El factor jud¨ªo
Tenemos a medio Occidente discutiendo acalorada y encantadoramente de jud¨ªos y de antisemitismos, y nosotros sin enterarnos. Nosotros, que fuimos tan jud¨ªos. Dicen los nuevos fil¨®sofos franceses, alemanes, italianos y parte no desde?able de esa curiosa poblaci¨®n que vive en la orilla izquierda de la Quinta Avenida, que fuera de la tradici¨®n judaica no hay salvaci¨®n. Ni siquiera para el cristianismo.La met¨¢fora de recambio que manejan los monopolizadores de las modas se llama Holocausto. El antisemitismo, si creemos lo que por ah¨ª escriben estos d¨ªas Levy, Arrabal, Sollers y compa?¨ªa, se ha convertido en la categor¨ªa filos¨®fica por excelencia, y ya el mundo ¨²nicamente se divide en exterminadores y exterminables. En totalitarios y en jud¨ªos. Y nos advierten que Hitler no est¨¢ s¨®lo del lado de Auswichtz: el nazismo no es otra cosa que la caricatura del anarquismo y del marxismo, vale decir, de todas aquellas ideolog¨ªas que propugnan la abolici¨®n del Estado en ¨²ltima instancia. Ahora resulta, vaya por Dios, que el Estado liberal es ?lo jud¨ªo por excelencia? y cualquier intento de revolucionarlo, reformarlo, disolverlo o marginarlo ser¨¢ un acto claramente antisemita, o sea, fascista.
Si no entiendo mal la novedad, que estos chavales escriben tan angelicalmente bien que los adjetivos impiden la visi¨®n de las ideas, la apasionante aventura del pensamiento contempor¨¢neo empieza por el hallazgo de los campos de concentraci¨®n sovi¨¦ticos y concluye, por el momento, con las c¨¢maras de gas nazis. Leyendo a Soljenitsin han descubierto el ramalazo totalitario de los maestros pensadores, y viendo Holocausto por la tele, el antisemitismo planetario.
Al margen de que a estos muchachos les falte un verano -un verano leyendo a Popper, quiero decir-, una cosa es cierta: la llamada nueva filosof¨ªa europea es altamente impresionable por los medios de comunicaci¨®n de masas, que gracias al best-sellers del nobel ruso, averiguaron nada menos que la intr¨ªnseca perversidad hist¨®rica del eje Plat¨®n-Marx-Lenin-Stalin, y por un telefilme yankee descubrieron en el factor jud¨ªo el precioso secreto de la occidentalidad neocapitalista. Ser¨¢ necesario revisar a fondo el tradicional pesimismo sobre los estragos de los mass-media. Habr¨¢ que sospechar que acaso tras los bodrios de hoy se agazapen las culturas exquisitas del ma?ana, que por la misma regla de tres es probable que los ¨¦xitos de Vizca¨ªno Casas y de Curro Jim¨¦nez, para citar equivalencias, provoquen en un no muy lejano futuro oleadas de sabidur¨ªa de imprevisibles consecuencias para nuestra pobre balanza de pagos.
Situada en estos t¨¦rminos, la pol¨¦mica que ahora se lleva para ser modernos, de lo que en el fondo se trata es de ser siempre m¨¢s jud¨ªo que el otro. El verdadero problema de esta segunda entrega de los nuevos fil¨®sofos no est¨¢ en el razonamiento o en la met¨¢fora brillantes, sino en desenterrar el ¨¢rbol geneal¨®gico para descubrir la rama jud¨ªa, la tradici¨®n matrilineal, un apellido con eco de sinagoga, la sabidur¨ªa por el hasta ahora in¨¦dito m¨¦todo del ius sanguinis. Ocurre lo mismo que en la Espa?a del siglo XVI, de los tiempos recios, pero al rev¨¦s: los estatutos que ahora se exigen para estar en lo cierto son los de turbiedad de sangre y no los de limpieza. Los cristianos viejos del desencanto procedentes de la progres¨ªa o del pasotismo, que tanto parecen montar, fingen llorar desconsoladamente ante el muro de las lamentaciones antisemitas. Son los nuevos conversos.
Les aseguro que estamos perdiendo la oportunidad del siglo. Si los de Prado del Rey hubieran estrenado a tiempo Holocausto y si las modas planetarias llegaran sin tanto retraso a esta perdida provincia del imperio, a estas horas ser¨ªamos el modelo preferido de la nueva filosof¨ªa occidental, porque aqu¨ª, mientras no se demuestre lo contrario, todos somos jud¨ªos por l¨ªnea materna. Incluso esos cretinos que por ah¨ª andan con una cruz gamada cosida en sus chaquetas del Corte Ingl¨¦s. Pegan para simular que no son jud¨ªos. Son los nuevos marranos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.