El debate socialista y la pasi¨®n por las ideas
Los DEBATES y el resultado del XXVIII Congreso del PSOE han producido curiosas repercusiones en la vida pol¨ªtica de todo el pa¨ªs. Los socialistas han logrado, seguramente sin pretenderlo, que sus problemas lleguen a muy amplias zonas de la opini¨®n y de que sus vicisitudes partidistas pasen a convertirse en un tema de inter¨¦s nacional. Precisamente en una etapa durante la cual la indiferencia y el desencanto, derivados no tanto del obligado consenso como de los innecesarios pactos secretos que lo instrumentaron, parec¨ªan condenar a la aton¨ªa, a la privatizaci¨®n y al alejamiento de la vida p¨²blica a un importante sector de la ciudadan¨ªa, el congreso del PSOE ha demostrado que la sociedad puede apasionarse por las cuestiones pol¨ªticas cuando ¨¦stas se presentan de manera veraz, y no simulada, ante la gran mayor¨ªa de los ciudadanos.No es f¨¢cil vaticinar si los socialistas aprovechar¨¢n o no la ocasi¨®n que la fortuna les ha brindado de ampliar la audiencia para su proyecto pol¨ªtico mediante un debate, p¨²blico y serio, de sus problemas y diferencias internas, que no les interesan s¨®lo a los militantes, sino tambi¨¦n a los sectores sociales que les han votado o les pueden votar. Tampoco es seguro que sus adversarios saquen una inteligente ense?anza de los ocurrido en el congreso socialista. Una visi¨®n a corto plazo y miope de las conveniencias de UCD puede conducir al partido del Gobierno a preferir la unanimidad a la discusi¨®n, los despachos cerrados a las plazas p¨²blicas, el trueque de favores a la confrontaci¨®n de las ideas, la paz de los sepulcros administrativos al estr¨¦pito de las discusiones pol¨ªticas. Pero esa costumbre de lavar la ropa sucia de noche y en secreto no ser¨¢, a la larga, m¨¢s rentable para UCD que la libre expresi¨®n de las tendencias en su seno y que la discusi¨®n abierta entre democristianos, liberales y socialdem¨®cratas, hoy reducida a un sordo y oculto forcejeo, cuyos resultados s¨®lo conocemos a trav¨¦s de chismes o de defenestraciones.
Los socialistas pueden sentir tambi¨¦n la tentaci¨®n de dar marcha atr¨¢s y confinar el debate entre cuatro paredes. Pero aunque tanto desde la derecha como desde la izquierda sus adversarios van a tratar de hacer le?a de sus dificultades, no es ¨¦sa raz¨®n suficiente para que se encierren sobre s¨ª mismos. Qui¨¦n sabe si Felipe Gonz¨¢lez habr¨¢ recordado, al escuchar o leer determinados elogios a su gesto del domingo pasado, la an¨¦cdota de Augusto Bebel, el dirigente socialista alem¨¢n que, al ser aplaudido por la derecha en una de sus intervenciones parlamentarias, se pregunt¨® ret¨®ricamente: ??Qu¨¦ has hecho mal, viejo Bebel, para que la reacci¨®n te aplauda?? Pero la admirativa respuesta que ha encontrado la decisi¨®n del ex secretario general del PSOE en medios sociales y pol¨ªticos ajenos al socialismo no ha nacido tanto del deseo de instrumentarla como de un sincero asombro ante el hecho de que un dirigente juegue sin cartas marcadas y arriesgue su futuro por motivos que van desde la coherencia con sus principios hasta la afirmaci¨®n de valores ¨¦ticos en el mundo pragm¨¢tico, y en ocasiones s¨®rdido, de la pol¨ªtica.
El XXVIII Congreso del PSOE fue, a la vez, un ejemplo de libertad de expresi¨®n formal y una lamentable muestra de improvisaci¨®n, inmadurez, demagogia y falta de rigor ideol¨®gico y pol¨ªtico en el contenido de los debates. Los meses que faltan para que se celebre el congreso extraordinario ofrecen, al menos, la ocasi¨®n para que esa libertad sirva de veh¨ªculo a un intercambio serio y meditado de argumentos entre las tendencias socialistas. Nuestra sociedad ha olvidado, y est¨¢ a punto de perder, la pasi¨®n por las ideas.
El desarrollo del congreso del PSOE y su desenlace, con el abandono y el triunfo moral de Felipe Gonz¨¢lez, sit¨²an a ese partido en una dif¨ªcil y peligrosa interinidad. Peligrosa no s¨®lo para el partido en s¨ª, sino para la estabilidad pol¨ªtica de todo el pa¨ªs. Merece la pena entonces sacar las lecciones positivas de la historia, reflexionar sobre lo sucedido y hacer pol¨ªtica de altura frente al politiqueo de los pasillos. Recuperar, en fin, sin demagogias ni personalismos, el debate del pensamiento y el an¨¢lisis de la realidad.
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