Pol¨¦mica ante la posibilidad de implantar servicios privados de vigilancia
El servicio de vigilancia nocturna de la ciudad es algo que ha estado en la mente de los madrile?os desde que hace un par de a?os el Ayuntamiento de Arespacochaga decidi¨® acabar con el antiguo sistema de vigilancia. Ahora, ya aprobada su vuelta, aunque bajo condiciones distintas, la vigilancia de las calles ha llamado la atenci¨®n a las compa?¨ªas privadas de seguridad, que quieren aplicar su campo de negocios ?al clima de inseguridad y miedo en que viven los madrile?os? de los barrios m¨¢s c¨¦ntricos, o de las nuevas urbanizaciones.
Jos¨¦ Luis Alvarez est¨¢ a favor de la vigilancia nocturna ejercida por empleados de esas compa?¨ªas privadas. A¨²n no se ha pronunciado oficialmente sobre el tema, entre otras cosas, porque no ha tenido ocasi¨®n concreta de hacerlo, pero su casa, uno de los primeros n¨²meros de la calle Madro?os, est¨¢ situada a pocos metros del control -caseta de guardia, luces en el suelo, barreras cortando la calle- ocupado por vigilantes de la compa?¨ªa de seguridad Ibeco, quienes desde hace un a?o velan por la tranquilidad de las familias del parque Conde de Orgaz.El servicio es bueno desde el punto de vista del que lo pide, y malo desde la perspectiva de quienes se oponen a la proliferaci¨®n de servicios no municipalizados. En el caso del parque Conde de Orgaz, la aceptaci¨®n ha sido mayoritaria y unas quinientas familias han firmado contrato con Ibeco.
El problema se centra en aquellas otras que prefieren no sentirse protegidas por nadie, aunque la contrapartida conlleve el riesgo de un asalto a mano armada en las vac¨ªas calles interiores del parque.
Cuando un vecino llega en su coche a la entrada del parque se encuentra con la calzada cortada por dos barreras, una desde cada acera, se?alizadas por avisos previos y una fuerte luz intermitente puesta en el suelo. Obligado a detenerse su veh¨ªculo, tendr¨¢ que contestar a las preguntas de un se?or uniformado, pistola al cinto, quien le interroga sobre qui¨¦n es y a d¨®nde se dirige. Si el vecino contesta a satisfacci¨®n del vigilante, sigue su camino. Si se niega a dar explicaciones a una persona que oficialmente no detenta ninguna autoridad, puede sufrir algunas molestias. Desde luego no conseguir¨¢ pasar si previamente no sostiene una agria discusi¨®n -??Puede usted ense?arme el carnet?? ??Y por qu¨¦ tengo que hacerlo?? ??Puede usted decirme d¨®nde vive?? ?Supongamos que no quiero?-, que suele terminar por aburrimiento tenso de uno de los contendientes.
Si el vecino se atreve a sortear la barrera y continuar su marcha, el veh¨ªculo de vigilancia le seguir¨¢ hasta cerciorarse que entra normalmente en una vivienda.
El caso extremo es el del automovilista que vive en un barrio cercano y sin accesos adecuados, pensemos en Comillas, y que quiere atajar por la calle Madro?os. Es muy posible que no le permitan entrar, o que lo hagan despu¨¦s de dar muchas m¨¢s explicaciones de las habituales.
Dentro del parque, viviendas unifamiliares en las que habitan nombres conocidos -artistas, ex alcaldes- y otros no tan conocidos, pero tambi¨¦n importantes -hombres de negocios, embajadores- Las afiliadas al servicio ostentan un escudo en la puerta avisando de su condici¨®n de socios. Las otras, no. Esas indicaciones pueden servir a los vigilantes para saber cu¨¢les son las casas a las que oficialmente deben prestar atenci¨®n, y, en pura teor¨ªa, servir¨ªan para orientar al hipot¨¦tico atracador sobre los objetivos m¨¢s f¨¢ciles, por simple deducci¨®n.
El tema de vigilantes, privados es delicado. Baste recordar el joven muerto por uno de ellos hace unos meses en Azca, s¨®lo porque aqu¨¦l sospech¨® algo. ?Desde el momento en que una persona lleva armas existe la posibilidad de que la use, y ?qui¨¦n se atreve a delimitar cu¨¢ndo lo hizo con fundamento y cu¨¢ndo no??, dicen los vecinos que se oponen a este tipo de vigilantes. ?Un guarda sin armas no es eficaz, cuando cualquier ratero lleva una navaja o una escopeta de ca?ones recortados?, argumentan los vecinos que han contratado el servicio privado de vigilancia.
En medio, la dif¨ªcil frontera de la aplicaci¨®n de normas de seguridad y la ca¨ªda en el arbitrarismo o el abuso de funciones. En el caso del parque Conde de Orgaz hay un factor menos de confusi¨®n. Al ser una colonia privada, la ley permite expl¨ªcitamente la existencia del servicio, aunque la ley no pueda prever los conflictos individuales que plantea. Dentro del parque, las calles est¨¢n vac¨ªas, es un urbanismo individualista, orientado a la permanencia dentro de las viviendas, y las personas ajenas a la urbanizaci¨®n, f¨¢cilmente detectables.
La pol¨¦mica se centra en los casos en que una compa?¨ªa privada contrate sus servicios con comunidades de vecinos situadas en v¨ªas p¨²blicas -existen ya varias negociaciones- y se vea en la necesidad de inspeccionar a distancia la actuaci¨®n de personas que no sean del barrio, pero que tienen perfecto derecho a deambular por donde les plazca. Por ahora no se conoce si el Ayuntamiento, o el Gobierno Civil (tambi¨¦n la competencia de la autorizaci¨®n est¨¢ sin determinar) permitir¨¢n su implantaci¨®n. Todo depende de la interpretaci¨®n jur¨ªdica que los t¨¦cnicos deduzcan del estudio del decreto-ley por el que se vuelve a poner en vigor los servicios de vigilancia nocturna.
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