Reflexiones para un congreso
V¨ªsperas del XXVIII Congreso del PSOE, resulta innegable cierta expectaci¨®n, dentro y fuera del partido, sobre su posible significado. Las expectativas de la opini¨®n p¨²blica, tal como las canalizan los medios sociales de comunicaci¨®n, y las que hierven entre afiliados y simpatizantes, son, desde luego, de signo muy distinto. La opini¨®n que conforman las estructuras dadas de poder aguardan que el PSOE, desprendi¨¦ndose de todo resabio marxista, tire el socialismo por la borda, defini¨¦ndose como una opci¨®n de centro-izquierda, que ocupe el lugar que UCD ha dejado vacante con su definitiva instalaci¨®n a la derecha. Si por socialdemocratizaci¨®n ha de entenderse el ajuste de la pol¨ªtica de izquierda al marco socioecon¨®mico que impone el modo capitalista de producci¨®n, lo que se espera del PSOE, como partido con grandes posibilidades de llegar al Gobierno, es su pronta y definitiva conversi¨®n al modelo socialdem¨®crata. Ser¨ªa el precio que tendr¨ªan que pagar los socialistas espa?oles para ser aceptados como alternativa real de poder, eliminando as¨ª cualquier imponderable para el d¨ªa, que se desea muy lejano, en el que la misma din¨¢mica del proceso democr¨¢tico haga inevitable la presencia de los socialistas en el Gobierno. En cambio, lo que temen los afiliados y simpatizantes es justamente, que en el pr¨®ximo congreso pudiera avanzar la tendencia socialdem¨®crata, no faltando incluso los que sue?an con un ?arreglo de cuentas? con la actual direcci¨®n, a la que imputan errores t¨¢cticos graves, as¨ª como el ejercicio del poder en base a relaciones personalistas y caciquiles, que habr¨ªan deteriorado considerablemente la imagen del partido, dificultando su implantaci¨®n en muy diversos sectores sociales.Pues bien, el XXVIII Congreso va a decepcionar tanto a la derecha sociol¨®gica, que pide la socialdemocratizaci¨®n del PSOE, como a los cr¨ªticos internos, que pretenden un giro radical en la pol¨ªtica del partido, as¨ª como la renovaci¨®n de algunos puestos claves. El XXVIII ,Congreso va a proseguir la l¨ªnea pol¨ªtica del XXVII, a la vez que va a reelegir, sin duda con una mayor¨ªa todav¨ªa m¨¢s amplia, al actual equipo dirigente. Razonar la verosimilitud de esta hip¨®tesis -el XXVIII Congreso no va a ser uno de ruptura, sino de continuidad-, as¨ª como se?alar los puntos en los que cabe esperar ciertas modificaciones, es el doble objetivo de este art¨ªculo.
Siendo muchas las cr¨ªticas que pueden y deben hacerse a la actual direcci¨®n, hay que empezar dejando constancia del hecho, dif¨ªcilmente cuestionable, de que en su conjunto prevalecen los logros. En 1974, el partido apenas exist¨ªa; hoy constituye la segunda fuerza electoral del pa¨ªs, a considerable distancia de la tercera y con probabilidades de convertirse en la primera. Y ello es as¨ª, no s¨®lo porque haya actuado una ?memoria hist¨®rica?, herencia que se ha sabido administrar, o porque el desarrolo socio-econ¨®mico de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas haya abierto un gran espacio para un partido socialista, sino, tambi¨¦n, porque se ha sabido seguir un discreto camino intermedio, sin pretensiones excesivas, pero tampoco cometiendo errores garrafales. M¨¢s que la ambici¨®n de acertar, arriesg¨¢ndose, ha prevalecido el af¨¢n de no equivocarse.
No era empresa f¨¢cil cumplir discretamente en una situaci¨®n hist¨®rica tan ambigua y resbaladiza. Cierto que el viento ha soplado fuerte a su favor -qu¨¦ duda cabe que sin una coyuntura favorable, no hay pol¨ªtica exitosa-, pero tambi¨¦n es preciso un buen instinto pol¨ªtico para colocar las velas en la direcci¨®n debida. Se ha conseguido un buen acomodo a las condiciones dadas, sin renunciar por ello a nada esencial. Se ha llegado hasta donde daba de s¨ª la sociedad espa?ola, en realidad bien poca cosa -la presi¨®n social a favor del cambio en el proceso de reforma ha sido m¨ªnima-, pero salvando al partido como una alternativa, tal vez la ¨²nica posible y deseable, al orden establecido.
La labor de la direcci¨®n resulta presentable, contabilizando aciertos importantes -ir solos a las elecciones de 1977, aceptar los cauces de la reforma, transform¨¢ndola en un proceso cuasi-constituyente, avanzar en la unidad socialista (si el primero de marzo hubiera existido el PSP, hubiera dado una sorpresa mayor que la que dio el PSA)-, a la vez que errores graves-pactos socioecon¨®micos con el Gobierno fuera del Parlamento y sin la contrapartida de las elecciones municipales, duraci¨®n excesiva de la elaboraci¨®n de la Constituci¨®n, prolongando irresponsablemente la pol¨ªtica de consenso; aceptaci¨®n del Estado franquista, como si se tratase del Estado sin m¨¢s; p¨¦sima campa?a electoral en febrero de 1979. Exitos y fracasos, aciertos y errores, se equilibran en un buen t¨¦rmino medio.
En cambio, lo que ha constituido un fracaso rotundo ha sido la oposici¨®n interna al actual equipo dirigente. El desequilibrio m¨¢s grave que se detecta hoy en el partido proviene de la falta de corrientes cr¨ªticas, con suficiente coherencia ideol¨®gica y que muestren una probada eficacia en el trabajo pol¨ªtico en la base del partido y en los sectores sociales contiguos. Un partido democr¨¢tico no puede ser una unidad monol¨ªtica: no s¨®lo contradice sus principios, sino que la rigidez extrema lo constri?e a una secta. La diversidad de pareceres es expresi¨®n m¨ªnima de cualquier modo de convivencia democr¨¢tica. La vinculaci¨®n a un programa com¨²n y el respeto m¨¢s estricto a las normas estatutarias suponen y canalizan una competici¨®n previa entre ideas y personas. El pron¨®stico de que el XXVIII Congreso revalidar¨¢ la pol¨ªtica realizada hasta ahora, confirmando pr¨¢cticamente la actual direcci¨®n, se funda en la simple y obvia constataci¨®n de que en estos dos a?os y medio, verdaderamente decisivos en la vida del pa¨ªs y del partido, no ha surgido una alternativa pol¨ªtica y personal a la actual direcci¨®n.
Las voces contestatarias, que indudablemente no faltan, han planteado su cr¨ªtica desde esquemas te¨®ricos desfasados, presentando en la pr¨¢ctica la misma disponibilidad a ser cooptados, cuando no reproducen el esp¨ªritu caciquil que reprochan a la direcci¨®n. En vez de una alternativa clara, personal e ideol¨®gica, no existen m¨¢s que clanes dispuestos a levantar cualquier bandera a que prometa cierta audiencia. Tan urgente como la cr¨ªtica de la direcci¨®n resulta la de las voces contestatarias, la mayor parte de las cuales, o bien no son m¨¢s que residuos del pasado, o bien dejan traslucir ambiciones frustradas.
El partido no tiene todav¨ªa la entidad suficiente para un desenvolvimiento cr¨ªtico y democr¨¢tico. No se trata de que unos y otros se devuelvan la pelota, ech¨¢ndose mutuamente la culpa de este estado Existen tambi¨¦n factores objetivos, propios del grado de desarrollo cultural y socioecon¨®mico, que costar¨¢ mucho ir salvando. Lo decisivo es que se tome conciencia del modelo de partido que se pretende: uno que se apoye en las instituciones, o uno que enraice en la sociedad y que sirva de puente y comunicaci¨®n entre la sociedad y el aparato institucional del Estado. El primero tendr¨¢ su l¨ªmite de acci¨®n en los poderes sociales establecidos, tal como los reproduce el aparato estatal; el segundo es el ¨²nico que podr¨ªa llamarse cabalmente socialista: organizaci¨®n democr¨¢tica de amplios sectores sociales, para ir trasformando democr¨¢ticamente sociedad y Estado.
La labor principal del pr¨®ximo congreso consiste en definir claramente el tipo de partido a que se aspira, no con meras declaraciones de principio, sino con las reformas estatutarias pertinentes para empezar a poner en marcha un partido socialista, descentralizado, federal, que vaya haciendo realidad paso a paso, el modelo de democracia que predica para toda la sociedad.
El dilema no reza hoy marxismo o no marxismo, y mucho menos reforma o revoluci¨®n. No existe otra v¨ªa que la de las reformas. La cuesti¨®n b¨¢sica en el socialismo contempor¨¢neo es qu¨¦ clase de reformas tiene que promover un partido socialista, las que se agotan en la modernizaci¨®n del capitalismo, o las que pretenden, en ¨²ltimo t¨¦rmino y a largo plazo, la superaci¨®n de este modo de producci¨®n. El dilema es tan claro en su formulaci¨®n abstracta, como dif¨ªcil de concretar en la pr¨¢ctica. En todo caso, de lo que no cabe duda es que una pol¨ªtica socialista de alternativa exige un nuevo tipo de partido, en continua ¨®smosis con su base social. Sentar las bases organizativas para este proyecto hist¨®rico es el reto que tiene planteado el pr¨®ximo congreso del PSOE.
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