Peinar al gato
Yo todas las ma?anas, antes de leer los peri¨®dicos, antes de atender la primera llamada del contraesp¨ªa croata de la Moncloa, peino al gato. ?Ustedes no peinan al gato? Es lo primero.Antes de saber que a Su¨¢rez sigue sin ocurr¨ªrsele nada, que a Abril tampoco, antes de enterarme de que el Estatuto catal¨¢n es un entorpecimiento para el Estatuto vasco, y a la viceversa, antes de conocer lo que ya sab¨ªa (que el ¨²nico intelectual de los toros es el toro propiamente dicho, o sea el ¨²nico que en Las Ventas hace pensamiento y no est¨¦tica), antes de todo eso peino al gato, y esos minutos de peinado y sosiego, viaje repetido del cepillo por el trigal felino del Rojito, esos minutos de paz, domesticidad y felinidad (ya que no felicidad), no hay quien me los quite. Me lo dijo un d¨ªa mi querido y admirado amigo el doctor Paco Sanabria, a quien tanto quiero y debo:
-Haz alfombra. Si tiene depresiones haz alfombra. Los antipsiquiatras yanquis mandan hacer alfombra.
El le hab¨ªa hecho varias, de punto, a su se?ora, y ten¨ªa otra en la consulta. Yo he probado a hacer alfombra, pero quedo muy travest¨ª, aparte de que mi blanca mano no sirve para nada, salvo la prosa y la caricia. Entonces peino al gato.
El gato es una alfombra viva que lo agradece m¨¢s, una alfombra con ojos de oro, un cruce de tigre de Malasia y alfombra Ispahan en minilibro. El Movimiento, que ha perdido su nombre, pero no su estructura a lo gang Sinatra, su armaz¨®n de chamelo, whisky, p¨®ker, telefonazo y madrugada, el Movimiento, digo, constituido por los palaciegos sin palacio del presidente Su¨¢rez, registra ya como una cierta inquietud nacional por los silencios y reclusiones del presidente:
-Pero qu¨¦ pasa con Adolfo.
-Adolfo es que se est¨¢ pasando.
-El que sepa algo de Adolfo que levante el dedo.
Yo creo que Adolfo est¨¢ tambi¨¦n peinando al gato por los pasillos de la Moncloa. A los gatos conviene peinarles con un cepillo, de modo que les vaya saliendo todo el pelo que cambian y desprenden continuamente, esa pelusa que mudan como vilanos rubios de un hermoso verano a lo Pavese, que ya est¨¢ aqu¨ª. Si no, el gato, que se lame y asea mucho, va tragando pelotas de pelo y se ahoga. ?Eso pienso yo, mejor mirado, que le puede estar pasando al presidente: Su¨¢rez tiene algo gatuno en los ojos y la conducta, en la reclusi¨®n y apartamiento, y, si da en lamerse mucho el lomo y la investidura, puede coger una gastroenteritis con los hilos de la t¨²nica sagrada.
Lola Gaos me llama al teatro Carlos III de El Escorial, reci¨¦n restaurado, donde presenta una obra de Domingo Miras que es neoesperpento valleinclanesco, entre don Ram¨®n Mar¨ªa y Jean Genet, sobre los amenes isabelinos:
-Que te vengas, Umbral, que te va a gustar -me dice Lola al tel¨¦fono, con su voz de ronquera trascendental.
Ella hace Sor Patrocinio, la Ser¨¢fica Madre, la Monja de las Llagas. Isabel II no peina al gato, pero se deja peinar por las camaristas mientras la Ser¨¢fica milagrea ante ella, elimina progresistas, manda fusilar al pueblo de Madrid y luce sus llagas como un travest¨ª a lo divino. La Iglesia siempre en su sitio. ?Qui¨¦n es hoy la Ser¨¢fica Madre en torno de Su¨¢rez? ?Quiz¨¢ don Landelino Lavilla? ?Qui¨¦n la Monja de las Llagas? Porque yo a Abril Martorell lo veo m¨¢s como un Padre Claret cerrado de barba y de sintaxis. La Espa?a, una vez m¨¢s, est¨¢ misteriosamente detenida, no va a ninguna parte, cuando m¨¢s necesita llegar. Entre Luis de Baviera solo y personaje de Shakespeare, veo hoy a Adolfo Su¨¢rez:
- ?Mi reino por un caballo!
Lo que no sabemos es si al caballo piensa darle otra cartera. Dice Domingo Miras que cada vez que una m¨ªstica, un fanatismo, una Iglesia, un irracionalismo, una Obra de Dios se interponen en la historia de la Historia, es que Sor Patrocinio ha vuelto. Es uno de nuestros grandes demonios nacionales, aunque s¨®lo tenga un siglo.
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