El abrazo de Guernica
?La guerra de los 150 a?os que ha desgarrado las entra?as de la Espa?a moderna, en un enfrentamiento cainita cuyos principales protagonistas han sido los vascos, est¨¢ a punto de terminar. Aprobada ya la Constituci¨®n democr¨¢tica, una oleada de reconciliaci¨®n nacional est¨¢ brotando de las fuerzas mayoritarias de Euskadi y est¨¢ encontrando, por primera vez, un eco conciliador y amigo en las principales fuerzas pol¨ªticas que forman el Estado nuevo. Y lo que es m¨¢s importante, el Gobierno y, desde luego, la Corona parecen dispuestos a no dejar pasar esta ocasi¨®n de paz y a dar un hist¨®rico abrazo a ese pueblo vasco que est¨¢ en el origen mismo de la idea de Espa?a. Se aproxima la ocasi¨®n portentosa de la paz, y probablemente el ¨¢rbol de Guernica, que sufri¨® la guerra, presidir¨¢ ahora el abrazo de los hermanos que han luchado intermitentemente entre s¨ª durante siglo y medio.La oleada de paz, aunque soterrada a¨²n, parece, incontenible y todo permite esperar acontecimientos trascendentales en el plazo de escasas semanas. Aqu¨ª hay dos paces que firmar con los vascos -la de 1937 y la de 1837-, y hay que firmarlas por su orden y una a una. Primero debe firmarse la paz que ponga t¨¦rmino a la ¨²ltima guerra civil, es decir, el Estatuto de 1936 debe ser puesto en vigor r¨¢pidamente y el gobierno vasco en el exilio debe volver a Espa?a con Leizaola al frente. As¨ª, simb¨®lica-mente, el nuevo Estado abrazar¨¢ en el lendakari Leizaola a la legitimidad perdida.
Y con Leizaola aqu¨ª, con la paz en marcha, colocados ya los vascos y el Estado central al otro lado de la sima abierta por la guerra civil ¨²lt¨ªrna, debe negociarse "con imaginaci¨®n y coraje", como dir¨ªa, el presidente nacionalista Garaicoechea, la segunda paz, la de 1837. Es decir, el acuerdo definitivo que permita a los vascos conservar su personalidad in¨¦dita de pueblo en el seno de Espa?a e influir tambi¨¦n para que todos seamos un poco m¨¢s vascos; es decir, un poco m¨¢s espa?oles. El nuevo Estado imaginado por los padres de la Constituci¨®n permite recomponer la unidad de los diversos pueblos ib¨¦ricos, sin que nadie tenga que hacer dejaci¨®n de su personalidad hist¨®rica para participar en la tarea com¨²n de esta antiqu¨ªsima cosa que desde hace mucho tiempo se llama Hispania o Espa?a.
S¨®lo la cobard¨ªa o la estupidez pueden permitir ahora que desaprovechemos esta hist¨®rica ocasi¨®n de firmar una nueva paz secular entre todos los pueblos que tanto tiempo llevamos por estos riscos haciendo juntos una historia m¨¢gica y grandiosa, a veces para sorpresa del mundo y otras. como ejemplo para el mundo.
Pero la cobard¨ªa y la estupidez pueden prevalecer. Por un lado, los hijos del terror y la violencia van a intentar enmara?ar de cad¨¢veres el camino de la paz. Los grandes derrotados, cuando alborea la esperanza, son quienes han encontrado en la guerra y el rencor su mejor acomodo. Por eso corre prisa la firma de la paz, porque el rencor s¨®lo genera rencor y hay quienes intentan construir barricadas de sangre para que los cad¨¢veres de nuestros hermanos irripidan el nacimiento de la nueva Espa?a de los pueblos libres. Tambi¨¦n la estupidez y la cobard¨ªa pueden frenar las manos y las mentes de quienes tienen la responsabilidad de pactar con los vascos la paz ahora. Y hay que impedirlo porque la paz es hoy posible como nunca. Firmada la paz de 1937, la moderaci¨®n vasca va a estar en condiciones ¨²nicas para convencer a su pueblo de que es posible y es magn¨ªfico ser vasco, ser espa?ol y ser libre a la vez. Y entonces podremos firmar la otra paz, la del milenio nuevo.?
8 mayo.
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