La venta ambulante ha adquirido su m¨¢ximo auge
La venta ambulante es la expresi¨®n m¨¢s evidente del consumismo en Madrid. Las mesas, los tenderetes y las cestas acompa?an, como una condici¨®n inapelable, a las multitudes de transe¨²ntes que cada d¨ªa permanecen en las calles el tiempo justo para salvar peque?as distancias entre puerta y puerta; en unos pocos minutos, un empleado que se desplaza desde una sucursal bancaria hasta otra puede recibir ofertas de objetos tan distantes entre s¨ª como los libros y las hortalizas.
Las proximidades de los grandes almacenes, las estaciones de Metro donde confluyen varias l¨ªneas, las zonas de barriada en que se acumulan establecimientos comerciales diferentes, y un amplio sector de la zona centro tambi¨¦n asociado a las galer¨ªas m¨¢s concurridas, son los lugares favoritos de los vendedores ambulantes; disponen de un mercado paralelo cuyas condiciones son la anarqu¨ªa y la provisionalidad.Sobre los or¨ªgenes de los art¨ªculos expuestos se han ofrecido distintas tesis. Los alimentos vegetales proceden, casi en su totalidad, de dep¨®sitos excedentes; el 23 de noviembre del a?o pasado, los directivos de la Asociaci¨®n de Detallistas de Frutas y Verduras denunciaban en EL PAIS que ?la venta ambulante, adem¨¢s de poco higi¨¦nica, ofrece al consumidor los productos que por su baja calidad son rechazados por los minoristas en el mercado central?. Los restantes objetos en venta dif¨ªcilmente pueden ser catalogados: si se except¨²an los puestos esquineros de tabaco o de frutos secos, y los tenderetes end¨¦micos de la Ribera de Curtidores, la mercader¨ªa depende de la moda o de las fluctuaciones del mercado de procedencia. No obstante, una considerable proporci¨®n de las transacciones est¨¢ en manos de los grupos residuales de hippies, de beatniks o, simplemente, en las de gentes j¨®venes y desarraigadas, que producen su propia mercader¨ªa, gracias a unos imprescindibles conocimientos artesanales sobre el cuero, la madera, la cer¨¢mica y la bisuter¨ªa. El secreto del ¨¦xito de esta fracci¨®n del mercado ambulante tiene tres claves: originalidad, los bajos precios y una cuidada relaci¨®n entre lo que se ofrece en el tenderete y lo que puede adquirirse en los grandes almacenes m¨¢s pr¨®ximos. Cada vestido en oferta de primavera tiene la r¨¦plica de un abalorio.
Una clase en busca de definici¨®n
Sobre el ocasional gremio de los vendedores ambulantes se han aventurado teor¨ªas que asocian los mercadillos al desempleo; protestas que califican a los callejeros como piratas, y persecuciones municipales con mayor repercusi¨®n en ciertos grupos de vendedores. En un comunicado hecho p¨²blico por el Ayuntamiento de Madrid en octubre de 1978, se aceptaba que la venta ambulante es ?un peligro grave para la salud p¨²blica,cuando se trata de productos alimenticios, sin control higi¨¦nico-sanitario?, aunque tambi¨¦n reconoc¨ªa una cierta impotencia para reprimirla al a?adir que ?la Delegaci¨®n de Abastos del Ayuntamiento de Madrid no puede negar la expedici¨®n del carnet distintivo para comprar en el Mercado Central el g¨¦nero que luego expenden en venta callejera en nuestra ciudad?. Los Detallistas de Frutas y Verduras apostillaban poco despu¨¦s: ?Los controles del Ayuntamiento no han rebasado la mera imposici¨®n de multas, a todas luces inoperante. Nuestra propuesta consiste en que la venta callejera sea alojada en los 1.500 establecimientos que existen en los 47 mercados municipales, concesiones y galer¨ªas de alimentaci¨®n.? En la misma campa?a, los ambulantes de la asociaci¨®n provincial se replicaban que su grupo ve¨ªa ?con profunda inquietud la reacci¨®n de los detallistas y fruteros y verduleros de la capital contra la venta ambulante, ya que no se?alizan bien si se refieren al furtivo fuera de la ley o a toda la actividad de los vendedores?.En una larga ¨¦poca, la Administraci¨®n municipal ha observado la venta ambulante, seg¨²n un curioso criterio: ha reconocido su ilegalidad y, sin embargo, ha aplicado la ley de forma restringida dentro de un ampl¨ªo margen de tolerancia. Si se except¨²a a los vendedores residenciales, que est¨¢n sujetos a permisos y c¨¢nones previstos en la ley para las ventas eventuales o temporeras, otros vendedores solamente han de sufragar multas simb¨®licas para permanecer durante unas horas en las aceras. Los peque?os tenderetes de El Rastro se mantienen por horas con el abono de diez pesetas diarias de multa, que hacen parecer al guardia municipal un apacible recaudador.
Una de las especialidades m¨¢s afectadas por la pol¨¦mica, la de los floristas, fue regulada por una disposici¨®n del Ayuntamiento, que autorizaba a 370 familias gitanas en el mismo mes de octubre de 1978, a que instalaran sus puestos en la calle; el permiso matizaba que las flores ?s¨®lo podr¨ªan venderse frescas y cortadas y nunca en tiestos?.
Distintos tipos de represi¨®n
En general, los criterios que se aplican a la represi¨®n de la venta ambulante ilegal son interpretados con independencia en cada distrito. Los guardias municipales suelen confiscar moment¨¢neamente la mercader¨ªa y acompa?ar al vendedor a la sede de la junta. Una vez consultados los archivos, all¨ª se pone al ambulante una sanci¨®n media de doscientas pesetas, si no es reincidente. En todo caso, la cuantidad de la sanci¨®n suele ser potestativa del oficial de turno. Hecho efectivo el importe de la multa, el vendedor puede retirar los productos que le hab¨ªan sido intervenidos, si bien seg¨²n confesaba un agente municipal adscrito a esta tarea, ?es frecuente que el ambulante d¨¦ por perdida la mercanc¨ªa, dado su escaso valor?. Entonces, si los productos son comestibles, las juntas de distrito los remiten a albergues o residencias de ancianos a fin de que sean consumidos cuanto antes.En la actualidad, y a pesar de los desacuerdos y las campa?as de represi¨®n, la venta ambulante ha adquirido un auge m¨¢ximo: nunca como ahora se ha ofrecido a los madrile?os la posibilidad de llenar sus casas de objetos, a menudo in¨²tiles, de cosas apenas amparadas s¨®lo por una obsesi¨®n incontenible por consumir.
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