El nacionalismo gal¨¦s, en declive
El Gobierno laborista brit¨¢nico espera con los dedos cruzados los resultados de los refer¨¦ndums auton¨®micos que se celebran ma?ana en Escocia y Gales, de los que puede depender su supervivencia inmediata. Un resultado negativo y la eventual retirada del apoyo parlamentario que le prestan los diputados nacionalistas abonar¨ªa el terreno a la oposici¨®n conservadora para derribar al primer ministro, James Callaghan, en un voto de confianza. Y el premier, como asegur¨® claramente ayer en una larga entrevista televisada, tiene intenci¨®n de permanecer en el poder hasta oto?o, en que son inevitables unas elecciones generales.
?Qui¨¦n quiere hoy la autonom¨ªa en Gales? Seg¨²n un sondeo de opini¨®n publicado en el peri¨®dico pro devolucionista de Cardiff Western Mail, s¨®lo un 22% del electorado, contra un 57% que se opone. Quiz¨¢ por ello, Callaghan envi¨® ayer a la capital galesa a sus manos derechas econ¨®mica y pol¨ªtica, el canciller Denis Healey y el l¨ªder de los Comunes, Michael Foot, en un ¨²ltimo esfuerzo para inflamar los ¨¢nimos de los votantes a favor del ?s¨ª?.En el caso de Gales, los argumentos pr¨¢cticos parecen haber rebasado en el ¨¢nimo de la mayor¨ªa de los votantes a los m¨¢s doctrinales del Partido Nacionalista, hasta el punto de que el Plaid Cymru (en ga¨¦lico, Partido de Gales) -con tres asientos en el Parlamento de Westminster, que reflejan el apoyo de poco m¨¢s del 10% del electorado- ni siquiera ha sido el motor de la campa?a en favor del ?s¨ª?, cuyo peso ha reca¨ªdo en los laboristas, que controlan el 50% de los votos del pa¨ªs. Despu¨¦s de muchas vacilaciones, y derrotada su ala m¨¢s autonomista, el Plaid Cymru, nacido en 1925 y a cuyos resultados electorales a finales de los a?os sesenta se debi¨® el origen de la legislaci¨®n descentralizadora brit¨¢nica, ha pasado a apoyar desde un segundo plano unas reivindicaciones que nada tienen que ver con la idea nacionalista de autogobierno.
Dependencia econ¨®mica
Los partidarios del ?s¨ª? en Gales no pretenden expresar una voluntad de afirmaci¨®n nacional, sino m¨¢s bien un intento democratizador de la propia burocracia ya existente y un mayor poder de negociaci¨®n econ¨®mica ante Londres. A diferencia de Escocia, las apelaciones independentistas no hacen hoy ninguna mella en un pa¨ªs de 2.800.000 habitantes econ¨®micamente deprimido y, en consecuencia, agudamente dependiente de las subvenciones del Gobierno. S¨®lo una minor¨ªa, insuficiente para modificar el statu quo, parece estar motivada por sentimientos nacionales profundos.Aunque el 40% del censo se pronuncie a favor de las propuestas descentralizadoras -y la impresi¨®n predominante es que no ser¨¢ as¨ª- el voto de Gales no tendr¨ªa m¨¢s trascendencia que la de su simbolismo como reflejo de un empalidecido sentimiento de identidad nacional. Porque la ley auton¨®mica no ofrece a este pueblo de mineros y en otro tiempo de verdes valles, nada digno de aquel nombre. La Asamblea de Cardiff no tendr¨¢ poder legislativo, contrariamente a la de Edimburgo, ni podr¨¢ decretar y recaudar impuestos. Las relaciones exteriores, la defensa, el comercio, la econom¨ªa, las relaciones laborales, los tribunales y la ley penal, todo, seguir¨¢ siendo prerrogativa de Londres. A Gales s¨®lo se le ofrece la posibilidad de reorganizar su Gobierno local y de agilizar la gesti¨®n administrativa que el actual Welsh Office, una suerte de peque?o ministerio para el pa¨ªs, desarrolla ahora en Cardiff.
Temores de los partidarios del "no"
A pesar de ello, algunos de los partidarios del ?no? -una heterog¨¦nea coalici¨®n de circunstancias entre laboristas que desaf¨ªan la l¨ªnea del partido, conservadores y galeses sin fillaci¨®n pol¨ªtica- ven en la ley que se vota ma?ana un fermento separatista y un peligro futuro de dominaci¨®n por la minor¨ªa nacionalista y gaelicoparlante. La mayor¨ªa antidevolucionista, sin embargo, dice rechazar la idea de una asamblea propia, porque ¨¦sta se limitar¨¢ a ser un nuevo pelda?o burocr¨¢tico, inefectivo y caro de sufragar.Detr¨¢s del eslogan ?Gales quiere seguir siendo ingl¨¦s? hay, en realidad, miedo a perder parte de las actuales subvenciones de Londres si se consolida una relaci¨®n de menor dependencia y m¨¢s reivindicativa. Este temor a perjudicar las relaciones econ¨®micas actuales que parece preocupar a la mayor¨ªa, no impide, sin embargo, que como consecuencia de ellas el ¨ªndice de desempleo del pa¨ªs sea mayor que el del conjunto del Reino Unido, peores sus escuelas y sus casas y alarmante el declive de sus industrias carbon¨ªfera y sider¨²rgica.
Cierto fatalismo
En este contexto, sin duda dominado por un cierto fatalismo, fruto de lo malo existente y de lo mediocre ofrecido, se va a desarrollar la votaci¨®n de ma?ana. Una batalla cuyo resultado depende, probablemente de lo que decida el cintur¨®n industrializado del Sur, un ¨¢rea de sesenta kil¨®metros que tiene por centro Cardiff, y que alberga casi a la mitad de la poblaci¨®n del pa¨ªs.Gales ofrece en 1979 un ejemplo de sociedad dividida y privada en gran parte de la savia nacional que ha mantenido casi intacta su cultura y su identidad durante los ¨²ltimos cuatrocientos a?os. Y por a?adidura se sabe el ?pariente pobre? de Escocia en la cuesti¨®n auton¨®mica.
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