?ade una dimensi¨®n vital para calibrar sus problemas. Por ello en el cuadro adjunto se contiene una informaci¨®n que consideramos de gran utilidad. En ¨¦l se reflejan las tasas de inflaci¨®n relativa del pasado (antes de la crisis) y las actuales (despu¨¦s de la crisis). A trav¨¦s de tales cifras se comprueba f¨¢cilmente c¨®mo los peculiares problemas de inflaci¨®n -la diferente inflaci¨®n espa?ola- se inician en 1976. Hasta 1976, si bien los precios al consumo crecen intensamente en Espa?a hasta el punto de superar el crecimiento medio de los pa¨ªses europeos de la OCDE, tal crecimiento se situaba en una posici¨®n relativamente aceptable, pues naciones como Italia o Reino Unido acusaron tasas a¨²n m¨¢s elevadas que las espa?olas. Sin embargo, en 1976 se rompe esa situaci¨®n relativamente aceptable, pues el esfuerzo de los pa¨ªses industrializados para frenar la inflaci¨®n fue considerable, mientras en Espa?a persist¨ªan -y a¨²n se incrementaban- las ya altas tasas de inflaci¨®n del a?o anterior, lo cual condujo a que en ese a?o las discrepancias entre nuestra inflaci¨®n y la de los restantes pa¨ªses aumentasen notablemente. Como consecuencia, en 1977 volvieron a registrarse bien distintos resultados: mientras la pasividad espa?ola frente a la inflaci¨®n en 1976 y durante la primera mitad de 1977 aceler¨® a¨²n m¨¢s nuestra tasa de aumento en los precios, situ¨¢ndola en el 26,4 %, los pa¨ªses europeos de la OCDE tuvieron un 11,2 % de crecimiento en los precios, y los del Mercado Com¨²n, tan s¨®lo un 9,9 %. Al finalizar 1978 Espa?a registra una tasa del 16,5 %, que es superar el doble de la media de los pa¨ªses de la Comunidad Econ¨®mica Europea. El esfuerzo realizado en 1978 ha sido importante, pero las discrepancias respecto al grado de inflaci¨®n sufrido por nuestros competidores son todav¨ªa excesivamente elevadas.
La conclusi¨®n que se obtiene de estas comparaciones es evidente: la inflaci¨®n espa?ola contin¨²a siendo todav¨ªa muy superior a la de los pa¨ªses con los que mantenemos nuestras relaciones econ¨®micas de mayor importancia. En consecuencia, sin reducir las diferencias que separan a la inflaci¨®n espa?ola de la europea ser¨¢ muy dif¨ªcil que Espa?a logre no ya incrementar, sino incluso mantener, su actual participaci¨®n en los mercados internacionales ni superar los problemas que le ha planteado la crisis de los setenta. Debe subrayarse a este respecto -y esta es quiz¨¢ la principal ense?anza de la comparaci¨®n entre las tasas de inflaci¨®n- que ni uno solo de los pa¨ªses que han logrado ajustar sus econom¨ªas con ¨¦xito, tras de la crisis de los setenta, ha logrado este objetivo sin reducir sustancialmente el grado de inflaci¨®n. La crisis de los setenta plantea as¨ª un dilema claro a la pol¨ªtica econ¨®mica: o la inflaci¨®n se reduce, o la crisis econ¨®mica no se supera.
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