Un nuevo rumbo para la izquierda
Candidato al Congreso por MC-OIC
Son ya dos a?os de consenso, es decir, de entendimiento entre la derecha y la mayor parte de la izquierda. Esta pol¨ªtica, ciertamente ins¨®lita en un r¨¦gimen democr¨¢tico, ha encontrado su justificaci¨®n suprema en la necesidad de consolidar la libertad.
Hagamos las cuentas. ?Es hoy mayor la libertad que en febrero de l977? Parece evidente. ?Es hoy m¨¢s fuerte la causa democr¨¢tica? Resulta m¨¢s que dudoso.
En aquel momento las fuerzas m¨¢s reaccionarias de nuestra sociedad estaban menos envalentonadas que hoy. Retroced¨ªan.
Actualmente pasan a la ofensiva, Se intensifica la agitaci¨®n golpista. El Gobierno se atreve a extender la legislaci¨®n ?antiterrorista? violando derechos democr¨¢ticos elementales. Las arbitrariedades y cacicadas del Poder se multiplican. Euskadi conoce una ocupaci¨®n policial superior a la que sufri¨® bajo el franquismo. Las organizaciones fascistas despliegan una actividad creciente. La derecha econ¨®mica, la burgues¨ªa, manifiesta una agresividad inusitada.
La pol¨ªtica de consenso, de colaboraci¨®n con la derecha, ha minado a las fuerzas democr¨¢ticas y de izquierda. Las ha degradado.
La renuncia de los partidos mayoritarios de la izquierda a jugar el papel de oposici¨®n a la derecha, la firma de los pactos de la Moncloa, el compromiso constitucional que ha hecho posible la carta magna del nuevo r¨¦gimen derechista, el apoyo a los llamados pulcramente poderes f¨¢cticos, la complicidad con la pol¨ªtica ?antiterrorista? y antivasca del Gobierno han hecho a la mayor¨ªa de la izquierda menos izquierda y han sembrado la pasividad, el des¨¢nimo y la desorientaci¨®n en millones de personas de izquierda.
Hace a?os dijo un presidente americano: ?Lo ¨²nico que debemos temer es al temor?. Sabio consejo. Y prudente. El temor nunca puede dictar una pol¨ªtica. Menos a¨²n una pol¨ªtica de izquierda.
El temor, sin embargo, ha sido un ingrediente fundamental en la pol¨ªtica de los partidos mayoritarios de la izquierda. O consenso o vuelta atr¨¢s, han repetido irresponsablemente. Y otros peque?os partidos de izquierda, siguiendo la huella de los mayores y convirti¨¦ndose en su eco, han remachado: o esta Constituci¨®n o el franquismo.
A decir verdad, cuando se lleva alg¨²n tiempo en este curioso mundo de la pol¨ªtica, uno se acaba acostumbrando a no fijarse tanto en las palabras que oye como en las motivaciones que las inspiran.
?Cre¨ªan realmente estos partidos que era posible la resurrecci¨®n de Franco? Es impensable que as¨ª fuera. Tengo la convicci¨®n de que se han servido de esta coartada para justificar su desesperada, grotesca y triste b¨²squeda de un lugar bajo el sol del nuevo sistema pol¨ªtico. Y lo han conseguido. Unos m¨¢s, otros menos.
Pero ?a qu¨¦ precio? Al precio de vender su alma de izquierda al diablo de la reforma.
Justamente este es uno de los aspectos m¨¢s singulares y llamativos del proceso pol¨ªtico de los dos ¨²ltimos a?os. Me refiero a la capacidad en la reforma para absorber a la mayor parte de la izquierda. Ha sido uno de los principales ¨¦xitos de Su¨¢rez y, m¨¢s a¨²n, de quien representa al mayor nivel al r¨¦gimen actual, el titular de la corona. No ha sido un ¨¦xito de la izquierda.
Buscaban, dec¨ªa, un puesto en el nuevo, orden pol¨ªtico: la posibilidad de acercarse al Gobierno; cierto n¨²mero de esca?os; ser invitados a la Moncloa o -felicidad absoluta- a la Zarzuela; ser saludados y protegidos por esos se?ores de gris que antes los aporreaban; participar, en suma, poco o mucho -seg¨²n las posibilidades y ambiciones de cada cual-, en el reparto del pastel parlamentario.
Pero eso no es ser izquierda.
Y eso no consolida la libertad ni permite avanzar hacia el socialismo. Eso consagra la dominaci¨®n de las fuerzas reaccionarias de siempre, de las de antes, que siguen siendo las de ahora.
Decididamente, hay que dar un golpe de tim¨®n; hay que cambiar de rumbo.
?Y qu¨¦ rumbo tomar?
?Por qu¨¦ no mirar el pasado cercano, tan rico en ense?anzas? Lo que hoy tenemos no se lo debemos al consenso. Se lo debemos a lo que hubo antes del consenso. Pienso en las numerosas luchas obreras y populares. Pienso en las formas de unidad de la izquierda -o de la oposici¨®n democr¨¢tica, que para el caso ven¨ªa a ser lo mismo- que se gestaron en los a?os 75 y 76. Sin todo eso no hubiera habido amnist¨ªa, ni elecciones en junio de 1977, ni legalizaci¨®n de buen n¨²mero de partidos, ni procesos auton¨®micos de ning¨²n tipo. El consenso vino a recoger los frutos de esa presi¨®n unitaria y democr¨¢tica. Y vino tambi¨¦n a apuntarse el tanto imp¨²dicamente.
Si a mediados de 1976 se hubiera detenido la lucha popular y se hubiese desecho la unidad democr¨¢t ica por aquello de no excitar a los poderes f¨¢cticos, hoy habr¨ªa menos democracia y alguno de los partidos del consenso estar¨ªa todav¨ªa en la ilegalidad y, horrible drama, ser¨ªa extraparlamentario.
Hay que seguir adelante. Hay que resolver los problemas pendientes de soluci¨®n democr¨¢tica. Hay que comprender que el ¨²nico modo de consolidar la libertad es profundizando la democracia y haciendo retroceder de nuevo a las fuerzas del pasado.
Claro que todo eso supone romper con la din¨¢mica electoralista que hoy observamos y padecemos; supone renunciar, por parte del PSOE, a ese gran centro con UCD, que seria un rudo golpe para todas las gentes de izquierda y un considerable refuerzo para la pol¨ªtica de la derecha; supone que todos los partidos de izquierda se sienten en una mesa y elaboren un programa democr¨¢tico elemental; supone dejar de hacer promesas demag¨®gicas sobre el paro y que se precisen las l¨ªneas de una resistencia obrera contra la burgues¨ªa que permita arrancar los recursos necesarios a la clase capitalista; supone que se olviden las lamentaciones sobre la ?dif¨ªcil situaci¨®n en Euskadi? y que se apoye sin reservas la lucha del pueblo vasco por la autodeterminaci¨®n y sus derechos nacionales; supone que se combata por los derechos de la mujer a un puesto de trabajo, al aborto legal, a una sexualidad libre; supone reclamar la celebraci¨®n de un refer¨¦ndum democr¨¢tico para elegir libremente entre Rep¨²blica y Monarqu¨ªa; supone la exigencia de una ley antifascista que ponga coto a las agresiones y aventuras reaccionarias.
El Movimiento Comunista-Organizaci¨®n de Izquierda Comunista (MC-OIC) har¨¢ cuanto est¨¦ en su mano para lograr la unidad de la izquierda.
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