El marco laboral y las a?oranzas del intervencionismo
Director del Instituto de Estudios.Sociales y catedr¨¢tico de Derecho del Trabajo
Cuando, por iniciativa de Dato, se cre¨®, en 1920, el Ministerio de Trabajo (siempre los conservadores inteligentes se apoderaron de las banderas sociales, como dijo Disraeli), nadie pod¨ªa imaginar que andando el tiempo, en la Espa?a de los ochenta, desde ciertos sectores se pidiera con acritud una ?fuerte acci¨®n vertical? del Ministerio de Trabajo para acabar con los conflictos, forzar el acuerdo en los convenios y establecer un marco de relaciones laborales.
Por eso parece oportuno hacer algunas precisiones sobre estos dos temas de actualidad: la ausencia del marco de relaciones laborales y el intervencionismo laboral perdido. En primer lugar aclarar que no es del todo cierto que no exista un marco de relaciones laborales. En nuestra opini¨®n el marco viene definido por las siguientes coordenadas: libertad sindical en el triple sentido de poder crear sindicatos, afiliarse o no a ellos y ejercer libremente la acci¨®n sindical; autonom¨ªa de trabajadores y empresarios para regular las condiciones de trabajo, permitiendo el juego de la correlaci¨®n de fuerzas entre las partes; un m¨ªnimo de normativa laboral relativamente reciente (ley de Relaciones Laborales de 8 de abril de 1976 y real decreto-ley de 4 de marzo de 1977, sobre relaciones de trabajo), que aunque no hayan sido elaboradas democr¨¢ticamente, regulan provisionalmente, hasta el desarrollo de la Constituci¨®n, los temas de convenios, conflictos, huelga, despidos, reestructuraci¨®n de plantillas, jornadas, horarios, r¨¦gimen disciplinario, etc¨¦tera; y, por ¨²ltimo, un discreto y efectivo papel de la Administraci¨®n laboral, que est¨¢ presente en todo sin estar omnipresente. Existe, pues, un marco de relaciones laborales que funciona y que, adem¨¢s, est¨¢ sirviendo en su pr¨¢ctica a la preparaci¨®n del nuevo marco futuro,
Efectivamente, se est¨¢ produciendo el fen¨®meno curioso de que esa reciente, y por otro lado antigua legislaci¨®n laboral, est¨¢ siendo aceptada en sus aspectos v¨¢lidos y rechazada en lo que no es de recibo democr¨¢tico. Por ejemplo, la legalidad de huelgas en casos en los que en modo alguno ser¨ªan legales. Se trata del comienzo de un derecho usual laboral del que se podr¨¢ deducir o inducir alg¨²n tipo de norma.
Por lo que se refiere al intervencionismo estatal, no cabe confundirlo con abuso de poder burocr¨¢tico o a sensu contrario, liberalismo manchesteriano.
Estamos en una ¨¦poca en que todo se debe m¨¢s a ?situaciones? que a ?decisiones?. Pero aun as¨ª, a pesar de tal existencialismo jur¨ªdico, lo cierto es que la historia de los Estados modernos no ser¨¢ nunca bien escrita, como afirma Bertrand de Jouvenel, mientras que no se escriba la historia de la Administraci¨®n p¨²blica. La Administraci¨®n tiene un papel necesario, un justo papel, y hay que vigilarla, por un lado, y excitarla, por otro, para que encuentre el equilibrio. Pero no deja de resultar clamoroso que tras a?os de condena del exceso de intervencionismo se pase a una situaci¨®n de ?coqueteo?: Administraci¨®n, interviene en este campo, no en este otro; ahora s¨ª, ma?ana no.
Parafraseando al profesor Shils, lo que verdaderamente importa en el mundo del trabajo es la primac¨ªa del consenso macro-social, sobre el disenso pol¨ªtico o sociopol¨ªtico. La frase de Tayllerand de que ?Inglaterra es un pa¨ªs de cien religiones, pero de una sola salsa? tiene una cierta aplicaci¨®n social. En concreto, que si hay uniformidad profunda sobre un plan (en este caso, el del gusto) se puede tolerar una gran diversidad en otros dominios y salvado el respeto a la religi¨®n profesada. En Espa?a tenemos que ir a la b¨²squeda de mecanismos de responsabilidad en la libertad sin a?oranzas de marcos que pueden acabar en redes. Ese es el tema principal: saberse mover con autonom¨ªa, aunque sin desprecio a las exigencias del inter¨¦s general, y, desde luego, con el necesario desarrollo normativo de la Constituci¨®n. Pero de ah¨ª a la muleta administrativa como sistema hay un largo trecho. ?No tendremos un desentrenamiento en la libertad?
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