La inmigraci¨®n y la especulaci¨®n han jerarquizado los barrios de Madrid
Es un hecho que la poblaci¨®n madrile?a de menores recursos econ¨®micos est¨¢ sufriendo una serie de presiones sociales que le han obligado a habitar no s¨®lo en el extrarradio, sino en las zonas menos sugestivas de ¨¦ste, en lo que constituye un claro fen¨®meno de jerarquizaci¨®n de la ciudad. Esta se va decantando as¨ª en zonas atrayentes, dotadas de equipamientos, de vida, y otras que cumplen una mera funci¨®n de barrios dormitotios. El fen¨®meno se da por la confluencia de dos movimientos de poblaci¨®n contrarios: el de la inmigraci¨®n desde las provincias m¨¢s subdesarrolladas a la capital, completado con el desplazamiento de los madrile?os que viven en el centro y que no disponen de medios para defenderse de las presiones especulativas de inmobiliarias o de grandes compa?¨ªas comerciales. Escribe .
En el primer movimiento se crean los barrios de chabolistas de toda la zona sur de Madrid. Barrios que ahora, con el crecimiento continuo de la ciudad y la demanda de viviendas para la clase media, est¨¢n en peligro de desaparici¨®n. La Administraci¨®n a veces da la impresi¨®n de estar confabulada con las inmobiliarias, y no es extra?o observar como la Delegaci¨®n de la Vivienda proporciona pisos nuevos en Aranjuez, o Alcal¨¢ de Henares, a los usuarios de las casas que ocupan los solares de Orcasitas, San Blas o Vallecas. La reacci¨®n l¨®gica, surgida cuando el movimiento ciudadano alcanz¨® un cierto grado de madurez y organizaci¨®n, fue la exigencia de remodelaci¨®n de los barrios incluyendo el derecho de los vecinos a permanecer en el mismo, derecho reconocido por el Tribunal Supremo a ra¨ªz del conflicto planteado por este motivo en la meseta de Orcasitas.Derecho, sin embargo, que llega tarde en algunos casos, corno sucede con los actuales pisos de lujo del Pinar de Chamart¨ªn, asentados previa desaparici¨®n de una buena parte de las casitas bajas que ocupaban el terreno desde la postguerra.
C¨¢nones de vida moderna
En el segundo caso, el desplazamiento al extrarradio de la poblaci¨®n envejecida del centro, el fen¨®meno presenta otra complejidad. Tal y como sucede en Malasa?a, ha existido una generaci¨®n de j¨®venes que, siguiendo fielmente los c¨¢nones de vida modernos, renegaron de casas habitadas por sus padres y abuelos y prefirieron la compra de un piso impersonal y estandard en M¨®stoles, Alcobendas o Getafe. As¨ª desaparecieron los oficios tradicionales del Madrid castizo, se cerraron talleres, tiendas peque?as y se abandonaron pisos por dejaci¨®n o muerte de sus habitantes. La televisi¨®n acab¨® con los cines de barrio y con las charlas en calles y plazoletas, la Administraci¨®n local y central se desentendi¨® de las necesidades de equipamiento, y todo el centro de Madrid comenz¨® a presentar alarmantes s¨ªntomas de ruina.Paralelamente, se da el fen¨®meno contrario. Las capas de poblaci¨®n calificadas de alta y media alta, que desde el siglo XIX y principios del actual abandonaron el centro para crear sus propios barrios, ah¨ª est¨¢ el de Salamanca, con calles amplias, rectas, sin malos olores, vuelven sus ojos a los barrios tradicionalmente populares, revalorizados en una estructura social donde la comodidad en el transporte, el estar cerca de los centros de diversi¨®n y de trabajo, empieza a ser un factor importante a considerar. Desde los a?os de la postguerra, el centro madrile?o sufre continuos ataques, amparados y permitidos desde el ayuntamiento. Tal vez la operaci¨®n de cambio de uso de suelo, y por consiguiente de erradicaci¨®n de sus habitantes, sea el barrio de Pozas, situado en el tri¨¢ngulo de Alberto Aguilera, Princesa y Serrano Jover, expropiado por motivos poco claros, y donde hoy se alza la sucursal de El Corte Ingl¨¦s y un hotel de cinco estrellas.
La lucha de los vecinos de Malasa?a, adem¨¢s de la importancia que presenta por su resistencia a la especul¨¢ci¨®n, es una de las primeras donde se denuncia el drama humano que supone para miles de familias que han vivido en estrecha vecindad durante generaciones el que, de repente, se las disemine por los barrios de las afueras. Malasa?a, la zona del Rastro, etc¨¦tera, presentan, adem¨¢s, la particularidad de que se est¨¢n repoblando mediante un sector de poblaci¨®n joven, preocupada por la calidad humana de su vida cotidiana, que prefiere el patio de vecindad oscuro y con tenderetes interiores para secar la ropa, al piso de tres dormitorios, comedor y sof¨¢ enfrente de la televisi¨®n. Sector que tiene que superar el choque entre sus formas de vida, informales, y el de los viejos habitantes, que durante un tiempo no se f¨ªan de ellos y les miran con recelo, pero que, al mismo tiempo, les gusta que los talleres se abran de nuevo y que se revitalicen las fiestas de barriada.
Sin embargo, la Administraci¨®n no ha tomado hasta ahora medidas eficaces que hagan innecesaria esta resistencia diaria a la especulaci¨®n Aunque soterrado, el proceso de jerarquizaci¨®n de la ciudad contin¨²a, utilizando el mismo esquema de siempre: se reconoce la existencia de un problema, y se ofrecen soluciones que, en lugar de atajarlo de ra¨ªz, se limitan a cambiarlo de forma. La ¨²ltima idea, en la que parecen. coincidir los partidos de izquierda, es la de cerrar al tr¨¢fico el centro madrile?o. As¨ª se evitar¨ªa la congesti¨®n del tr¨¢fico, las molestias y la contaminaci¨®n ambiental, se argumenta. El PCE, en concreto, propone el cierre al veh¨ªculo privado, permitiendo el aparcamiento a los residentes, que deber¨¢n dotarse de una cartilla que los acredite como tales. Algunos arquitectos y urbanistas sostienen, en cambio, que convertir el centro de la ciudad en una isla de tranquilidad, dotada, adem¨¢s, de servicios, diversiones, equipamientos, bancos, oficinas, etc¨¦tera, lo ¨²nico que har¨¢ ser¨¢ atraer con mucha m¨¢s fuerza las apetencias de los grandes grupos inmobiliarios y financieros. El extrarradio ser¨¢ cada vez m¨¢s inc¨®modo, y el centro cada vez m¨¢s escaparate, cuando tal vez el camino ser¨ªa horizontalizar la ciudad, de forma que todas sus zonas contaran con un adecuado nivel de comodidades.
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