Nuestra lucha
Millones de personas beben en exceso en este pa¨ªs. Pero no es menos cierto que tambi¨¦n son millares las que luchan contra este h¨¢bito de comportamiento que saben, a ciencia cierta, tiene una dimensi¨®n altamente destructiva de la salud f¨ªsica o mental. ??Qu¨¦ hacer??, se preguntan, tristes o desesperados, a veces, los protagonistas de esta tragedia nacional, o sus familiares.Hay quien lucha contra el alcoholismo s¨®lo, a pelo, a base de fuerza de voluntad. Hay quien se interna en centros psiqui¨¢tricos o quien es internado por sus familiares. Hay quien pide ayuda a otros seres humanos, con los mismos problemas, para ayudarse, de igual a igual, creando grupos de apoyo, comunidades terap¨¦uticas, organizaciones de ex cat¨®licos, etc¨¦tera. Hay tambi¨¦n quien pide ayuda a m¨¦dicos, psiquiatras, psic¨®logos, especialistas... Quiz¨¢ todos los caminos lleguen a Roma, porque son muchos los que lograron vencer en su batalla.
Otras personas alcoh¨®licas recurren a m¨¦todos violentos en su lucha contra el h¨¢bito. Hay quienes recurren a pastillas como Altabus, el l¨ªquido Colme..., que provocan el que, el individuo, en cuesti¨®n, al ingerir la m¨¢s m¨ªnima cantidad de alcohol, se sienta francamente mal. Hay tambi¨¦n quien se injerta con la misma finalidad, mediante intervenci¨®n quir¨²rgica, sustancias como las pastillas Esperal. Los puristas quiz¨¢ llamasen cobarde a quien recurre a estos m¨¦todos de inspiraci¨®n conductista. Pero eso, afirma una de las personas que se lo injert¨® ?ser¨ªa tan canalla como el que aconsejase a un canceroso de est¨®mago que no se deje aplicar rayos invit¨¢ndole a que domine s¨®lo con su voluntad, su c¨¢ncer Toda ayuda, incluida la quimioterap¨¦utica, es bueno aceptarla. Lo cobarde es no dejarse ayudar, que es lo que hace quien no quiere usar medios de cambio porque quiere continuar bebiendo?.
La ciencia nos ense?a a ver, tras lo particular, lo general, lo univer salizable. ?Cu¨¢les son los conflictos de los alcoh¨®licos? Los nuestros, los de todos: miedo a la vida y a la muerte, o al trabajo, soledad; conflictos personales, afectivos, laborales, profesionales, econ¨®micos; dificultades sexuales o familiares; problemas pol¨ªticos o religiosos...
Considerar que los alcoh¨®licos son s¨®lo los otros, esa legi¨®n de ciudadanos que acomete sus problemas con la adici¨®n de alcohol, mientras los dem¨¢s mantenemos adiciones de otros tipos, resulta adem¨¢s de injusto, inexacto, porque, en el fondo, la injusticia no es sino la p¨¦rdida de la exactitud y el rigor. Lo exacto y cient¨ªfico es reconocer que los conflictos de los alcoh¨®licos, por emplear este t¨¦rmino, son los conflictos de todos nosotros, los de cada d¨ªa. Sus miedos son nuestros miedos y sus ca¨ªdas ofracasos no son diferentes de nuestras ca¨ªdas ofracasos en los mil recursos o drogas que empleamos para seguir luchando.
Pero no es menos verdad que su esfuerzo, su esperanza de cambio, su voluntad de mejora y progreso es nuestra victoria. Sus ¨¦xitos son nuestros ¨¦xitos y su curaci¨®n, la nuestra. Porque la lucha de esa legi¨®n de espa?oles que, desde el desastre de sus vidas y la de los suyos, emerge, en colosal esfuerzo personal, de las tinieblas y la miseria de su vida cotidiana, hacia una verdadera calidad de vida personal y de grupo, no es otra cosa sino nuestra lucha, la de todos: la lucha por la vida.
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