La salvaje aventura de Coppola
ENVIADO ESPECIAL, Ayer, s¨¢bado, se proyect¨®, con car¨¢cter de premier mundial, el Apocalypse now, de Francis Coppola, uno de los seres m¨¢s enloquecidos de la cinematograf¨ªa mundial. Los cin¨¦filos (aquellos que cada vez que ven una playa salvaje no pueden evitar el pensar en un anuncio de desodorantes) acaban de conseguir el gran tema de conversaci¨®n del a?o. El filme de Coppola es, para ello y desde hace tiempo, un fen¨®meno mitol¨®gico. Los que no son fan¨¢ticos del celuloide se encontrar¨¢n con una pel¨ªcula tan espectacular como La guerra de las galaxias. Los que aman la literatura anglosajona del siglo XIX, aquella que escribieron entre aventura y aventura los London y Conrad, por ejemplo, podr¨¢n discutir en tertulias interminables sobre el coronel Kurtz (Marlon Brando) y el capit¨¢n William (Martin Sheen). Los obsesos de la t¨¦cnica fotogr¨¢fica se podr¨¢n deleitar contemplando la labor de Vittorio Storaro (director de fotograf¨ªa de Ultimo tango en Par¨ªs, de Bertolucci y Ensayo de orquesta, de Fellini, entre otros). Utilizaron un sistema especial de tecnovisi¨®n y unas lentes anam¨®rficas que imaginamos sorprender¨¢n a Kubrick en cuanto vea la pel¨ªcula.
?Apocalypse now?, explic¨® Francis Coppola en una rueda de prensa de la que facilitaremos algunos datos escenogr¨¢ficos posteriormente, ?es conocida como una ¨®pera f¨ªlmica. Situada en plena guerra del Vietnam, pretende ser un fresco que no est¨¢ relacionado con ning¨²n momento preciso o, en todo caso, en ese momento en que la civilizaci¨®n occidental reencuentra lo primitivo. En realidad intent¨¦ realizar un filme teatral m¨ªtico que trata de la ambig¨¹edad moral?.
La pasi¨®n de la violencia
Esa ambig¨¹edad moral ser¨¢ denostada por quienes defienden a ultranza los buenos sentimientos, esa especie de coartada ideol¨®gica del sistema. En cualquier caso, las largas e impresionantes secuencias de las batallas, ataques, bombardeos y caos wagneriano (uno de los coroneles no puede arrasar un poblado vietnamita si no conecta a todo volumen una cinta de Wagner que los enormes altavoces del helic¨®ptero se encargar¨¢n de hacerla o¨ªr a tres kil¨®metros a la redonda) tienen, a nuestro juicio, una raz¨®n absolutamente moral, la fascinaci¨®n por todo lo que sea espect¨¢culo. La inquietud surge al comprobar c¨®mo la violencia llevada al l¨ªmite se puede convertir en una pasi¨®n.?Yo adapt¨¦ el gui¨®n de la pel¨ªcula?, explica Coppola, ?de la historia original de John Milius, y me serv¨ª, con total libertad, de algunas situaciones y personajes del Heart of darness, de Joseph Conrad. Tambi¨¦n me bas¨¦ en The Wasteland y The Hollow Men, de T. S. Eliot; en From Ritual to Romance, de Jesse L. Weston, y en The Golden Bough, de Sir James Georges Fraser. Los textos que se leen en off fueron escritos por Michel Herr, el autor de Dispatches...?.
Todo parece indicar que Francis Coppola es un realizador culto y le¨ªdo, sin embargo es b¨¢sicamente un hombre de acci¨®n. Un miembro m¨¢s de esa extra?a ¨¦lite de aventureros del cine que desde Griffith a Georges Lucas, pasando por Huston, Spielberg y esa ya amplia lista de bichos raros, inundan peri¨®dicamente las pantallas con historias al l¨ªmite de todas las posibilidades del espect¨¢culo.
Mil millones
La pel¨ªcula de Coppola tendr¨¢ -todav¨ªa no acab¨® el gasto- un coste superior a los treinta millones de d¨®lares (m¨¢s de 2.000 millones de pesetas); rod¨® m¨¢s de medio mill¨®n de metros de negativo y el rodaje propiamente dicho tuvo una duraci¨®n de seis meses, todo ¨¦l en Filipinas. Las dificultades de producci¨®n fueron, al parecer, muy serias. Hasta el punto de que, tras el ¨¦xito comercial de El Padrino, primera y segunda parte, y La conversaci¨®n, opt¨® por buscar ¨¦l mismo el dinero necesario. Coppola no solo es el director y coguionista, es, tambi¨¦n, el productor de una pel¨ªcula en la que los extras, los helic¨®pteros, las lanchas y los efectos especiales surgen con la misma intensidad y ritmo que los fotogramas. Hace falta ser un profesional del cine, o cuando menos conocer algo de la industria del gremio, para comprender lo que significa producir y dirigir a la vez y todo ello en unos parajes dif¨ªciles, sin comodidades excesivas, con la convicci¨®n de que lo que se va a contar en la pantalla nunca superar¨¢ lo que se ha vivido en el rodaje.Tras ver una de las pel¨ªculas que dar¨¢n que hablar hasta el aburrimiento en los cen¨¢culos de la cultura, la rueda de prensa de su director no pod¨ªa ser de otra manera: la sala de conferencias del Palais del festival tiene una cabida aproximada de unas cuatrocientas localidades. La rueda de prensa de Coppola se realiz¨® en la sala de proyecciones del Grand Palais, en donde caben, por lo menos, 2.000 personas. Coppola, sentado en el escenario, tras una improvisada y s¨®lida mesa, rodeado de flores de pl¨¢stico o que lo imitan con acierto, y con todas las televisiones del mundo esper¨¢ndole en otra sala (todos a la vez no caben).
Sus palabras ser¨¢n llevadas hasta los rincones m¨¢s remotos del globo. Los periodistas hicieron una cola de tres cuartos de hora -a las nueve de la ma?ana- para poder verla en la primera de las proyecciones. Coppola se deb¨ªa de sentir detr¨¢s de la mesa de una manera muy similar a como se encontraba el coronel Kurtz en su poblado selv¨¢tico. Es la fascinaci¨®n del poder, del saberse dominador de todo y de todos, de no temer ni siquiera a la muerte porque siempre habr¨¢ un capit¨¢n Williams que ocupe su lugar; incluso puede ser la misma persona siglo tras siglo. Los espectadores que no confunden las playas agresivas con anuncios de desodorantes no tendr¨¢n m¨¢s remedio que mirarle y mirar la pel¨ªcula con la emoci¨®n de que asistimos a una de las grandes historias jam¨¢s contadas (as¨ª anunciaban los filmes de Cecil B. de Mille). Horas despu¨¦s retornaremos todos a la cotidianeidad.
La vida contin¨²a pese a los fan¨¢ticos, y este, tipo de personajes son lo m¨¢s apropiado para romper -siquiera sea de manera temporal- con la inercia. Si su cerebro no vuelve al ritmo normal, entre en un cine y vea Fat City, de Huston, o Quadrophenia, de Roddan: las gentes aparentemente vulgares tienen detr¨¢s de ellos unas historias estupendas. Menos mal.
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