Los EEUU, inc¨®modos vecinos
Pero los 62 millones de mexicanos, con una renta anual per capita de 1.090 d¨®lares, no ignoran que la toma de decisiones del t¨¢ndem Gobierno-PRI no se hace de forma totalmente independiente, pues, como ocurre en otros pa¨ªses del ¨¢rea, hay que contar con el benepl¨¢cito del vecino del Norte, cuyo latido se deja sentir intensa y muy especialmente en todos los estados de la Rep¨²blica. Nadie puede ignorar que la influencia y el peso espec¨ªfico de EEUU no s¨®lo se deben a la vecindad, sino que vienen de largo y tienen una historia colonialista, por no decir expoliatoria. As¨ª, como consecuencia de la guerra acaecida en 1840, Washington anexion¨® a su bandera a Tejas, Nevada, California y Utah completamente, aparte de los territorios pertenecientes a otros estados mexicanos.El imperialismo pol¨ªtico ejercido por Norteam¨¦rica, junto con el proteccionismo econ¨®mico que de continuo aplica, han supuesto para M¨¦xico hipotecar dos parcelas de cu?o importante. De una parte, la dependencia casi absoluta de su econom¨ªa de la norteamericana, cuyos ciclos respectivos van parejos. M¨¦xico no puede prescindir del apoyo norteamericano, sea en el cap¨ªtulo de las inversiones -el 70% de la inversi¨®n total extranjera-, sea a efectos del mercadeo de sus productos -el 66% de las exportaciones y el 62% de las importaciones-, sea, finalmente, por el desarrollo de la industria petrol¨ªfera -va a EEUU el 86% de las exportaciones de crudos, al precio de 13,40 d¨®lares-barril, pero, sin apenas costo en el transporte-, que ha hecho posible el estudio de la construcci¨®n de un oleoducto de 821 millas para dar salida a las producciones.
De otra, la proximidad norteamericana, aparte del mimetismo que ejerce en los h¨¢bitos sociales mexicanos, viene creando un problema que encierra una doble vertiente, la humana y la econ¨®mica. Nos referimos a los braceros del hambre que cruzan la frontera ?legalmente para poder sobrevivir -deselasados, esto s¨ª- en Eldorado yanqui. Estos Wet-backs, forma esclavista de emigraci¨®n, un muralismo aterrador de carne y hueso, se cifran en cerca de diez millones -casi el 50% de la comunidad hispana en EEUU-, que anualmente env¨ªan remesas a su patria por valor de 3.000 millones de d¨®lares. No hace mucho ha surgido una iniciativa norteamericana que ha originado un evidente malestar en el seno del Gobierno de L¨®pez Portillo. Se pretende, para frenar este ¨¦xodo que agrava el desempleo norteamericano, levantar un muro de doce millas y con dos tramos, entre California y Tejas, cuyo coste se estima de 3.500 millones de d¨®lares. Nadie se puede explicar c¨®mo Carter permite el planteo de este nuevo muro de la verg¨¹enza en versi¨®n mexicana, y que ha recibido el nombre de ?tortilla curtain?. No hace falta ser un Steinbeck para llegar a la conclusi¨®n que la respuesta a tan abyecta proposici¨®n la tiene el Gobierno mexicano: poner en marcha las transformaciones socioecon¨®micas precisas y con car¨¢cter urgente para que todos los mexicanos puedan vivir y trabajar en su propio pa¨ªs. Es un deber de aqu¨¦l el defenestrar el proyecto y un derecho inalienable de ¨¦stos el exigirlo.
En consecuencia, M¨¦xico, heredero del imperio azteca y de la colonizaci¨®n espa?ola, es tenido por el big business norteamericano, como un Estado m¨¢s a incluir en el planteamiento dom¨¦stico de sus intereses.
Macrocefalia de la capital
Si el M¨¦xico insurgente difiere en bastante del insuficiente actual, la capital de las dos ¨¦pocas no tiene semejanza alguna. En ella, monstruosa concentraci¨®n extendida en setenta kil¨®metros cuadrados, se acogen doce millones de habitantes, que se ven inmersos en la inseguridad, la poluci¨®n, las drogas, el alcoholismo y un mill¨®n y medio de autom¨®viles. La capital se traga el 50% del consumo del pa¨ªs, absorbe el 42% del gasto del Gobierno Federal, y en ella acampa tanto el lujo m¨¢s extremoso como la miseria, tambi¨¦n, m¨¢s extremosa, que se ve apaleada en 459 barrios-lata.
Visto todo lo expuesto, parece claro que, tanto el M¨¦xico real, como el oficial, necesitan una transformaci¨®n profunda. Recursos humanos y monetarios -v¨ªa el petr¨®leo- existen para hacerla. Falta voluntad pol¨ªtica por parte del PRI y de Estados Unidos. La desaparici¨®n de las desigualdades tremendas que se dan en M¨¦xico vendr¨¢, como bien se?ala Richard Fagen, ?cuando Estados Unidos descubran los caminos para apoyar a las fuerzas que presionan para que la justicia social sea un hecho cierto?.
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