El PCE, en busca del modelo pol¨ªtico italiano
EL PCE ha sido el partido parlamentario que ha salido proporcionalmente mejor librado de la prueba de las urnas, aunque los correctivos a la proporcionalidad en el Congreso recorten sus esca?os y el sistema mayoritario en el Senado le deje fuera de la C¨¢mara alta. Ahora bien, su ganancia de sufragios (alrededor de 300.000) adquiere un aire m¨¢s modesto si se recuerda que el censo hab¨ªa aumentado en tres millones de votos juveniles y si se toma en consideraci¨®n la baja cota de la que part¨ªa. Algo hay que no marcha o que no funciona todav¨ªa en la b¨²squeda del PCE de su espacio electoral. Las explicaciones dadas por los comunistas a los comicios de 1977, decepcionantes para un partido que tan destacado papel hab¨ªa jugado en la oposici¨®n al franquismo, se han mostrado incorrectas. A lo largo del ¨²ltimo a?o y medio los comunistas han hecho una pol¨ªtica lo suficientemente responsable y convergente con el Gobierno como para hacer desaparecer todo vestigio del ?voto del miedo?.Las dificultades electorales del PCE nacen de la contradicci¨®n entre las nuevas funciones que los comunistas han decidido asumir desde hace una d¨¦cada, y que no son otras que las propias del socialismo democr¨¢tico, y las tradiciones y pautas de comportamiento de una organizaci¨®n forjada para el cumplimiento de tareas hist¨®ricas y pol¨ªticas de signo incluso antag¨®nico. Hay un ejemplo de que no es imposible que un partido de la III Internacional, educado en el marxismo-leninismo, la obediencia a la URSS y la lucha por la dictadura del proletariado, se transforme en otro no demasiado diferente de lo que fueron las secciones de la II Internacional antes de la gran guerra. En Italia, los comunistas han logrado laminar a los socialistas, ocupar su espacio electoral y montar con la Democracia Cristiana ese sistema de ?bipartidismo imperfecto? tan vituperado por Santiago Carrillo en Espa?a. El proyecto, as¨ª pues, no es inviable. La cuesti¨®n es saber si el PCE ser¨¢ capaz de realizarlo y el PSOE de permitirlo.
Las circunstancias nacionales e internacionales condicionar¨¢n esa pugna por la hegemon¨ªa de la izquierda espa?ola, pero ser¨¢n las estrategias de ambos partidos las que decidan su desenlace. En este sentido, las cr¨ªticas del PCE contra el PSOE durante la campa?a electoral, que no han sido muy eficaces para los comunistas, pero que han dejado heridas de dif¨ªcil cicatrizaci¨®n dentro de la izquierda, se inscribieron m¨¢s en la l¨ªnea de Thorez y March¨¢is que en la de Togliatti y Berlinguer. Mientras en Italia comunistas y socialistas caminaron por la misma senda hasta 1956, con resultados ¨®ptimos para los primeros, los ataques de Santiago Carrillo a sus ?hermanos separados? trajeron a la memoria las viejas estampas de la III Internacional, cuando las bases ? revolucionarias ? socialistas eran invitadas a votar comunista para castigar las desviaciones derechistas de sus dirigentes ?socialtraidores?. Este primer intento de desgastar al PSOE con las t¨¢cticas de los a?os treinta ha producido extra?os resultados. Las especulaciones sobre el pacto secreto entre UCD y PSOE han podido desviar sufragios socialistas hacia el partido del Gobierno, pero, en cambio, el PCE s¨®lo ha obtenido modestas ventajas de la operaci¨®n, posiblemente haciendo suyo el antiguo voto PSP. Y all¨ª donde el PSOE ha sufrido serios quebrantos (el regionalismo moderado andaluz y el nacionalismo radical vasco), los comunistas no han sido los beneficiarios.
El proyecto pol¨ªtico-electoral del PCE no se limita a tratar de desplazar de su lugar al PSOE. Aspira tambi¨¦n a conservar la antigua clientela de cuando era un partido marxista-leninista. Es notable que haya sido la candidatura de Ignacio Gallego en C¨®rdoba, que entronca con esas viejas tradiciones, la m¨¢s votada en toda Espa?a. Pero en ese terreno el PCE comienza, a su vez, a ser desafiado desde su izquierda. La decisi¨®n del PTE y de la ORT de unirse bajo las banderas del marxismo-leninismo y del pensamiento de Mao Zedong, muestra la resistencia de las ideolog¨ªas a extinguirse y la existencia de voluntarios dispuestos a recoger los estandartes abandonados por el PCE a lo largo de su camino.
El PCE se encuentra as¨ª forzado a librar una lucha en dos frentes: necesita a un tiempo captar a los sectores no ideologizados de la clase trabajadora y a las capas medias y conservar los sufragios de la clase obrera industrial m¨¢s politizada, de los jornaleros agr¨ªcolas y de los intelectuales radicales. La complejidad del empe?o ha sido puesta de manifiesto por el hecho de que en estas elecciones la hegemon¨ªa sindical del PCE en CCOO no se ha translucido en las urnas. S¨®lo esa escisi¨®n entre la afiliaci¨®n sindical y el compromiso de voto puede explicar que el PSOE haya obtenido doce esca?os en Madrid, mientras que un dirigente de CCOO tan popular y tan capaz como Nicol¨¢s Sartorius se haya quedado sin acta de diputado. El estancamiento del PSUC en Catalu?a parece tambi¨¦n apuntar hacia la existencia de dificultades objetivas para plasmar en la realidad la estrategia ?eurocomunista?, mientras no se lleven hasta las ¨²ltimas consecuencias los postulados incluidos en sus premisas.
Lo que remite, en ¨²ltima instancia, a una caracter¨ªstica del PCE en la que radica tanto su fuerza como su debilidad: un experimentado, cohesionado y veterano grupo dirigente, formado en la Rep¨²blica, la guerra civil y el exilio para unas tareas radicalmente diferentes de las que ahora se propone afrontar. No es f¨¢cil transformar un ?partido de lucha? en un ?partido de Gobierno?. La ambici¨®n de Santiago Carrillo es lograr que el PCE sea las dos cosas a la vez. Y su decisi¨®n es no s¨®lo conseguirlo, sino tambi¨¦n que el remozamiento del grupo dirigente se haga de manera tal que garantice la continuidad de una direcci¨®n pol¨ªtica. Ese grupo dirigente, capitaneado por el propio Carrillo, ha impreso sus se?as de identidad al PCE a trav¨¦s de cambios de estrategia, revisiones ideol¨®gicas, virajes t¨¢cticos y mudanzas de lealtades. A lo largo de los ¨²ltimos a?os, el PCE ha abandonado el marxismo-leninismo, se ha distanciado de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, ha aceptado la Monarqu¨ªa y ha reemplazado el objetivo de la dictadura del proletariado por la meta del socialismo en libertad. Toda una leg¨ªtima metamorfosis que trata ¨²nicamente de robar, sin grandes ¨¦xitos, el espacio electoral del PSOE, al tiempo que garantiza la permanencia de las personas en los cargos del partido. La interrogante es si Santiago Carrillo ser¨¢ capaz o no de obtener un ¨¦xito en su persecuci¨®n del modelo italiano, tan tenazmente buscado por ¨¦l. Tan peligroso, a?adimos nosotros, para la estabilidad pol¨ªtica a medio plazo de este pa¨ªs.
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