Giro en el Sahara
LA DECLARACI?N del presidente Su¨¢rez, en la conferencia de prensa celebrada en el aeropuerto de Argel, antes de emprender el regreso a Madrid, de que la postura de Espa?a sobre el Sahara ?no debe prestarse a equ¨ªvocos?, puede ser aplaudida como exposici¨®n de un programa hacia el futuro, cuyo principal ejecutor no es otro que el Gobierno de Madrid, que tiende a modificar la acci¨®n exterior llevada hasta ahora por nuestro pa¨ªs en el conflicto.Desde la ¨¦poca, no tan lejana, en que al almirante Carrero Blanco se le ocurri¨® la incomprensible idea de solucionar el conflicto colonial mediante el truco administrativo de convertir en una provincia -como Soria- los desiertos y oasis del norte de Mauritania, la pol¨ªtica de Estado espa?ola parec¨ªa orientada por una br¨²jula loca cuyos puntos cardinales fueran la improvisaci¨®n, el oportunismo, la incoherencia y el temor. Es de sobra conocido que los tristemente c¨¦lebres acuerdos de Madrid de noviembre de 1975 fueron firmados con la gum¨ªa marroqu¨ª al cuello y en. un clima de, tensi¨®n por la muerte del general Franco y el avance de la Marcha Verde. Pero tambi¨¦n el se?or Areilza y el se?or Oreja, herederos forzosos de ese pesado legado, optaron por refugiarse en la ambig¨¹edad.
A lo largo de m¨¢s de tres a?os, se dir¨ªa que el chantaje argelino sobre Canarias y el chantaje marroqu¨ª sobre Ceuta y Melilla redujeron a la m¨¢s completa par¨¢lisis a nuestra pol¨ªtica exterior. Las ¨²nicas correcciones, puramente verbales, a los acuerdos de Madrid han sido afirmar que Espa?a no entreg¨® la soberan¨ªa del Sahara a Marruecos y Mauritania, pues nunca lleg¨® a ostentarla, e insistir en que est¨¢ pendiente la autodeterminaci¨®n del territorio, seg¨²n los principios y resoluciones de las Naciones Unidas.
Ahora bien, en cualquier hemeroteca se puede encontrar el testimonio de que, durante una largu¨ªsima etapa, el Estado espa?ol hasta tal punto consider¨® que el Sahara estaba bajo su soberan¨ªa, que las chilabas de la Yemaa decoraban las Cortes org¨¢nicas y los atlas del bachillerato inclu¨ªan ese territorio como una provincia e incluso exist¨ªa una placa, SH, para la matriculaci¨®n de autom¨®viles. Ahora, cuando se habla de autodeterminaci¨®n, el antiguo Sahara espa?ol es el escenario de una cruenta guerra en la que se enfrentan ej¨¦rcitos y hablan las armas, y la Historia no ofrece ning¨²n ejemplo de que en tal situaci¨®n sea posible la celebraci¨®n de un refer¨¦ndum con las debidas garant¨ªas. Con el agravante de que ni Marruecos admite tal consulta, pues considera que ya fue decidida en su favor por los notables que rindieron honores a Hassan II, ni el, Frente Polisario est¨¢ dispuesto a considerar otra soluci¨®n que no sea la retirada del Ej¨¦rcito marroqu¨ª.
El presidente Su¨¢rez ha dado un primer paso para disipar la buscada y peligrosa equivocidad de nuestra postura en el Magreb. Pero su viaje a Argelia puede provocar las iras de Hassan II, reabrir el contencioso de Ceuta y Melilla y retrasar sine die la ratificaci¨®n del acuerdo pesquero con Marruecos. Sus gestos amistosos con el Frente Polisario comprometen nuestra pol¨ªtica en el norte de Africa y en alguna medida favorecen a la causa saharaui y la sintonizan con el brusco viraje de Mauritania en favor de una paz negociada. Porque hay que ser cautelosos a la hora de valorar los frutos del viaje, ya que lo cierto es que el Gobierno de Chadli ha jugado fuerte y el desenlace de la partida no ofrece m¨¢s contrapartida por ahora que los resultados que traer¨¢ en su cartera el ministro de Industria a su regreso. El pintoresco MPAIAC del se?or Cubillo sigue teniendo sus oficinas abiertas en la capital de la Rep¨²blica y no hay a¨²n una declaraci6n argelina que rectifique tampoco la tesis de la africanidad pol¨ªtica de las islas Canarias, de su condici¨®n de colonia y de su derecho a la independencia.
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