Al jugar se pierde a veces
Diputado por Barcelona de Coalici¨®n Democr¨¢tica
Supongo que irritar¨¦ un poco al decirlo, pero conf¨ªo en que la irritaci¨®n no haga que los enfadados me llamen racista si afirmo que nuestros partidos pol¨ªticos tienen, algunas veces, una detestable propensi¨®n a comportarse como si fueran partidos pol¨ªticos africanos. Quiero decir con ello que se aferran desesperadamente a intereses partidistas y personales, en lugar de atenerse a las conveniencias nacionales.
Pienso que es, en gran medida, por esta causa que los ciudadanos de a. pie se sienten en gran mayor¨ªa desencantados, frustrados o indignados. El grado de despolitizaci¨®n aumenta d¨ªa a d¨ªa. La abstenci¨®n en las ¨²ltimas elecciones municipales hizo mayoritario en Catalu?a al PAC, Partido Abstencionista Catal¨¢n. Por eso mismo, con un oportunismo que no es oportuno, una peligrosa manada de apol¨ªticos, resoplando una falsa modestia, babeando una mentirosa voluntad si llegan a escalar alg¨²n puesto en la Administraci¨®n, se ofrece, de vez en vez, al pa¨ªs. Traen t¨ªtulos enga?osos y afirman, casi siempre, haberse hecho a s¨ª mismos, Y puesto que empezaron a hacerse cuando no eran nada ni nada sab¨ªan, se hicieron mal y ah¨ª est¨¢n, en ellos mismos, los pobres resultados obtenidos en, su ?self-mademismo?. Algunos consiguieron una fortuna, o fortunita, no exageremos, pues aunque a ellos les parezca enorme no es para tanto, sino que lo parece a su mentalidad de nuevos ricos; un dinero f¨¢cil que naturalmente ganaron con el franquismo, a menudo no demasiado bien escrupulosamente.
Pero parece ser que su relativo triunfo en la carrera de galgos econ¨®mica no les basta, y agotadas todas las dichas que da el dinero necesitan conocer ahora los fastos y vanidades que proporcionan el Poder. Acuden a los peri¨®dicos con un hatillo repleto de art¨ªculos, declaraciones a la prensa, entrevistas en que ellos se preguntan y se responden, en busca de su promoci¨®n personal que, a la postre, resulta contraproducente, puesto que cuanto m¨¢s se les conoce m¨¢s rechazo producen. Ya lleg¨® esta especie al Poder cierta vez -y hay alarmantes s¨ªntomas de que en una metempsicosis aterradora vuelvan a ser reencarnados, si es que no -lo est¨¢n-. Exist¨ªan ya, s¨ª, unos pol¨ªticos apol¨ªticos, unos seres sin carne, ni hueso, ni sangre: eran los tecn¨®cratas. Pero ¨¦stos, cuando menos, ten¨ªan conocimientos t¨¦cnicos y utilizaban unas novedosas carpetas de pl¨¢stico de diversos y chillones colores, lo que, sin duda, fue una de las claves de su ¨¦xito.
Esos nuevos y peligrosos pol¨ªticos que tan callados estuvieron con el franquismo -amparados en menesteres bien rentables-, recuerdan a aquellos batuecos de Larra a quienes la costumbre de callar ha entorpecido la lengua, ya que cuando deciden abrir la boca en unas elecciones dicen, ahora que hay pocos riesgos, una sarta de vulgaridades y sandeces. Aseguran no tener ambiciones cuando, en realidad, sus ambiciones, exacerbada por el ¨¦xito de muchos mediocres est¨¢n, ?ay!, muy por encima de sus limitad¨ªsimas condiciones. Justifican siempre, eso s¨ª, sus salidas a la arena pol¨ªtica por su gran sentido de la responsabilidad, como si el pa¨ªs sin su concurso tuviera que perderse irremisiblemente, y como si ellos arribaran para salvar a la patria en peligro, aunque, a la postre, no exhiben ni espada ni ideas. Pobres personajes que al sonar los clarines y los timbales salen por la puerta de toriles al ruedo y doblan las manos al primer par de banderillas, simples becerros enviados a una corrida de toros por error del conductor del cami¨®n o por frescura del empresario.
Quiz¨¢ mi disgresi¨®n sobre estos peque?os personajillos que intentan en vano hacerse un lugar en el Sol me ha apartado de mi objetivo, pero deb¨ªa escribirlo para que no me sucediera lo que al pol¨ªtico del cual Camba explicaba que muri¨® de un discurso que, al no poder pronunciar, le explot¨® dentro. Y si se me permite la audacia, tambi¨¦n Plat¨®n interrumpi¨® uno de sus mejores discursos para explicarnos c¨®mo se asa un buey, lo cual tambi¨¦n es importante, pues un buen asado y todala gastronom¨ªa en general es una civilizada espirituahzaci¨®n de una necesidad fisiol¨®gica.
En realidad es la pol¨ªtica la que est¨¢ en crisis, no los pol¨ªticos. La pol¨ªtica debe limitar su espacio para dejar un sitio a la ¨¦tica. Y eso, seguro, no se logra sustituyendo pol¨ªticos por aficionados, de la misma manera que no se arregla la medicina cambiando m¨¦dicos por curanderos. Tambi¨¦n es cierto, tal como dec¨ªa al principio, que nuestros partidos pol¨ªticos asemejan a veces partidos africanos y olvidan los intereses nacionales para defender los personalistas y se ponen, al menor rev¨¦s, a pronosticar grandes males. Tristes Casandras de imaginarias desdichas, no saben asumir su derrota, motivada m¨¢s por sus errores que por otras causas.
Pese a todo, y para que no acaben corriendo esas amenazadoras desgracias a fuerza de que eses agoreros de mal ag¨¹ero las vayan repitiendo a cada rato, entiendo que la unidad catalana debe proseguir. La unanimidad que existi¨® en la Asamblea de Parlamentarios catalanes el pasado jueves, d¨ªa 19 en la elecci¨®n de la comisi¨®n que tiene el encargo de discutir en Madrid el Estatuto de Autonom¨ªa ante la comisi¨®n del Congreso, autoriza a un cierto optimismo. En pol¨ªtica, unas veces se gana y otras se pierde, sin que tenga que comprobarse por ello qui¨¦n es el m¨¢s diestro en desenfundar con mayor rapidez la pistola. La violencia no tiene excusa alguna en un r¨¦gimen en el que los ciudadanos pueden elegir libremente a sus representantes. Porque en pol¨ªtica, como en el vag¨®n-restaurante de los trenes de lujo, suena una campanita en un momento determinado y un empleado vocea: ?Segundo turno?. Quienes est¨¢n sentados a la mesa deben acabar su caf¨¦, levantarse sin gritos ni malos modos y dejar el sitio a aquellos que esperan turno para comer, pues ni las sillas ni la mesa son propiedad de quienes, provisionalmente, las est¨¢n ocupando.
Todos aquellos que no sepan estar a la altura de las circunstancias y con una memoria que Zana llamaba heredo-sifil¨ªtica comparen inoportunamente unas fechas pasadas que no pueden ni deben repetirse con la emocionante manifestaci¨®n de un pueblo que pide cuanto antes su Estatut. Tengan presente -si es que han le¨ªdo a Machado- las palabras de Juan Mairena: ?Un hombre p¨²blico que queda mal en p¨²blico es peor que una mujer p¨²blica que queda mal en privado.?
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