La coalici¨®n de las decepciones
Los SUFRAGIOS conseguidos por Coalici¨®n Democr¨¢tica el 1 de marzo, bastante inferiores a los obtenidos por Alianza Popular en las anteriores elecciones legislativas, constituyen la confirmaci¨®n de las dificultades estructurales para organizar a la derecha espa?ola en dos grandes bloques (como lo est¨¢ en Francia, por ejemplo).En Espa?a, la b¨²squeda de una segunda gran formaci¨®n derechista, ideada para pactar en igualdad de condiciones con UCD, evitar cualquier tentaci¨®n de pacto de legislatura o Gobierno de coalici¨®n de Su¨¢rez con los socialistas y permitir la resurrecci¨®n pol¨ªtica de algunos L¨¢zaros hibernados durante la etapa de la transici¨®n, ha descansado sobre un gigantesco equ¨ªvoco. En las listas de Coalici¨®n Democr¨¢tica se han dado cita candidatos con concepciones ideol¨®gicas y prop¨®sitos pol¨ªticos muy diversos. Y as¨ª, aunque la abrumadora mayor¨ªa de los aspirantes a esca?o ten¨ªan en com¨²n sus servicios prestados al anterior r¨¦gimen, no han faltado casos como el de Antonio de Senillosa, cabecera de lista por Barcelona, veterano y batallador miembro de la oposici¨®n democr¨¢tica moderada bajo el franquismo.
En sustancia, el llamado ?pacto de Aravaca? fue un compromiso electoral entre los desenga?ados de las posibilidades hist¨®ricas del populismo neofranquista, por una parte, y los desencantados con la pol¨ªtica general de UCD y los procedimientos de selecci¨®n del personal gobernante puestos en pr¨¢ctica por el se?or Su¨¢rez, por otra. Se trataba de la convergencia de dos decepciones. Lo notable de la operaci¨®n es que no ha tenido efectos electorales multiplicadores o aditivos, sino que ha restado alrededor de una cuarta parte a los sufragios obtenidos en junio de 1977 por el se?or Fraga, uno de los tres firmantes del pacto.
La estimaci¨®n del n¨²mero de electores decepcionados con UCD que han votado a Coalici¨®n Democr¨¢tica es una tarea imposible. Algunos de los l¨ªderes representaban esa corriente potencial, pero ignoramos si han atra¨ªdo o no, efectivamente, votos. Los ex suaristas en estado puro, como Osorio, o rebajado, como Fernando Su¨¢rez, y las personalidades que jugaron la carta de la reforma Su¨¢rez, pero que fueron vetados por el presidente antes de las pasadas elecciones, como Areilza, seguramente sobrevaloraron su capacidad de liderazgo y sus posibilidades de arrastrar con ellos, fuera del redil de UCD, a sus antiguos correligionarios.
Queda por explicar c¨®mo el experimento de mezclar la clientela real de Alianza Popular con la clientela potencial de los se?ores Areilza y Osorio ha producido como resultado final un voto menor que uno de los componentes originales (Alianza Popular). Parece que muchos votos de AP han debido ir a las candidaturas de Uni¨®n Nacional.
Mientras que los l¨ªderes de Aravaca, desenga?ados con UCD, acudieron a las urnas para recuperar un espacio pol¨ªtico del que se consideraban injustamente desplazados por Su¨¢rez, el caso de Fraga y de sus seguidores se resiste a un an¨¢lisis de ese g¨¦nero. La creaci¨®n de Alianza Popular en oto?o de 1976, cuando Osorio estaba en el Gobierno y Areilza creaba el Partido Popular y Centro Democr¨¢tico, obedeci¨® a una visi¨®n de la realidad espa?ola y a un proyecto pol¨ªtico m¨¢s cercanos al continuismo del anterior r¨¦gimen que a una verdadera reforma pol¨ªtica. Fraga se rode¨® de lo que ¨¦l mismo denomin¨® ? extra?os compa?eros de cama? para fletar el invento. La apuesta en contra de la ?reforma Su¨¢rez? y en favor de un populismo neofranquista se sald¨® con un estrepitoso fracaso enjunio de 1977. Aunque Fraga tard¨® casi un a?o en extraer las conclusiones l¨®gicas de su derrota, finalmente lo hizo con decisi¨®n, al votar afirmativamente el texto constitucional y enterrar las nostalgias del franquismo. El viraje, sin embargo, fue tan brusco que salieron despedidos de sus asientos seis de aquellos ?siete magn¨ªficos? que fundaron Alianza Popular a finales de 1976. Es decir,todos menos Fraga. Fracasado el posterior intento de Silva Mu?oz y Fern¨¢ndez de la Mora de fabricar una coalici¨®n electoral todav¨ªa m¨¢s conservadora, que pretend¨ªa extenderse desde los firmantes del ?pacto de Aravaca? hasta Fuerza Nueva, los antiguos seguidores en las urnas de Alianza Popular han repartido sus votos entre Fraga, la abstenci¨®n y Uni¨®n Nacional.
Y en este sentido hay que reconocerle a Fraga una capacidad de movilizaci¨®n de lealtades y una vocaci¨®n de caudillaje extraordinarias. No s¨®lo ha arrastrado consigo hacia Coalici¨®n Democr¨¢tica un buen n¨²mero de votantes, sino que el rumor de su retirada -lanzado por ¨¦l mismo en infinidad de confidencias a periodistas con ruego de publicaci¨®n y apelando a la discreci¨®n sobre las fuentes- ha originado casi un plebiscito de adhesiones para rogarle que no abandonara su esca?o. Curiosamente, la posibilidad,de que el se?or Fraga se apartara de la vida parlamentaria tambi¨¦n ha sido contemplada con disgusto por sectores de opini¨®n nada sospechosos de comulgar con su programa. La explicaci¨®n puede ser doble.
De un lado, juega el reconocimiento de la honestidad personal de Fraga y la impresi¨®n de que realmente le mueven a la acci¨®n pol¨ªtica un cierto sentido del Estado y una vocaci¨®n de servicio -a su manera, claro est¨¢- a la comunidad nacional. De otro, opera la sospecha de que Fraga sufre un verdadero desdoblamiento de su personalidad p¨²blica, que le hace comportarse de forma razonable, ir¨®nica y constructiva mientras permanece fuera del Gobierno, y de manera arrogante, prepotente y arbitraria cuando ejerce el poder. La mejor garant¨ªa para que no reaparezca el mister Hydie del invierno y la primavera de 1976 es contar con la presencia del doctor Jekyll en el Congreso, bastante necesitado de parlamentarios dotados de br¨ªo, la cultura pol¨ªtica, la capacidad de improvisaci¨®n y el conocimiento de la t¨¦cnica jur¨ªdica de que hizo gala el se?or Fraga durante la pasada legislatura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.