A la espera de una pol¨ªtica exterior espa?ola
La pol¨ªtica exterior espa?ola permanece a la defensiva desde la puesta en marcha del proceso democr¨¢tico espa?ol, v¨ªctima de su descoordinaci¨®n interna y de un m¨²ltiple acoso exterior. No hace falta distanciarse en el tiempo y en el espacio para constatar esta triste realidad. Ah¨ª est¨¢n nuestras fronteras inmediatas sometidas a oleadas de tensi¨®n y de crisis intermitentes. Francia, Marruecos y Portugal conviven con Espa?a en plena desconfianza pol¨ªtica.En los dieciocho meses del proceso constitucional espa?ol la acci¨®n exterior del Estado ha sufrido los sopores del consenso pol¨ªtico y de la permanente campa?a electoral a la que hemos estado sometidos los espa?oles desde el 15 de junio de 1977. Se practic¨® la t¨¢ctica del parcheo a falta de una seria planificaci¨®n de la acci¨®n exterior, reducida a la simple normalizaci¨®n de las relaciones diplom¨¢ticas de Espa?a e imposibilitada por la propia estructura interna de esta pol¨ªtica muchas veces sumida en las intrigas y competencias interministeriales y administrativas que son injustificables de todo punto en un Gobierno monocolor.
De la revalorizaci¨®n y posibilidades de esta pol¨ªtica han sido m¨¢s conscientes y consecuentes las primeras superpotencias y los competidores tradicionales de Espa?a en el ¨¢mbito internacional, que ya tomaron iniciativas y posiciones a la espera de la entrada definitiva de Espa?a en el laberinto internacional. No es casualidad, y s¨ª novedad, que el presidente de Francia, Val¨¦ry Giscard d'Estaing, presente en M¨¦xico a su pa¨ªs como puente natural de las relaciones de la naci¨®n mexicana con las Comunidades Europeas, mientras Par¨ªs insiste en sentar a Espa?a a la puerta de la CEE con la excusa de la agricultura del mid¨ª franc¨¦s.
En Espa?a se abre ahora una nueva etapa pol¨ªtica al t¨¦rmino de las primeras elecciones legislativas constitucionales, en cuya campa?a electoral brill¨® por su ausencia el debate sobre pol¨ªtica exterior. El nuevo Parlamento, si la oposici¨®n cumple con sus amenazas, promete ser una importante caja de resonancias de este abandonado debate que, hasta el momento, discurri¨® entre simples declaraciones de principios, faltas de toda precisi¨®n y de su necesaria argumentaci¨®n ideol¨®gica-pol¨ªtica.
Ah¨ª est¨¢ el tema mayor de la pol¨ªtica exterior hispana, la candidatura y negociaciones de adhesi¨®n de Espa?a a la CEE como primer ejemplo de la ausencia de un concreto debate parlamentario sobre una cuesti¨®n que ha de condicionar el futuro pol¨ªtico, econ¨®mico y social de nuestro pa¨ªs en los pr¨®ximos a?os. Ni Gobierno ni Oposici¨®n han realizado un inventario pol¨ªtico y t¨¦cnico de esta obligada aventura europea a medio o largo plazo. Ni siquiera cuestiones m¨¢s inmediatas recibieron la atenci¨®n parlamentar¨ªa obligada: se han firmado en las ¨²ltimas semanas acuerdos hispano-comunitarios sobre pesca e intercambios textiles y sider¨²rgicos que constituyen pactos defensivos y de autolimitaci¨®n espa?ola, rid¨ªculamente presentados como triunfos por parte de la Administraci¨®n, que no supo obtener contrapartidas y ante el sorprendente silencio de la Oposici¨®n, que bien pudo reaccionar por su cuenta, una vez que quedaron disueltas las Cortes por la convocatoria electoral.
Es de esperar que el debate surja con motivo de la esperada negociaci¨®n y ante las pretensiones comunitarias de reabrir el tema del supuesto desequilibrio del acuerdo comercial preferencial de 1970, que controla en la actualidad los intercambios entre Espa?a y las Comunidades Europeas. Tambi¨¦n se espera en esta legislatura la apertura del debate atl¨¢ntico, m¨¢s sabroso en los planos ideol¨®gico y pol¨ªtico que el comunitario. Y ligados a ¨¦l otras cuestiones m¨¢s sometidas a consenso, como la renovaci¨®n del Tratado de Amistad y Cooperaci¨®n con Estados Unidos -cuya renegociaci¨®n el Gobierno lleva con sigilo-, Gibraltar y la preparaci¨®n de la pr¨®xima reuni¨®n en Madrid de la tercera fase de la Conferencia Europea de Seguridad y Cooperaci¨®n. El di¨¢logo Norte-Sur, las relaciones con los pa¨ªses productores de petr¨®leo, la eventual presencia de Espa?a como observador en la conferencia de pa¨ªses no alineados y el reconocimiento de Israel al hilo de la ruta del petr¨®leo y de la crisis del Oriente Pr¨®ximo estar¨¢n tambi¨¦n en las discusiones de los plenos del Congreso o del Senado y en sus respectivas comisiones.
De todos estos debates va a surgir el nivel de independencia de la pol¨ªtica exterior espa?ola y su deseo de compromiso con el bloque atl¨¢ntico occidental. Un equilibrio ¨¦ste que debe ser compensado con plenas relaciones pol¨ªticas, econ¨®micas y culturales con los pa¨ªses del este europeo y muy especialmente con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, hoy sometidas a una malentendida prudencia que limita nuestra capacidad de movimiento en otras ¨¢reas. Por ejemplo, en nuestras relaciones con el Tercer Mundo o pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, bien relanzadas en Am¨¦rica Latina y casi inexistentes en ?frica y Asia entre otras cosas por falta real de medios econ¨®micos que aseguren la presencia de Espa?a en ambos continentes. Tambi¨¦n queda mucho terreno por delante en la consolidaci¨®n de los contactos de Espa?a con las llamadas naciones neutrales. El acuerdo Espa?a-EFTA patina desde hace ya muchos meses por culpa de Portugal, ¨²nico pa¨ªs pendiente de la firma.
Y a vueltas con nuestros vecinos, bien vale la pena repasar la lista que nos lleva a la conclusi¨®n de que la desconfianza pol¨ªtica mutua existe en nuestras fronteras. Al norte Francia persiste en su papel hist¨®rico de primer competidor de Espa?a en el exterior, a pesar de sus ¨²ltimos gestos en el tema vasco -m¨¢s guiados por el apoyo de Giscard d'Estaing a la campa?a electoral de UCD-, como queda en evidencia en los temas pesquero, comunitario, comercial, mediterr¨¢neo y del norte de ?frica, donde Par¨ªs y Madrid deber¨ªan establecer una acci¨®n diplom¨¢tica conjunta en favor de la soluci¨®n definitiva o, al menos, en la b¨²squeda de un principio de di¨¢logo entre marroqu¨ªes, argelinos, mauritanos y saharauis. La crisis del Sahara se ha convertido, desde hace cinco a?os, en el tal¨®n de Aquiles de e la pol¨ªtica exterior espa?ola y condiciona la presencia pol¨ªtica de nuestro pa¨ªs en el Mediterr¨¢neo olvidado. El acuerdo pesquero Madrid-Rabat, no cumplido por Espa?a y sin ratificar por Marruecos, sirve de ejemplo continuo a la dureza de esta relaciones, que incluyen el problema de Ceuta y Melilla, bot¨®n de pressing de Rabat y detonador de la ultraderecha espa?ola.
Unidad en la gesti¨®n exterior
Esta es una s¨ªntesis del panorama que espera la puesta en marcha de una pol¨ªtica exterior planificada y decidida. Sin complejos y consciente de sus posibilidades. De una gesti¨®n del Estado que ha de ser ¨²nica y no repartida ni sometida a espect¨¢culos de competencias interministeriales como los que han protagonizado, en el ¨¢mbito europeo, los palacios de Santa Cruz y la Trinidad y que debe dar a la jefatura del Estado y a la presidencia del Gobierno el espacio concreto de sus competencias.
Para ello es necesario que el ministro de Asuntos Exteriores tenga las riendas de su pol¨ªtica y su total responsabilidad. El supuesto inter¨¦s creciente del presidente Su¨¢rez sobre la acci¨®n exterior no puede redundar en una limitaci¨®n de la capacidad de movimientos y del poder del jefe de la diplomacia espa?ola. Ello dar¨ªa por bueno en Espa?a el argumento de que el Ministerio de Asuntos Exteriores es siempre buen trampol¨ªn, ante la opini¨®n p¨²blica, para el lanzamiento de candidatos sobre la presidencia del Gobierno. El ministro de Asuntos Exteriores debe ser un pol¨ªtico de plena confianza de su presidente, pero nunca su valet de c¨¢mara o un simple ayudante. En ¨¦l debe recaer toda la responsabilidad de la gesti¨®n exterior de su Gobierno y de su partido y, hablando de UCD, bien vale la pena recordar aqu¨ª las recientes divergencias p¨²blicas entre la secretar¨ªa de relaciones internacionales del partido centrista y el palacio de Santa Cruz, graves porque lo fueron esencialmente pol¨ªticas m¨¢s que personales.
Por ¨²ltimo, hay que se?alar ante la nueva etapa tres temas que condicionan la acci¨®n exterior del Estado: el presupuesto de Asuntos Exteriores y el comercio exterior, la reorganizaci¨®n de los cuerpos diplom¨¢tico y administrativo de este departamento y la reforma necesaria de la Escuela Diplom¨¢tica. No se puede hacer pol¨ªtica exterior concreta sin un control del comercio exterior del Estado, hoy d¨ªa tan ligado a esta pol¨ªtica como lo demuestra el hecho de que muchos pa¨ªses tienen coordinadas ambas competencias. En Espa?a esta coordinaci¨®n es necesaria en los planos pol¨ªtico y corporativo, y al Gobierno le corresponde escoger la f¨®rmula y dotarla de los medios econ¨®micos necesarios. Asimismo, se hace cada vez m¨¢s urgente la reestructuraci¨®n y ordenaci¨®n de los cuerpos administrativos de Asuntos Exteriores, sometidos a escalas dispares y discriminatorias, y la profesionalizaci¨®n de la carrera diplom¨¢tica, que sufri¨® en los ¨²ltimos meses serios ajetreos partidarios y sindicales que ponen en entredicho la credibilidad de un cuerpo del Estado y justifican luego decisiones como los nombramientos de embajadores pol¨ªticos, t¨¦cnica esta s¨®lo justificable por la idoneidad de la persona y nunca como resultado de un reajuste administrativo o del partido en el Poder. Finalmente, y para redondear la credibilidad diplom¨¢tica, hay que decir que ya es hora que se reforme de pleno la Escuela Diplom¨¢tica y, de manera especial, su profesorado y tribunales, que hoy por hoy permiten la continuaci¨®n de su car¨¢cter elitista y casi hereditario en menoscabo de la competencia de sus diplomados.
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