Singer: Premio Nobel para los ni?os
?Me gusta escribir historias de fantasmas, y para eso nada va mejor que un idioma moribundo. Cuanto m¨¢s muerta la lengua, m¨¢s vivo el fantasma. Los fantasmas adoran el yiddish, y por lo que puedo juzgar, lo hablan bastante bien ... ?ISAAC BASHEVIS SINGER
El demonio no tiene sombra, y en su presencia el reloj puede dar trece campanadas... Las brujas persiguen a los rabinos para casarse... La mujer del diablo huy¨® al pa¨ªs donde no hay gente que camine, ni ganado que paste, donde el cielo es de cobre y la tierra es de hierro...
Todas estas son cosas que cuenta Isaac Bashevis Singer. El no las cuenta especialmente para ni?os... La prueba es que en sus libros, considerados ?para adultos?, los personajes se suelen preguntar si los duendes la han tomado con ellos, y de pronto, miran fijamente al sol y no saben por qu¨¦ est¨¢ ah¨ª ni desde cu¨¢ndo... Tales inquietudes y sucesos son cosas m¨¢gicas, que narra el escritor porque las escuch¨® a su madre. Y ella los aprendi¨® de su abuela. Y la abuela de Singer, de su bisabuela... Cuando el viejo jud¨ªo polaco las escribe ?no distingo entre el ni?o y el adulto... Lo que ocurre es que en este mundo de prisas que vivimos, son los ni?os los que se detienen a escucharme... Ellos -los ni?os- se preocupan incluso m¨¢s que los grandes por el paso del tiempo: ?qu¨¦ le ocurre a un d¨ªa despu¨¦s que termin¨®? ?D¨®nde est¨¢n nuestros ayeres con sus alegr¨ªas y sus penas? Y la literatura nos ayuda a conservar el pasado ... ?
Cuentos jud¨ªos de la aldea de Chelm, con dibujos del extraordinario Maurice Sendak
Ed. Lumen, 1978. 78 p¨¢ginas.Cuando Shlemel fue a Varsovia y otros cuentos. Con ilustraciones de Margot Zemach. Ed. Alfaguara, 1977. 113 p¨¢ginas.
Pero el caso es que este excelente novelista ha publicado alguna colecci¨®n de cuentos que se editan especialmente para los ni?os. Estas fiestas de Reyes, los peque?os tuvieron la oportunidad de recibir libros que llevaban una banda publicitaria donde se le¨ªa: Premio Nobel de Literatura 1978. Eso no tiene importancia, sobre todo para los ni?os, pero lo que s¨ª es cierto es la oportunidad editorial y el inter¨¦s objetivo de tales publicaciones.
No hay duda -como Singer dice- que en todos sus libros, los temas se repiten, y la ?puesta en escena? es la misma, ocurra la aventura en la Polonia del siglo XVII o en los barrios jud¨ªos del Nueva York actual. Desde el esclavo Jacob, pasando por los Moskat y los m¨²ltiples personajes de la casa de Jampol, hasta el atormentado pol¨ªgamo Herman Broder, las criaturas singerianas siempre vuelven sus melanc¨®licos ojos al pasado, sue?an con Dios, o con el diablo, viven en estrech¨ªsima relaci¨®n con un paisaje m¨¢gico, alimentados por una abigarrada cocina dictada por leyes sagradas. Son gentes que todo lo preguntan, sobre la comida o sobre los astros misteriosos... Pero en los relatos ?para ni?os? todo esto se afina, se reduce -o enriquece- hacia su estado m¨¢s puro. Y surgen los m¨¢s entra?ables personal es de su autor: los shlemiels de la aldea de Chelm, todos los benditos shlemiels que se encuentra uno en la vida, protagonizando historias fascinantes en que la tonter¨ªa es casi una virtud -?A los tontos se les llama shlemiels, y hay muchos, pero el primero vino de la aldea de Chelm-. A Shlemiel le cambiar¨¢n una cabra por un cabr¨®n sin que Shlemiel sue?e con achac¨¢rselo a otra cosa que no sean las propiedades m¨¢gicas del camino... Shlemiel comprar¨¢ una trompa seguro de que su m¨²sica puede apagar incendios... Chelm era una aldea de shlemiels, y... ?una noche alguien espi¨® a la Luna, que se reflejaba en un barril de agua. La gente de Chelm imagin¨® que se hab¨ªa ca¨ªdo ah¨ª. Sellaron el barril para que la luna no se escapara. Cuando a la ma?ana se abri¨® el barril y la Luna no estaba all¨ª, los aldeanos decidieron que hab¨ªa sido robada. Llamaron a la polic¨ªa, y cuando el ladr¨®n no pudo ser hallado, los tontos de Chelm lloraron y gimieron?.
?Sab¨¦is qui¨¦n gobierna en Chelm?: pues sus tontos m¨¢s viejos, los m¨¢s grandes tontos. ?Ten¨ªan frentes muy anchas de tanto pensar. Eran los siete ancianos.? Sus decisiones de gobierno llenan varios relatos de los dos libros que comentamos. No tienen, claro, la inocencia de los shlemiels, porque el poder es el poder, pero su tonter¨ªa brilla de manera fascinante.
Hay en estos cuentos brujas y noches tormentosas, hay coqueteos con la muerte, hay animales de gran generosidad, y hay un soberano orgullo de ser shlemiel y de habitar en Chelm. Todo ello compone un cosmos tan personal que si no fu¨¦ramos tan mayores y tan listos estar¨ªamos tentados de irnos a vivir a Chelm, con un gallo, una esposa trabajadora y un pote de confitura en el armario, para acunar al ni?o con la canci¨®n de Shlemiel:
? Yo soy un gran shlemiel. / Tu eres un peque?o shlerniel. / Cuando crezcas ser¨¢s un gran shlemiel / y yo ser¨¦ un viejo shlemiel / Cuando tengas hijos, / tu ser¨¢s un pap¨¢ shlemiel / y yo ser¨¦ un abuelo shlemiel?.
Aunque, pens¨¢ndolo bien, quiz¨¢ vivamos en Chelm, y la canci¨®n del padre shlemiel sea la de nuestra vida... Y los siete ancianos..., pero no divaguemos. No conviene. M¨¢s vale pensar que los cuentos son cuentos... Y espl¨¦ndidos, en este caso.
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