Luc Peire
En 1952, Luc Peire. pintor belga nacido en Brujas, en 1916, decid¨ªa trasladarse al Congo. Quer¨ªa olvidar la cultura europea que, hasta entonces, le hab¨ªa nutrido, liquidar definitivamente el recuerdo de las primeras obras de corte tradicional, ir borrando las cada vez m¨¢s endebles huellas del expresionismo, que le hab¨ªa inspirado Permeke. El viaje al Congo adquir¨ªa as¨ª carices de retiro espiritual, recogimiento en un silencio que le permitiera estar ¨²nicamente atento a la revelaci¨®n, si deb¨ªa haberla, de sus voces interiores. Periplo espiritual que en Luc Peire constituye el esquema, la andadura preformadora de su lenta, pero inexorable, evoluci¨®n pl¨¢stica.Cuando, un a?o m¨¢s tarde, Luc Peire desembarca en Tenerife, el hombre y su obra han sufrido una transformaci¨®n cuyas robustas ra¨ªces van a determinar, a orientar, todo su proceso ulterior. Un germen de imprevisibles y aventurosos derroteros se hab¨ªa incrustado en su quehacer pict¨®rico.
Luc Peire
Premio de Honor de Pintura I Bienal Internacional de Brest.
La estancia en Canarias representa el momento de sedimentaci¨®n de las adquisiciones congolesas relativas a la estilizaci¨®n y, al mismo tiempo, el punto de arranque definitivo de una labor creadora que ha alcanzado hoy rotundidades y perennidades propias de los destinos privilegiados.
A esta especie de consolidaci¨®n de lo que para Luc Peire habr¨ªa de revelarse en adelante como objeto ¨²nico de todos sus desvelos, hay que asociar los nombres de Alberto Sartoris y de Eduardo Westerdahl, que, con su apoyo, la sinceridad de sus comentarios y su fe en el porvenir art¨ªstico de Luc Peire, contribuyeron no poco a que el pintor belga, as¨ª animado y respaldado, se afirmara resueltamente. La lucidez de Westerdahl, en particular, despierta hoy profundo respeto. Y su convencimiento ten¨ªa que ser muy s¨®lido para osar dedicarle, editada por el Instituto de Estudios Hisp¨¢nicos, una serie y detallada monograf¨ªa; sobre todo cuando se sabe lo poco dados que somos en nuestro pa¨ªs a estos estudios sobre artistas extranjeros que no lucen todav¨ªa todos los laureles de la inmortalidad. Merecida recompensa, la monograf¨ªa de Westerdahl sigue siendo, dentro de la abundante y rica bibliograf¨ªa actual sobre Luc Peire, un jal¨®n fundamental.
Una forma pl¨¢stica autosuficiente
A partir de 1953, la obra del pintor belga va a traducirse en t¨¦rminos de infatigable empe?o por ir despojando a la imagen de cuanto en ella pueda haber de accidental o anecd¨®tico. La figura humana se ir¨¢ reduciendo progresivamente a simple perfil alusivo, silueta lineal esencial. Quedar¨¢n todav¨ªa, durante cierto tiempo, insinuantes curvas y un soporte geom¨¦trico perspectivo. Poco a poco, las curvas se tienden, buscan la verticalidad alternando con incisivas oblicuas y alg¨²n que otro contrapunto circular, lejano recuerdo de lo que antes fueran cabezas humanas. Toda referencia a un espacio real se va desvaneciendo.Alrededor de 1965. el proceso evolutivo de Luc Peire desemboca, l¨®gicamente, en una forma pl¨¢stica autosuficiente, de una unidad y coherencia perfectas, instauradora de un universo que viene a enriquecer, con su singularidad, el acervo iconogr¨¢fico mayor de la historia del arte.
No encuentro, para la pintura actual de Luc Peire, otro calificativo que el de inefable. Hasta tal punto parece todo en ella inmaterial, intangible, di¨¢fano.
Dif¨ªcilmente se puede hablar en su caso de pintura geom¨¦trica o de minimalismo. Est¨¢ claro que la obra de Luc Peire se sit¨²a de lleno en el campo de la abstracci¨®n, pero sin que parezca posible a?adirle otra determinaci¨®n m¨¢s esclarece dora.
Y viene esa dificultad clasifica dora de la peculiar naturaleza alcanzada por la pintura de Luc Peire, que, en su depuraci¨®n, ha ido hasta el abandono de la forma propiamente dicha. Ante los cuadros de Luc Peire nos damos cuenta de que hay una expresi¨®n que hemos empleado muchas otras veces, cuando en realidad s¨®lo a ¨¦l le hubiera convenido. Me refiero a la expresi¨®n de ?dinamizaci¨®n del espacio? o, si se quiere otra variante, ?organizaci¨®n r¨ªtmica? de la superficie pl¨¢stica bidimensional. Digamos que, finalmente, es esta una caracter¨ªstica pertinente de cualquier obra de valor, pero que, as¨ª como en ellas suele realizarse por medio de una organizaci¨®n de formas, en Luc Peire se obtiene por un acercamiento extremo al ideal que ser¨ªa el manejo del ritmo en s¨ª, puro, sin corporeidad. Porque el espacio pict¨®rico de Luc Peire no es un espacio de formas, sino -perm¨ªtaseme la osad¨ªa- un espacio sonoro, musical. Ser¨¦ a¨²n m¨¢s atrevido: espacio espiritual, m¨ªstico, contemplativo y meditativo. En una palabra: la realidad reducida a esa esencialidad que le descubrieran Pit¨¢goras y Plat¨®n, hecha de proporci¨®n, medida, armon¨ªa que, en el segundo de los fil¨®sofos, nos dar¨¢ la secreta m¨²sica c¨®smica de las esferas.
Comprendemos que se pueda tener a Luc Peire por el sucesor m¨¢s leg¨ªtimo del neoplasticismo de Mondrian o del suprematismo de Malevitch, sobre todo de este ¨²ltimo. Pero no tanto por su lenguaje pl¨¢stico propiamente dicho, cuanto por la visi¨®n interior que lo anima.
Interpretaci¨®n contempor¨¢nea
Esa divisi¨®n del plano en zonas rectangulares verticales u horizontales, dentro de la gama crom¨¢tica que va del negro al blanco en las ?graf¨ªas? sobre formica o de la de sus luminosos, profundos y refinados acordes de los colores planos fundamentales en los ¨®leos, recorridas poruna infinidad de estr¨ªaso l¨ªneas de diferente longitud asimismo verticales, donde la l¨ªnea es germen potencial de plano, y ¨¦ste puede resolverse constantemente en l¨ªnea, no hace m¨¢s que recoger en su forma m¨¢s acabada y n¨ªtida, sin m¨¢s cuerpo que el de s¨ª misma, una constante del arte m¨¢s cl¨¢sico ?C¨®mo no recordar, en efecto, los c¨¦lebres frisos en que un desfile de personajes avanza por ambos lado hacia el centro? El friso este del Parten¨®n (seg¨²n el montaje del British Museum) o los mosaicos de San Apolinar el Nuevo, entre otros mil ejemplos, encuentran en Luc Peire una interpretaci¨®n contem por¨¢nea de lo que en aqu¨¦llo constitu¨ªa su verdadero ser art¨ªstico. No s¨®lo la unidad y convergencia se complementan en la diversidad, sino que la melod¨ªa es un desarrollo de espl¨¦ndida complejidad.Ya en La correspondance des arts hab¨ªa elaborado Souriau una definici¨®n del ritmo que se adecua tanto al ritmo en el tiempo como en el espacio. Los cuadros de Luc Peire no son otra cosa: ritmo exquisito en el espacio y el tiempo, canto de raras modulaciones, series de notas r¨¢pidas alternando con las masas vibrantes, haces compactos de sonidos o movimientos m¨¢s sueltos, la gracia y la ligereza en contrapunto con fragmentos m¨¢s dram¨¢ticos.
Vocabulario de un rigor y econom¨ªa inconcebibles, pero capaz de las m¨¢s variadas,ricas y sensibles combinaciones.
Podr¨ªamos hablar horas y horas de las ocultas sutilezas del arte de Luc Peire y, entre otras, de la empleada para ofrecer esa impresi¨®n de equilibrio, de serenidad y simetr¨ªa totales por el parad¨®jico empleo de lo asim¨¦trico, de lo desigual, de lo descentrado. Todo tan tenue, tan imperceptible..., con la severidad, la gravedad de una letan¨ªa sin fin.
El Premio de Honor de Pintura de la I Bienal Internacional de Brest, que le acaba de ser otorgado a Luc Peire, ni es confirmaci¨®n ni a?adir¨¢ ya gran cosa a la gloria de su nombre. Interpret¨¦moslo simplemente como un homenaje m¨¢s a una de las obras fundamentales de nuestros d¨ªas.
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