Dec¨¢logo para leer y analizar los programas econ¨®micos electorales
Espa?a ha vivido, desde el final del r¨¦gimen anterior, un ciclo pol¨ªtico peculiar que ha interferido la marcha del proceso econ¨®mico y condicionado la evoluci¨®n de la econom¨ªa. Ese ciclo pol¨ªtico peculiar no ha tenido los cuatro a?os caracter¨ªsticos del ciclo pol¨ªtico de las democracias occidentales, sino un plazo mucho menor. El tiempo econ¨®mico ha estado interferido, desde finales de 1975 hasta llegar a los acuerdos de la Moncloa, por decisiones pol¨ªticas trascendentales que condicionaban plenamente las elecciones de los int¨¦rpretes de la vida econ¨®mica del pa¨ªs cada seis ,meses. S¨®lo a partir de octubre del 77, el pacto de los partidos pol¨ªticos concedi¨® a la econom¨ªa -el plazo excepcional de poco m¨¢s de un a?o. Esa corta disponibilidad de tiempo econ¨®mico, sin decisivas interferencias pol¨ªticas, tiene, seg¨²n indican los tratadistas del ciclo pol¨ªtico, consecuencias importantes. Cuando el calendario necesario para resolver los problemas de la econom¨ªa no encaja con los plazos que le concede la pol¨ªtica las decisiones fundamentales para corregir los problemas de fondo, con m¨¢s densidad temporal, no se adoptar¨¢n. Para complicar las cosas, la salida de la crisis econ¨®mica pasa en Espa?a -como en otros pa¨ªses- por el planteamiento y soluci¨®n de problemas estructurales que reclaman un programa y un tiempo muy superior del que hasta ahora se ha dispuesto. Quiz¨¢ sea esta la raz¨®n que -entre otras- haya aconseja do la celebraci¨®n de elecciones -vistas las posiciones previas de los partidos pol¨ªticos- para contar con un tiempo econ¨®mico suficiente en el que sin interferencias de fechas pol¨ªticas semestrales, como en el pasado, pueda abordarse la soluci¨®n de los aut¨¦nticos problemas econ¨®micos espa?oles.De esta decisi¨®n de convocatoria de elecciones arranca la competencia de programas pol¨ªticos que hoy vivimos. ?Cu¨¢les son en esta competencia electoral la funci¨®n de valoraci¨®n de los electores y la funci¨®n pol¨ªtica, esto es, los programas o respuestas que los partidos nos ofrecen a los ciudadanos?
La funci¨®n de valoraci¨®n de los electores se obtiene con claridad, pues sus respuestas se polarizan en torno a tres problemas fundamentales: el paro, la inflaci¨®n y la debilidad de las inversiones. Como prueban las cifras del cuadro 1 (para el conjunto de los consumidores espa?oles), el paro aparece destacado en primer lugar, seguido a bastante distancia del problema de los precios y a mucho m¨¢s considerable trecho por el que suscitan la delincuencia y la inseguridad ciudadana. Esa prioridad del paro lo es para todas las clases sociales, con independencia de su nivel de renta, si bien debe afirmarse que los hogares de m¨¢s baja renta, los j¨®venes y los asalariados, sienten con m¨¢s intensidad sus consecuencias y destacan m¨¢s dram¨¢ticamente su importancia.
El segundo problema lo constituye la inflaci¨®n, problema que tiene la misma caracter¨ªstica de generalidad para todas las clases sociales, si bien aqu¨ª los tres n¨²cleos que m¨¢s profundamente sienten el crecimiento de los precios son un tanto diferente, ya que es la poblaci¨®n jubilada, la de m¨¢s edad y las amas de casa quienes manifiestan m¨¢s intensamente su aversi¨®n al crecimiento de los precios y desean m¨¢s fervientemente la prioridad de la lucha antiinflacionista. En definitiva, la poblaci¨®n trabajadora joven polarizar¨ªa sus preocupaciones hacia el paro; la poblaci¨®n-trabajadora madura, sus preocupaciones hacia la inflaci¨®n. La suma de ambas pr¨¢cticamente agrupa todo el electorado. De ah¨ª la clara prioridad de estos dos objetivos sobre todos los dem¨¢s y la valoraci¨®n preferente que los ciudadanos realizar¨¢n de los programas en funci¨®n de su capacidad para enfrentarse con estos dos grandes males de las sociedades industriales que son el paro y la inflaci¨®n.
Ratificando este cuadro la clase empresarial ha ordenado sus preocupaciones econ¨®micas (v¨¦ase cuadro 2) destacando en primer lugar al paro, pero haciendo interferir entre el paro y la inflaci¨®n la debilidad de las inversiones y colocando tras de la inflaci¨®n las dificultades financieras de la empresa. Esta funci¨®n valorativa de los empresarios no resulta incompatible con la de los consumidores, pues la ca¨ªda de la inversi¨®n y las tensiones financieras de las empresas no son sino la cruz de una moneda cuya cara es el objetivo prioritario del paro. La encuesta a los empresarios nos dice tambi¨¦n que esa crisis de la inversi¨®n se ha producido fundamentalmente por la incertidumbre pol¨ªtica que rodea al futuro de la empresa libre en el pa¨ªs, por la incertidumbre de la pol¨ªtica econ¨®mica y por las elevaciones en los costes del trabajo y en costes financieros.
La funci¨®n de valoraci¨®n econ¨®mica del electorado de cara a las pr¨®ximas elecciones es muy clara, lo cual explica las escasas diferencias de los programas ofrecidos por las distintas funciones pol¨ªticas.
Los modelos del ciclo pol¨ªtico electoral afirman que cuando un problema econ¨®mico alcanza un nivel cr¨ªtico, esto es, cuando limita las posibilidades de reelecci¨®n o de acceso al poder, ese problema sube en la agenda de los programas de los distintos partidos pol¨ªticos, con independencia de las ideolog¨ªas de partido. Ese objetivo visible e importante existe esta vez y eso explica que casi todos los programas manejen un parecido lenguaje y, sobre todo, sean casi monotem¨¢ticos, pues el paro domina la mayor parte de su contenido y la inflaci¨®n el resto.
Ante la existencia de estos distintos programas (funciones pol¨ªticas) parece justificada la perplejidad de los electores. Quiz¨¢ la ¨²nica contribuci¨®n ¨²til que en su favor pueda realizarse consista en ayudarles al elegir, ofreci¨¦ndoles algunos criterios generales, con cuya ayuda juzgar por s¨ª mismos los programas de los diversos partidos pol¨ªticos.
Un "test" para juzgar los programas electorales econ¨®micos
1. Desconf¨ªe el elector de aquellos programas en los que exista un desequilibrio claro entre fines y medios. Un programa econ¨®mico no es fiable cuando se convierte en pura ret¨®rica o apolog¨ªa de finalidades. Lo importante no es ponderar los fines, sino indicar c¨®mo alcanzarlos.
2. Una meta econ¨®mica para ser alcanzable debe cuantificarse. Los economistas diferencian entre fines y objetivos cuantificados. El elector debe desconfiar de aquellos programas que no cuantifiquen los fines a cuya consecuci¨®n aspiran. Combatir el paro es un prop¨®sito plausible, pero no es una tarea operativa si no se nos indica a qu¨¦ nivel querem¨®s reducir el paro, cu¨¢ntos puestos de trabajo, d¨®nde y c¨®mo se van a crear y qu¨¦ secuencia temporal tendr¨¢ el aumento del empleo y la reducci¨®n de la desocupaci¨®n.
3. Cuando se lea un programa econ¨®mico debe preguntarse inmediatamente por la compatibilidad entre los fines propuestos. Los economistas sabemos claramente, seg¨²n muestra abtumadoramente la experiencia, que no pueden conseguirse simult¨¢neamente todos los fines que se pregonan. Cuando un programa afirma que va a eliminar el paro, reducir la inflaci¨®n, lograr un equilibrio exterior y conseguir una sociedad m¨¢s justa sin que estas exigentes finalidades tengan que moderarse entre s¨ª sacrificando las ambiciones en un objetivo concreto al logro de otras finalidades, el ciudadano puede cerrar tranquilamente el programa econ¨®mico y dedicarse a otras lecturas.
4. El realismo en los objetivos constituye un test de crucial importancia para enjuiciar un prograrna econ¨®mico. Dos son los t¨¦rminos de referencia que el lector de un programa econ¨®mico puede tener para juzgar su viabilidad: a) el comportamiento hist¨®rico de su propio pa¨ªs, y b) lo que han hecho los dem¨¢s pa¨ªses en situaci¨®n semejante a la espa?ola.
Dos t¨¦rminos de referencia importantes para los objetivos prioritarios de los programas pol¨ªticos electorales espa?oles son las cifras de Paro y las de la inflaci¨®n. Cuando se habla de eliminar radicalmente el paro, como lo hacen todos los programas, el lector debe recordar que nuestra tasa de paro actual est¨¢ situada en el 7%, y que la de la mayor parte de los pa¨ªses europeos supera el 5%.
Cuando se le prometa estabilizar los precios, no puede olvidar que la tasa de inflaci¨®n actual est¨¢ situada en el 16,5%, que la tasa europea se sit¨²a en torno al 7 o al 8%. Cuando se prometan tasas de desarrollo de la producci¨®n y de la renta envidiables, el ciudadano no debe olvidar que la tasa de desarrollo econ¨®mico del pasado ejercicio se situ¨® en Espa?a en el 3%, que Espa?a no ha crecido despu¨¦s de la crisis econ¨®mica a tasas superiores a ¨¦stas, sino por el contrario, inferiores (2-2,5%), y que la mayor¨ªa de las tasas europeas se han: cifrado, para, desgracia de esos pa¨ªses y la nuestra, en tasas de crecimiento muy semejantes (2-3%).
El realismo de los objetivos constituye el m¨¢s importante de los requisitos con los que un programa econ¨®mico debe cumplir, porque el mayor de los peligros de las democracias contempor¨¢neas se encierra justamente en lo que se ha denominado las esperanzas excesivas del electorado, unas esperanzas excesivas en gran parte alentadas por requiebros electorales que han excitado las insatisfacciones del electorado. Es un hecho -que los soci¨®logos reconocen hoy- que, en la mayor¨ªa de los pa¨ªses industriales, extensos sectores de la poblaci¨®n mantienen secretas expectativas de mejora y albergan sentimientos de injusticia relativa en su posici¨®n en la escala de rentas. Los ciudadanos propenden a creer que su nivel de vida. est¨¢ por bajo de lo que les corresponde y esas esperanzas defraudadas son las que alienta el mercado pol¨ªtico en una democracia con el riesgo grave de crear situaciones insostenibles, que, en, ¨²ltimo t¨¦rmino, se pagan con el desencanto de los electores y con el propio desprestigio del sistema pol¨ªtico.
5. El grueso de un programa econ¨®mico debe estar dedicado a exponer los medios para conseguir las finalidades contenidas en el prograrna. La calidad del programa depender¨¢ de c¨®mo este programa articule los medios necesarios para alcanzar aquellas final?dades. Esos medios deben valorarse porque todo programa tiene un coste. Un programa econ¨®mico sin estar cifrado constituye una trampa demag¨®gica que insulta la raciorialidad del lector. Quiz¨¢ halague sus ambiciones, pero dificilmente puede conquistar su raz¨®n.
6. Defecto com¨²n de la mayor¨ªa de. los programas econ¨®micos es no estimar debidamente el coste de las actividades encomendadas al sector p¨²blico. Rara vez se reconocen debidamente las restricciones presupuestarias que se oponen al logro de los fines, pocas veces se contabiliza el esfuerzo fiscal que el pago de los mayores impuestos comporta y casi nunca se valora la competencia que la emisi¨®n de deuda p¨²blica, necesaria para financiar determinadas propuestas, plantea a la inversi¨®n privada. Como el ciudadano bien sabe nada en econom¨ªa es gratuito. Cuando se le invita a un fest¨ªn de actividades del sector p¨²blico puede estar seguro de qui?n es el pagano: ¨¦l mismo.
7. Tampoco la pol¨ªtica monetaria y la necesaria pol¨ªtica de rentas salen bien libradas de los programas electorales. La pol¨ªtica monetaria, porque sus redactores suelen acordarse de ella para enviar un cari?oso recuerdo a los empresarios (generalmente ?peque?os y medianos? para que sean m¨¢s -es decir, m¨¢s electores-) sobre las preocupaciones que ¨¦sta les ha causado en la financiaci¨®n de sus actividades. Frecuentemente se promete una pol¨ªtica de cr¨¦ditos imposible, en la que se indica que ?el coste del cr¨¦dito se reducir¨¢ suministr¨¢ndolo en plazos m¨¢s largos y razonables que los actuales?. Esta es una promesa demag¨®gica m¨¢s, si no se indica c¨®mo ese cr¨¦dito mayor puede compatibilizarse con una pol¨ªtica monetaria que sirva a los objetivos de la estabilidad de precios que est¨¢ escrita en todos los programas. Tampoco la pol¨ªtica de rentas suele tener mejor fortuna. La contenci¨®n responsable del coste de trabajo constituye una necesidad prioritaria para reducir la inflaci¨®n. Negar que en el crecimiento de los costes de trabajo se halla una de las causas fundamentales de la actual inflaci¨®n es negar una evidencia, y negando evidencias no se resuelven los problemas. El reconocimiento de ¨¦se crecimiento de los costes de trabajo y de otras rentas obliga a definir una pol¨ªtica de rentas no siempre presente en todos los programas econ¨®micos.
8. La b¨²squeda de ?responsables? de la situaci¨®n cr¨ªtica con condenas gen¨¦ricas y apocal¨ªpticas hacia ellos, como soluci¨®n de los problemas, constituye un buen ¨ªndice para detectar un mal programa econ¨®mico. Las acusaciones gen¨¦ricas a los intermediarios o a los especuladores, defraudadores, sin concretar los sectores en los cuales estos villanos de la trama act¨²an y sin proponer soluciones posibles para los problemas que se plantean en los lugares o sectores en que esos sujetos operan, no resuelven, por s¨ª mismas, ning¨²n problema econ¨®mico.
9. El ciudadano debe eliminar de su subconsciente la idea de que la crisis econ¨®mica actual a la que los programas de los partidos deben dar respuesta sea una crisis corta y pasajera. Nos hemos acostumbrado a una econom¨ªa en la que el desarrollo era intenso y continuado y los problemas que se presentaban exig¨ªan a lo sumo pausas en el ritmo de expansi¨®n que se curaban con una corta dieta estabilizadora que no pod¨ªa ir m¨¢s all¨¢ de unos meses. Con este prejuicio se han articulado no pocas falsas y fracasadas soluciones a la crisis presente, y de este prejuicio es del que se debe huirse, si queremos tener conciencia clara de la crisis con que nos enfrentamos, condici¨®n primera para poder superarla.
10. El olvido de una parte de los escenarios de la crisis econ¨®mica puede constituir tambi¨¦n un defecto de los programas econ¨®micos. El ciudadano de nuestros d¨ªas no debe olvidar que la ?crisis econ¨®mica de los setenta? es una crisis compleja que se manifiesta en cuatro escenarios distintos: en la inflaci¨®n, en el desequilibrio de la balanza de pagos, en la crisis del ahorro y de las inversiones y en el aumento del paro y en la necesaria reestructuraci¨®n de la industria. Un programa econ¨®mico no debe omitir una referencia a los problemas que se debaten en estos cuatro escenarios y las posibles soluciones.
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