Vida apacible y aburrida de los vascos confinados en Valensole
?Calle arriba, calle abajo?, todos ?solteros y sin intenci¨®n de casarse?... Es la una y media de la tarde del s¨¢bado. Los diecisiete vascos confinados en Valensole, m¨¢s otros tantos familiares que han venido a pasar el fin de semana con ellos, han llegado ya al caf¨¦ y puro en el comedor del hotel Pies, y un coro, un¨¢nime, desperdiga las notas del pupurri en vascuence. A otros cuarenta comensales ?extranjeros? se les nota sorprendidos. El personal de este hotel familiar, de dos estrellas, c¨®modo, trajina como si nada. En apariencia al menos. Los dos polic¨ªas, de paisano, que vigilan discretamente, toman caf¨¦ en el bar. El alcalde del pueblo, Max Demol, como la gendarmer¨ªa y como los propios vascos, afrontan el futuro inmediato bajo el mismo lema: ?Ahora vamos a esperar hasta el martes, a ver qu¨¦ pasa.?
La efimera huelga de hambre de anteayer y el intento de encierro por parte de los vascos confinados conmocion¨® a las autoridades locales. Ayer, temprano, un adjunto del alcalde nos advirti¨®: ?Fue una jornada agitada la de ayer, compr¨¦ndalo, el alcalde a¨²n no se ha levantado. Se acost¨® a las doce de la noche. ? Los gendarmes del pueblo indicaron que su jefe hab¨ªa salido durante dos d¨ªas de viaje para descansar. Los unos y los otros, m¨¢s que dejarse interrogar quer¨ªan saber: ?Usted, por lo menos habla espa?ol con ellos y, adem¨¢s, nosotros, sabe usted, no somos m¨¢s que intermediarios. ?Qu¨¦ dicen los vascos?? Uno de estos ¨²ltimos resumi¨®: ?Jam¨¢s en su vida hab¨ªa salido en los peri¨®dicos.?Las jornadas ?hist¨®ricas? que est¨¢n viviendo los responsables conciernen, aunque en otra medida, a los 2.000 habitantes de este pueblecito, a 110 kil¨®metros al noreste de Marsella, en los Alpes de Alta Provenza, al que se llega por carreteruchas que conducen hasta la falda de una colina poblada por los robles secos y pinos verdes que arropan la estampa bonita que es Valensole, con sus callejuelas empinadas y sus casas cuidadas. Los diecisiete vascos ya se han convertido en vecinos, estima uno de ellos: ?Al principio, la gente se manifest¨® un poco reticente, pero ahora nos tratan como si fu¨¦ramos del pueblo. Y nos saludan.? Un cliente del bar Le Comercial, uno de los dos que despachan hasta casi media noche, se lamenta: ?Lo que les ocurre a estos buenos mozos es que se aburren. El otro d¨ªa los vi hacer le?a, porque el tiempo es largo. Aqu¨ª vienen, toman una cerveza, cantan, salen a la calle, cantan tambi¨¦n y no molestan a nadie.? El cura del pueblo manifest¨® que ten¨ªa ganas de conocer a ?estos vascos?. Cada ma?ana, los m¨¢s letrados del lugar buscan el nombre de Valensole en Le Provencal, el diario m¨¢s importante de Marsella. ?Se siente algo por dentro, cuando hablan en la tele de nosotros?, comentaba anteayer por la noche la due?a de un bar. ?Y qu¨¦ piensan los hombres y las mujeres de Valensole del ?caso? vasco? Este problema se les escapa y, en cierta medida, tampoco quieren saber demasiado: ?No s¨¦, no me pregunte, supongo que luchan por ideales?, dijo la due?a de una tienda de ultramarinos, evasiva o ignorante. Un hombre de edad ya avanzada: ?No s¨¦, en todo caso el otro d¨ªa, viendo a estos muchachos, me acord¨¦ yo de mis tiempos de la resistencia aqu¨ª, en Francia.?
Los vascos, tras la jornada de ayuno del viernes y en espera de que el martes pr¨®ximo las autoridades francesas les ofrezcan garant¨ªas sobre su futuro, ayer reanudaron su vida de confinados: se levantan a las siete y media, Pootine a las ocho, desayuno (caf¨¦, leche o chocolate, mermelada, mantequilla y pan) y a leer peri¨®dicos o ? a pasear hasta las diez de la ma?ana, hora de visita de los tres gendarmes que les pasan lista en el bar del hotel. Despu¨¦s, a caminar de nuevo, lectura, m¨²sica, visita de amigos o familiares, comida a las doce y media, nuevo control a las cuatro de la tarde, a matar el tiempo otra vez, partidas de cartas interminables y cena a las ocho, todos en grupo, bajo la ikurri?a, que han colgado sobre una ventana del hotel. ?No s¨¦ si estas comidas de aqu¨ª son buenas (especialidades: platos de caza y truchas), pero a nosotros no nos dicen nada?, apreci¨® uno de los confinados.
Los periodistas que llegan cada d¨ªa constituyen otro elemento de ?distraci¨®n? que los vascos no estiman demasiado. En primer lugar, porque la mayor¨ªa no habla franc¨¦s. Entre ellos discuten en espa?ol o, cuando es oportuno, en euskera. ?De EL PAIS no quiero o¨ªr ni hablar, no informa con honestidad del problema vasco. Tu peri¨®dico, por lo que se ve, defiende a UCD.? No todos los confinados se manifiestan con rigor, pero su desconfianza respecto a la prensa es casi instintiva. En nuestra conversaci¨®n surgi¨® la independencia de Euskadi: ?Bueno, ese es nuestro objetivo, pero el problema es complejo. Ant es existen otras etapas y otras aspiraciones que en Madrid las ignoran o as¨ª lo pretenden.? Y surgi¨® tambi¨¦n la lucha armada: ?Lo que se pretende es diluir las aspiraciones populares de Euskadi centrando todo el problema en lo que llaman terrorismo.?
Ayer, a ¨²ltima hora, los vascos aprovecharon un sol tibio, tras el control de las cuatro, familiarizaron con sus amigos por los alrededores de Valensole y, algunos, fueron a entrenarse con vistas al partido de f¨²tbol que jugar¨¢n hoy contra el equipo del pueblo. M¨¢s all¨¢ de la frontera comunal no pueden pasar, pero en el interior todo les est¨¢ permitido.
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