La medida de la libertad
La moral que en nuestro tiempo est¨¢ emergiendo es tambien -igual que, como ve¨ªamos en el ¨²ltimo art¨ªculo, la pol¨ªtica con respecto al juego pol¨ªtico establecido y la religi¨®n con respecto a las Iglesias constituidas- heterodoxa de todas las ?doxas? recibidas. Es heterodoxa, por una parte, en relaci¨®n con la ortodoxia moderna de la laboriosidad -el ethos del trabajo-, el triunfo y el ¨¦xito. Por la otra parte es, o se dice, heterodoxa de la moral actual de la diversi¨®n y el bienestar programados y del consumismo. Incluso la cl¨¢sica ortodoxia del deber, la b¨²squeda de la perfecci¨®n y la voluntad de realizaci¨®n personal, es, asimismo, rechazada. Frente a la ortodoxia existencialista de la autenticidad por encima de todo, una cierta ?alienaci¨®n?, una cierta enajenaci¨®n mental es vivida como liberaci¨®n de los condicionamientos consuetudinarios y como transposici¨®n de eso que en mucho a bulto, seg¨²n se piensa, suele denominarse la personalidad, a otro plano de realidad. La vida es concebida como un ?errar? por el que bien puede caerse en ?error?. Pero ?d¨®nde est¨¢ el error? El supremo mandato de esta nueva moral, extremosamente opuesta a todas las anteriores, es la transgresi¨®n de todos los c¨®digos morales, el ?errar? m¨¢s all¨¢ de ellos. Por eso mismo, el coniportamiento llega a ser estimado como positivo, justamente en cuanto an¨®mico, ?desviado? o, como se dec¨ªa del de los poetas decadentes, ?maldito?. (Pero sin la ritual, sat¨¢nica ret¨®rica de que estaba te?ida esta palabra y la actitud misma de aquellos neorom¨¢nticos, y que es muy visible en todos los profetas de esta nueva moral, desde Sade hasta Bataille.) Esta es, en ¨²ltimo t¨¦rmino, la raz¨®n del prestigio creciente -el mundo al rev¨¦s- de la homosexualidad y, mejor a¨²n, de la bisexualidad -frente al ?puritanismo? homosexual intransigente, que tambi¨¦n se da, de la transexualidad, de la pansexualidad. Se trata de una verdadera transmutaci¨®n de los valores, de una nietzscheana transvaloraci¨®n (que, sin embargo, no se reduce -ser¨ªa demasiado simple- a poner lo de arriba abajo, y lo de abajo arriba): heterodoxia del errar en la aberraci¨®n del desviarse del ?buen camino?, el ortodoxo, el ?natural?.Advierta el lector, sobre todo el lector propenso a tentaciones inquisitoriales y excomulgatorias -tipo humano que, aun cuando pasado de moda, todav¨ªa subsiste-, que no estoy aprobando esta nueva y, como ya he dicho, extre mosa moral, sino simplemente describi¨¦ndola. Sin embargo quisiera agregar que el cristiano no tiene por qu¨¦ asociar a su fe la moral hasta ahora m¨¢s socialmente vigente entre nosotros, la que podemos llamar cristiano-burguesa. (Empleo aqu¨ª la palabra ?burgu¨¦s? en el sentido, anterior al marxismo, que le dieron, despectivamente, los rom¨¢nticos, entre los cuales, los rom¨¢nticos alemanes, sobre todo, empleaban tambi¨¦n, con la misma acepci¨®n, la palabra ?filiseo?.) No hay una moral cristiana, sino muchas: el cristianismo ha generado a trav¨¦s de la historia las m¨¢s diversas morates, sin que su ?buena nueva? dependa de ninguna de ellas. El riesgo de una interpretaci¨®n moral¨ªstica de la fe se cierne, quiz¨¢s hoy m¨¢s que nunca, sobre la Iglesia. Jesucristo, con su ?juego del amor?, nada tuvo que ver con ella. (Cito el t¨ªtulo de Anthony Burgess porque su libro, que deja atr¨¢s las interpretaciones ?existenciales? de Mauriac y Graham Greene responde bien a la sensibilidad cristiana de hoy.)
Al estilo de vida de Jes¨²s -amigo de las mujeres, en general, y de las prostitutas en parti ular, amigo de los econ¨®mica y los socialmente marginados, de los ¨¦tnicamente discriminados tambi¨¦n, pescadores y pobres enfermos y publicanos, samaritanos, respectivamente-; y con su estilo de vida, a la tendencia social de esta nueva moral, corresponde la reivindicaci¨®n actual de todos los marginados, mujeres, discriminados por raz¨®n de su sexo, j¨®venes, ni?os, viejos, minor¨ªas ¨¦tnicas supuestamente ?inferiores?, minusv¨¢lidos, subnormales, dementes, enfermos, presos. Junto a esta marginaci¨®n impuesta hay la marginaci¨®n libremente elegida: la global de los hippies, la de la pol¨ªtica al uso que, en mayor o menor grado, ha sido elegida tambi¨¦n por un n¨²mero creciente de nosotros.
As¨ª, pues, ni trabajo, ni diversi¨®n, ni integraci¨®n como sentido de la vida, sino bricolage total, vagabundo de la vida, y l¨²dica marginaci¨®n dentro de una cotidianidad nada solemne, nada ?importante?. Mas la vida cotidiana as¨ª exaltada no se encierra, en una privacy, posee in timidad real, s¨ª, pero ¨¦sta es comunicada, ?expuesta?, intercambiada. El gusto actual por las memorias, los diarios y, en general, toda clase de experiencias secretas, es creciente, pero pende de que sean pronto ?publicadas?, Es la contradicci¨®n, la paradoja de tina heterodoxia de la intimidad que se saca al conocimiento p¨²blico, al ?destape?.
?Sobre qu¨¦ fundamentos reposa la concepci¨®n de la moral y de los mores, de la vida, la intimidad y la comunicaci¨®n que aqu¨ª hemos descrito? Sobre el fundamento, dir¨ªa yo, de una heterodoxia con respecto a s¨ª mismo. Es el s¨ª mismo quien se revela roto en mil pedazos, recompuesto, y vuelto a romper, y de nuevo, siempre de mil maneras diferentes, como un caleidoscopio, a recomponer. La personalidad se vive como una m¨¢scara, bajo la cual hay otra, y debajo otra, y el rostro coincide, por turno, con ¨¦sta o con aquella, y el desnudo (des-nudo) se maniflesta como vestido, cuando no como el mejor disfraz, la identidad como des-identificaci¨®n, y la autenticidad como ?caracterizaci¨®n? (fabricaci¨®n de un ?car¨¢cter?). El hombre, que antiguamente viv¨ªa, casi exclusivamente, de la comunicaci¨®n interpersonal, y que, recientemente, ha inventado la comun¨ªcaci¨®n de masas a enormes distancias, est¨¢ aprendiendo ahora la comunicaci¨®n intrapersonal. Habla consigo mismo, lo que, naturalmente, no es nuevo, y aprende a verse desde fuera, a traspasar sus propios l¨ªmites , a salir de s¨ª y ser otro, a oponer a la vieja doblez moral, el des-doblamiento entitativo, el juego del escondite de s¨ª y para s¨ª, y el del encontrarse perdido.
?Encontrarse perdido?: parad¨®jica locuci¨®n que expresa muy bien, a la vez, el predicamento (condici¨®n) de la existencia contempor¨¢nea, y el predicamento (estimaci¨®n) contempor¨¢neo de la heterodoxia.
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