El p¨²blico no se ensa?¨® con los futbolistas por la huelga del pasado domingo
Los defensores de los viejos privilegios auguraban -porque lo deseaban- una jornada futbol¨ªstica en la que las trifulcas de los aficionados resultasen sonadas. Hubo pitos, pero menos. Hubo aplausos, para compensar, pero tampoco sin pasarse. Aqu¨ª no ha pasado nada. O lo de casi siempre: empate milagrero del Madrid, tras una reacci¨®n vibrante; empate casero del Atl¨¦tico, cosa que ya hab¨ªa sucedido en cinco ocasiones; derrota del Valencia, como ya hab¨ªa pasado siete veces; fue derrotado el Barcelona en su desplazamiento por octava vez; gan¨® el Sp¨®rting y mantuvo el liderato, y, como en cada domingo, hubo quienes aburrieron a las amapolas. Es decir, variaciones sobre el mismo tema.
La Federaci¨®n hab¨ªa decretado indulto previo, porque se estimaba que los campos se iban a llenar de almohadillas por las iras de los espectadores a consecuencia de la huelga. Fue un modo de provocar alteraciones de orden p¨²blico. Fue una sutil invitaci¨®n a los aficionados para que sin riesgo alguno expresasen sus protestas. El p¨²blico no se dej¨® influir sobremanera y no provoc¨® algaradas para vengar a clubs y Federaci¨®n. En el Manzanares las protestas fueron por el empate. La venganza ya se la tomar¨¢n algunos a final de temporada, cuando dejen los acostumbrados cheques sin fondos y letras impagadas. Hubo almohadillas en San Mam¨¦s por el gol madridista que supuso el empate definitivo. O sea, que las almohadlillas impunes cayeron por lo que suelen ser lanzadas cada domingo. Hay que reconocer que el p¨²blico bilba¨ªno est¨¢ este a?o un tanto mosca con su equipo, que atraviesa un profundo bache, que, por supuesto, nada ha tenido que ver con la huelga. El p¨²blico vizca¨ªno debe empezar a hacerse a la idea de que lo suyo es venir a Madrid a finales de junio para jugar la Copa con el que se tercie. No jugar la Copa s¨ª debe ser motivo de enfado. Pero no s¨®lo para ellos, sino para la del resto del pa¨ªs, porque una final sin el Athl¨¦tic no es una final.El Sp¨®rting se ha quedado, de nuevo, solo en cabeza, pero el punto obtenido por el Madrid en Bilbao puede ser de los que Juan Jos¨¦ Castillo, entre entr¨®-entr¨®, llama de oro. Por cierto que se nos viene encima otra vez el tenis y no estamos preparados. Antes, sin la democracia, est¨¢bamos m¨¢s mentalizados para ver si entraba o no entraba la bola. Resulta que los sovi¨¦ticos, que nos visitan de nuevo, nos traen viejos conocidos. El estudiante de periodismo de Tblissi Alexander Metreveli, al que vimos frente a Santana, debe ser ya doctor honoris causa, ya que no le queda el recurso de representar a una multinacional de cigarrillos como a su ex adversario. Los sovi¨¦ticos no han mejorado gran cosa en tenis. Los espa?oles tampoco hemos cambiado demasiado, porque Orantes ya lleva un rato en esto. Por no variar, tenemos incluso a Higueras, que es una especie de Gisbert, por su irregularidad, y una r¨¦plica de Couder, en lo de devolver bolas cual front¨®n.
Visto que el tenis se ha estancado, a pesar de que hay m¨¢s j¨®venes promesas que nunca -en la ¨¦poca de Santana era sexto jugador de Espa?a Alberto Arilla, que estaba retirado-, tendremos que alimentar la afici¨®n con el f¨²tbol de siempre. Esta semana tenemos fiesta gorda, con la actuaci¨®n de los muchachos del se?or Kubala. Dec¨ªa hace unos d¨ªas Pahi?o que a ¨¦l le echaron del Madrid por considerarle rojo. En la selecci¨®n que ha ido a Bratislava ha habido que echar mano de huelguistas y del comit¨¦ de huelga. En algo se hab¨ªa de notar el cambio. Claro que por Asturias dicen que no creer¨¢n en la democracia mientras no vean al Sp¨®rting campe¨®n.
Hace unos a?os, cuando los jugadores de la selecci¨®n espa?ola eran chicos modositos e incapaces de darle un disgusto a nadie, tuvieron que escuchar en Praga como himno nacional el de Riego. A los huelguistas de ahora hay que suponer que les tocar¨¢n el oficial, porque por Checoslovaquia ya ha pasado varias veces el Madrid de baloncesto y Saporta en esas cosas era muy previsor y siempre llevaba en la maleta un disco y una bandera, para evitar errores.
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