Angel Garc¨ªa L¨®pez
Apareci¨® por el Caf¨¦ Gij¨®n mediados los sesenta. Tra¨ªa su cara huertana de andaluz a trastueque y una bondad de voz que daban ganas de abrazarse a su corbata fea.Ven¨ªa en las tardes lentorronas, hablaba de poes¨ªa en la tertulia intemporal con mucho consumo de agua. Ahora le han dado el premio ese de la Cr¨ªtica. Los cr¨ªticos, que debieran ser gentes avizor, resulta que no son precisamente torres de Dios (como viera el poeta a los poetas), sino funcionarios del misterio que nos descubren anualmente al se?or misterioso cuando lo tenemos m¨¢s que descubierto. Ay.
Ven¨ªa en las tardes, Angelito Garc¨ªa L¨®pez, trayendo una luz andaluza a la espalda, una tarde andaluza que se le filtraba y expand¨ªa en la voz. Trayendo unos versos donde el sentimiento se salvaba -ay- gracias a los rigores y l¨¢tigos de la palabra, que le ten¨ªa ¨¦l muy mucho miedo al barroquismo y el florilegio natural andaluz.
Ven¨ªa, e iba hacia la cercana Organizaci¨®n Nacional de Ciegos, donde era y no s¨¦ si es profesor de luz (como el nietzscheano profesor de energ¨ªa). Profesor de luz para los invidentes de la ONCE, y no hay iron¨ªa, claro, porque es la m¨¢s luminosa literatura lo que Angel ense?a en ese sitio, o ense?aba, la m¨¢s encendida palabra castellana. Y si ¨¦l les dio su luz, a los invidentes, ellos le daban, sin duda, la mallarmeana rosa de las tinieblas, eso que el que no ve, ve como nadie. Ya ven si viene enriquecido el poeta.
El maestro Rodr¨ªguez Albert, ciego y l¨ªrico, Espl¨¢ de sombras, reci¨¦n fallecido, andaba tambi¨¦n, de ac¨¢ para all¨¢, en este informe sobre ciegos. Angel Garc¨ªa L¨®pez y yo, un d¨ªa -qu¨¦ pena- dejamos de vernos.
El entre ciegos y poetas. Yo entre pol¨ªticos y marquesas. Ya ves que prostituci¨®n, Angel, amor. Pero Alfonso L¨®pez-Gradol¨ª y otros amigos y poetas, buenos conductores de la electricidad amistosa, me hablan siempre de ¨¦l:
-Angel cita tus libros. Se sabe fragmentos enteros de memoria.
Hace poco me ha escrito. Su letra clara de hombre desconcertantemente bueno (la bondad hace buena letra: as¨ª vienen de confusos los an¨®nimos). ?Paco, me han operado de un pulm¨®n, he estado muy malo. Tengo aqu¨ª unos libros suyos, quiero que me los firmes. ?Tendr¨¢s un rato libre para m¨ª?? La prisa, que no es sino una forma acelerada de la avilantez, me ha impedido incluso contestarle. Pero qu¨¦ nostalgia, en mi vida de prisa, de esos amigos poetas y enfermos que viven despacio contabilizando la luz de los sanatorios y acentuando la rosa y el heptas¨ªlabo donde se debe. Qu¨¦ nostalgia, Angel.
No es que ese premio sea nada, porque todo es poco para ¨¦l, pero me devuelve como actualidad lo que he perdido como convivencia: un hombre. Y esto me permite hacerle un art¨ªculo y decir que, ahora que la poes¨ªa ha huido nuevamente hacia la cultura, desertando del tiempo (eso no es malo, ni lo contrario: todo es bueno y turnante), ahora, Angel consigue un exigente premio, se le concede algo sin concesiones, porque se ha decidido a incorporar los or¨ªgenes hist¨®ricos a su actualidad democr¨¢tica, en Mester andalus¨ª, como estamos haciendo todos en una u otra medida, se ha dejado invadir de poetas ¨¢rabes en un fragor de nardos manuscritos que nos hermana con nosotros mismos y desmiente, al m¨¢s puro nivel de la luz, la idea goda y berroque?a de patria que otros esgrimen como espad¨®n de Loja o de Fournier.
Ven¨ªa en las tardes lentorras, calentorras, con su cara un poco de patata, como la de Miguel Hern¨¢ndez (a ver si encuentran una foto tuya en el peri¨®dico, poeta) y yo gozaba la emoci¨®n de su lentitud segura, de su ceceo amigo, de su andaluceo andalus¨ª (ahora lo ha dicho), y le ve¨ªa desprenderse de recargadas alforjas l¨ªricas para ir quedando, puro y enfermo, entre sus andaluces y sus ciegos. Hasta imponer su poes¨ªa de la emoci¨®n en plena poes¨ªa de la cultura. Lo del pecho parece que va bien, que va mejor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.