Un mal programa de televisi¨®n
Tras varios a?os de trabajo en televisi¨®n, Mark Rydell debut¨® en el cine con La zorra, obra de alguien que jam¨¢s sospech¨® que existieran diferencias entre uno y otro medio y a la que los casi doce a?os transcurridos desde su realizaci¨®n no han hecho sino realzar lo que siempre fue: un objeto absolutamente in¨²til.La zorra de Mark Rydell es televisi¨®n y mala. La obra de Lawrence ha sido convertida en un follet¨ªn melodram¨¢tico de leves insinuaciones er¨®ticas que el tiempo ha transformado de atrevidas en cursis y rid¨ªculas. El pobre y barato efectismo de la realizaci¨®n se ve reforzado por una empalagosa m¨²sica de Lalo Schifrin y por la peor fotograf¨ªa de William Fraker y culmina en un duelo de miradas, de una pretenciosidad que no conoce limites, entre las dos zorras: Helen y la zorra. Rydell establece continuos paralelismos entre una y otra en un ejercicio de simbolismo divulgativo que resulta torpemente machac¨®n a base de hacer evidente lo que deb¨ªa permanecer a nivel de sugerencia. Rydell quiere ser entendido, pero parece ignorar que la insistencia martilleante acaba por provocar indiferencia y su realizaci¨®n ampulosa enfatiza hasta los planos m¨¢s insignificantes.
La zorra (The Fox)
Director: Mark Rydell. Gui¨®n: Lewis John Carlino y Howard Koch, basado en la novela hom¨®nima de D. H. Lawrence. Fotograf¨ªa: William Fraker. M¨²sica: Lalo Schifrin. Int¨¦rpretes: Anne Heywood, Sandy Dennis y Keir Dullea. Norteamericana, 1967. Locales de estreno: Minicine 2 y Alb¨¦niz.
Pero donde m¨¢s se revela la pretenciosidad de la empresa es en la direcci¨®n de actores. Los tres protagonistas parecen enfrentarse en una re?ida competici¨®n por lograr la mirada m¨¢s perforadora, la mand¨ªbula m¨¢s desencajada o la mueca m¨¢s enfermiza. Si el recientemente desaparecido maestro Jean Renoir sosten¨ªa la teor¨ªa de que al interior s¨®lo puede llegarse a trav¨¦s del exterior, la t¨¦cnica de Rydell parece consistir en sacar el interior a la superficie, como si todo se redujese a un simple problema de gesticulaci¨®n. Dullea, Dennis y Heywood son conscientes de trabajar en un campo donde lo psicol¨®gico prevalece sobre lo f¨ªsico y se entregan al consiguiente ejercicio exhibicionista de interioridades. Parece claro que a Rydell le gustar¨ªa ser de mayor un retratista de pasiones intensas, un cronista de temas fuertes, es decir, un Elia Kazan, un William Wyler o un Fred Zinemann, pero carece de la habilidad, la militancia y el sentido teatral suficientes.
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