Superman¨ªas
Existe una clase de profesionales a¨²n m¨¢s sospechosa que la de los mitificadores y es la de los desmitificadores. Me refiero a esas prosas, generalmente administrativas, que aprovechan la oportunidad de cualquier tinglado consum¨ªstico de fabricaci¨®n americana para lucir sus plumas denunciando con ret¨®rica compunci¨®n nuestra, todav¨ªa no muy conocida, dependencia mercantil de la metr¨®poli yanqui.Se lloran los estragos del imperialismo ideol¨®gico propiamente dicho, mientras se plagian con candor infantil las ofertas de otro mercado igual de ajeno a nuestras costumbres intelectuales y por el que tambi¨¦n pagamos buenos royalties. Cuando pase todo esto de la superman¨ªa, ya me explicar¨¢n con detalle los contables del Reino, si la importaci¨®n de los productos manufacturados de la industria, hollywoodense causa m¨¢s desequilibrio en nuestra balanza de pagos que la importaci¨®n alegre de las metodolog¨ªas supuestamente desmitificadoras que derivan de las cada vez m¨¢s tediosas y redundantes escuelas semi¨®tico-sociol¨®gicas italianas, francesas, anglosajonas o sovi¨¦ticas.
Tiene gracia, por lo menos, esto de oponerse a un colonialismo manejando con desfachatez injustificada el aparato cr¨ªtico de otro colonialismo cultural. La guerrilla en la que estamos metidos no es la de Superm¨¢n contra las municipales democr¨¢ticas, sino la de Umberto Eco y sus amigos del alma contra Superm¨¢n: las ingeniosidades po¨¦ticas del David italiano contra las perversidades pol¨ªticas del Goliat americano. La nueva mitolog¨ªa de la desmitificaci¨®n frente a la desmitificaci¨®n que emana de las mitolog¨ªas nuevas. Match nulo, con toda probabilidad.
Los mitos de ahora mismo, miren, excusan cualquier farragosa explicaci¨®n racionalista: surgen nombr¨¢ndose como tales, hu¨¦rfanos de aquella insufrible moral naturalista que los hizo tan c¨¦lebres -desmoralizantes, pero tambi¨¦n desmoralizados-, cl¨ªnicamente pueriles, cad¨¢veres exquisitos.
Como se sabe, una de las astucias memorables del neocapitalismo ha sido la lectura y asimilaci¨®n de la obra capital de Marx. Aqu¨ª ocurre otro tanto y nadie me va a quitar de la cabeza que los mercachifles de esta superman¨ªa conocen al dedillo, mejor que cualquier licenciado en Ciencias de la Informaci¨®n, los trabajos de Eco, Barthes, Dorfman y toda esa sinonimia que no hacemos m¨¢s que citar y repetir como papagallos en celo. Lo verdaderamente est¨²pido es malgastar p¨¢ginas, tiempo y divisas intentando demostrar que Clark Kent y compa?¨ªa intentan vendernos la cosa del ?american way of life? cuando por las vallas publicitarias de la ciudad leemos sin esfuerzo semi¨®tico que los muchachos del Burger King nos invitan a beber Coca-Cola acompa?ados de Superm¨¢n y con promesas de viajes a Cabo Kennedy. Estos no son mythos, que son logos con salsa de tomate.
Entonces puede ocurrir que la irracionalidad no est¨¦, como era tradicional, del lado del nuevo h¨¦roe del mercado porque ha sido desplazada a la mim¨¦tica industria de la cr¨ªtica cultural que va unida, a modo de Pepito Grillo, al producto mal¨¦volo. Ya son bastante m¨¢s ingenuos -y aburridos- los prop¨®sitos desmitificadores que los desprop¨®sitos m¨ªticos.
Matar lo que ya est¨¢ muerto es drama que puede resultar atractivo en una pel¨ªcula de Hitchcock o en una novela de Simenon. Como actividad de la conciencia cr¨ªtica, es recurso narrativo lamentable. La nueva era tecnol¨®gica no ha resucitado el mito, como se dice por ah¨ª: ha provocado su reflexi¨®n: la mitolog¨ªa. Y, desde el Renacimiento, la mitolog¨ªa est¨¢ del lado de la ciencia y no de las tinieblas: es precisamente la verdadera ciencia del consumo. De ah¨ª que los mitos ya nazcan desmitificados.
Pronunciamos la palabra ?Superm¨¢n? y al conjuro de ese tris¨ªlabo acude Umberto Eco disfrazado de Clark Kent para ofrecernos una Cocacola del Burger King, en cuyo tap¨®n podemos encontrar una beca de ampliaci¨®n de estudios para la Universidad de Bolonia. Servicio completo.
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