Los cortometrajes burlescos de George Meli¨¦s
En Par¨ªs se exhiben diecisiete obras ineditas
Hace ya alg¨²n tiempo el cine Ranelach present¨®, bajo el t¨ªtulo Meli¨¦s por ¨¦l mismo9 una serie de pel¨ªculas que abarcaban los distintos g¨¦neros que este creador abord¨® o, quiz¨¢ ser¨ªa mejor decir, invent¨®. Actualmente es el cine La Seine el que, bajo el gen¨¦rico Los burlescos de Meli¨¦s, proyecta diecisiete de sus pel¨ªculas comprendiendo dos g¨¦neros: el fant¨¢stico v el burlesco.
Filmadas entre 1898 (El hombre con cuatro cabezas) y 1908 (El fumador de opio), aparece entre ellas la primera de car¨¢cter burlesco, no s¨®lo en la obra de Mel¨¦s, sino aparentemente de toda la historia del cine, puesto que est¨¢ fechada en 1904 (La cocina loca), lo que le convierte en padre del g¨¦nero, frente a Mack Sennet, que comenz¨® en 1906.El ?mago Meli¨¦s?, fiel disc¨ªpulo de Robert Housin, fabricante de aut¨®matas, ten¨ªa como clientes principales a los feriantes que presentaban en sus casetas, en una real promiscuidad, junto a la mujer barbuda y el hombre m¨¢s gordo del mundo, el cinemat¨®grafo como una atracci¨®n m¨¢s. El p¨²blico s¨®lo quer¨ªa divertirse y ocurr¨ªa que, con frecuencia, las pel¨ªculas de Meli¨¦s eran ?demasiado art¨ªsticas? para su gusto. Con el fin de satisfacer al respetable, Mell¨¦s realiz¨® esta serie de pel¨ªculas, donde los golpes, las carreras y los tropezones (miles de veces empleados despu¨¦s en las salas oscuras) est¨¢n al servicio de la desbordante fantas¨ªa y alegr¨ªa de vivir del ilusionista Mell¨¦s.
En aquellos a?os, las pel¨ªculas se vend¨ªan por metros, lo que permit¨ªa f¨¢cilmente el ?tomarse ciertas libertades? que iban en contra de [os intereses del autor. Para proteger su obra, G¨¦o Meli¨¦s, envi¨® a Nueva York a su hermano, Gaton, en 1903, con el fin de crear una filial de Star Film. Diez anos m¨¢s tarde vino la ruina total. Gaston vendi¨® todo el stock de negativos a la Vitagraph, que, a su vez, lo reivindi¨® a la Universal. Leon Schlesinguer, uno de los directores de la firma, aficionado de las viejas pel¨ªculas, se las llev¨® a casa, y a su muerte, ocurrida en 1950, su mujer hizo donaci¨®n de las mismas a la Academia de las Artes y las Ciencias de San Francisco, donde permanecieron olvidadas, hasta que el a?o pasado fueron descubiertas gracias al trabajo de Patrick Montgornery, joven historiador de cine y realizar de TV, quien hizo llegar las copias a la nieta de Meli¨¦s, Madeleine Malth¨ºte-Meli¨¦s. Gracias tambi¨¦n al concurso de la asociaci¨®ri Los Amigos del Cine Mudo, diecisiete de ellas (trece in¨¦ditas en Francia desde 1913) se proyectan actualmente en Par¨ªs, en las mismas condiciones de la ¨¦poca; es decir, a la velocidad de dieciocho im¨¢genes /segundo, y ?sonorizadas? por la m¨²s¨ªca de un pianista (Albert L¨¦vy) presente en la sala, que anuncia adem¨¢s el t¨ªtulo de cada pel¨ªcula, a la vez que da una breve informaci¨®n sobre la misma.
G¨¦o Mell¨¦s, director, guionista, decorador y magn¨ªfico actor, como en La coc¨ªna enloquecida, en la que el diablo, disfrazado de mendigo y echado a la calle por un chef orgulloso (Mell¨¦s), se venga enviando una serie de diablillos que aparecen, desaparecen, abren y cierran cazuelas y marmitas, a un ritmo infernal; o en El tamboril fant¨¢stico, que termina con un Meli¨¦s alej¨¢ndose en una bicicleta hecha con los dos c¨ªrculos del tamboril que previamente ha hecho desaparecer, sorprende continuamente al espectador. El hombre con cuatro cabezas, que va depositando sucesivamente sobre una mesa, donde se ponen a cantar desenfrenadamente; El eclipse, con el magn¨ªfico primer plano de la Luna y el Sol libr¨¢ndose a un ambiguo y suspecto juego er¨®tico, Meli-Melo en casa del fot¨®grafo, donde la c¨¢mara, arrojada por la ventana, se convierte en un fant¨¢stico animal que carga sobre todo lo que se le pone por delante, en primer lugar, los guardias (v¨ªctimas preferidas de los burlescos de Mell¨¦s, conio en El pat¨ªn, Los carteles de juerga ... ) o El maravilloso abanico viviente, realizada en 1904 en color, pintada sobre la misma pel¨ªcula, son otras tantas muestras de la genialidad de este artista que con lanta habilidad supo mezclar el humor con el delirio y el absurdo y termin¨® pobre mente su vida, vendiendo juguetes y golosinas en la estaci¨®n de Montparnasse de Par¨ªs.
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