En busca de la tradici¨®n perdida
Las fiestas de San Isidro-79 han llegado pr¨¢cticamente a todos los barrios de Madrid. El programa de este a?o es algo m¨¢s que corridas de toros, procesiones y verbenas oficiales. Hay un claro intento de recuperar el sentido de las tradicionales verbenas madrile?as, aunque, a pesar de todo el esfuerzo, 700.000 madrile?os prefirieron aprovechar el puente para dejar, por unos d¨ªas, la ciudad. La respuesta popular a las fiestas ha disminuido sustancialmente, pero todav¨ªa queda un amplio sector de gente con ganas de divertirse, aunque no hay pradera de San Isidro.El nuevo Ayuntamiento no ha tenido mucho tiempo para elaborar el programa. Sin embargo, ha intentado que la fiesta llegue a todos los barrios, lo que ha supuesto una notable participaci¨®n vecinal. Y as¨ª la fiesta no se ha reducido a sol y toros, sino que los madrile?os est¨¢n viviendo estas Fiestas como algo suyo.
Pero, como cada a?o, son muchos los que repiten que ?estas fiestas ya no son lo que eran ?. Sin embargo, no todo ha cambiado, porque ellos, esos madrile?os que han pasado de los cuarenta, siguen siendo los mismos, aunque ya no vengan a pasar las fiestas con ellos los abuelos cargados de chorizos generosos, ni baje toda la familia a la pradera a beber vino y a tragar polvo. Pese a todo. son muchos los progres capaces de divertirse todav¨ªa con los mismos chotis o pasodobles que bailaban los abuelos.
Los triunfadores de las elecciones, en La Corrala
El mismo lunes, v¨ªspera de San Isidro, en La Corrala, se pod¨ªa ver a los triunfadores de las elecciones municipales divirti¨¦ndose mientras cantaban cosas como El conejo de la Lole o Alirote, alirote; fascista el que no bote, y as¨ª esta gente rejuvenec¨ªa con estas manifestaciones festivas. Son como el puente tendido hacia esos otros que sienten a los padres como abuelos decimon¨®nicos y que orgullosamente dicen pasar del rollo castizo. Porque su casticismo, que tambi¨¦n lo es, va de teta at¨®mica de guitarra electrizada, de porro ecol¨®gico y de ?abuelo, ap¨¦ese usted del sainete que ¨¦ste es otro siglo?.
La verbena la romer¨ªa vuelve a cambiar este a?o de emplazamiento y en cada desplazamiento parece que olvida algunas de sus viejas tradiciones. As¨ª en el paso de la pradera a la Arganzuela estuvo a punto de perderse aquel fot¨®grafo instant¨¢neo de magnesio, tapiz goyesco, que retrataba a toda la familia simplemente con asomar la cabeza por un tablero en el que estaban pintados el torero, la chulapa, el castizo... La abuela sal¨ªa siempre con el cuerpo del torero, y a pesar de que esa misma escena se representaba todos los a?os, siempre hac¨ªa sonreir.
Luego se perdi¨® la costumbre de recoger agua del Santo. No es que la gente despreciase la fina agua de Lozoya. Es que un 'd¨ªa se encontraron con la desagradable sorpresa de un cartel que anunciaba: ?Agua contaminada. No potable.? Si esto lleaa a ocurrir este a?o. mal las hubiera pasado Enrique Tierno para dar las oportunas explicaciones.
En el San Isidro 79 pueden verse rifas de jamones. m¨¢quinas tragaperras, venta de los m¨¢s var¨ªados objetos artesanales, etc¨¦tera. Sin embargo han desaparecido atracciones infantiles. Ya no hay guy-toma, esos maravillosos columpios giratonos; ni el tren de la bruja, que a nadie asustaba, ni los laberintos contra cuyos cristales se golpeaba el personal repetidas veces. Y, desde el a?o anterior, un nuevo cambio. De la Arganzuela a la Casa de Campo. El problema es que, con tanto traslado, puede llegar a perderse hasta el organillo, instrumento que los castizos dicen tocar con el codo para que las parejas se ci?an por el talle.
Aunque no todas las esencias se han disipado. Tal vez porque son consustanciales ¨¢ todas las fiestas. Entre m¨²sicas, polvo, grasa, humo y empujones, la gente se sigue divirtiendo.
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