Los ni?os leyeron y hasta jugaron con los libros
Los ni?os que visitaron la feria la tarde del domingo descubrieron una gozosa, y a menudo desconocida, manera de tratar a los libros: jugar con ellos. Una divertida gimkana cultural con pistas en diferentes casetas infantiles, y con un recorrido libre por las inmediaciones del sector infantil, permiti¨® a chavales de diez a catorce a?os jugar con libros y tebeos, sentarse en la moqueta a hojearlos y hacer carreras y saltos en busca de nuevos datos sobre autores y t¨ªtulos.
La parte m¨¢s activa de! la gimkana, denominada juego literario, la constituyeron las pruebas de aventuras. Los chavales acud¨ªan presurosos al gabinete de Sherlock-Holmes para ayudar al envidiable detective en sus m¨¢s intrigantes casos polic¨ªacos. A continuaci¨®n se dirig¨ªan a la tienda india del gran jefe Otumba para opinar sobre los indios y conocer nuevos signos y costumbres de este pueblo tan manipulado por los telefilmes de televisi¨®n. Al final realizaban un corto safari imaginario buscando hojas de hiedra o enredaderas por el parque que rodea al Pabell¨®n de Cristal, contestaban a preguntas sobre la vida y costumbres de los animales y describ¨ªan la fauna que conoc¨ªan a trav¨¦s de las pel¨ªculas de dibujos animados y de sus espor¨¢dicas visitas al Zoo. No faltaban tebeos, historietas y libros de biolog¨ªa y de ciencias sociales para poder superar las pruebas y apuros de la gimkana.?Ven a jugar, t¨ªo, esto mola?, le dec¨ªa un chico de trece a?os a un amigo. En grupos de tres, y llevando una visera roja con la inscripci¨®n juego literario, los chavales corr¨ªan a su aire por la feria, a veces incluso sofocados de tanto ir y venir con presuntas hojas de hiedra que luego no eran tales y que hab¨ªa que volver a buscar. Algunas preguntas, como qu¨¦ comen las tortugas o las ranas, les hac¨ªan sudar, a pesar de saber que no se trataba de quedar bien y de que hab¨ªa premios para todos. Algunos se excitaban tanto que no atinaban a encontrar el ¨ªndice de los libros y otros pon¨ªan en aprieto a los monitores traspas¨¢ndoles las preguntas. ??Se pueden resolver??, consultaba una ni?a refiri¨¦ndose a los libros. ?No s¨®lo se puede, sino que se debe. As¨ª encontrar¨¢s mejor el dato que buscas?, le dijo el gran jefe Otumba, en la vida real una estudiante de Magisterio, que apareci¨® el domingo con la cara repintada, llena de flecos y plumas y con varios colgantes y abalorios sobre el pecho, entre ellos una diminuta cabeza de cocodrilo que seg¨²n dijo hab¨ªa cazado su abuelo Toro Salvaje.
Y entre tanta fantas¨ªa, el cansancio. Algunos ni?os se agotaron. Otros se quejaban de que hab¨ªa sido corto y poco variado. Tres alumnos de sexto de EGB, Juan, Jos¨¦ y Jos¨¦ Manuel, no se conoc¨ªan antes de participar juntos, y al terminar se encontraban euf¨®ricos: ? Hemos corrido mucho, nos hemos re¨ªdo tela, hemos resuelto el caso polic¨ªaco y hasta nos hemos ca¨ªdo en el jard¨ªn -sin hacernos da?o, claro- buscando hojas.? En cambio, para Juani, de s¨¦ptimo, ?ha sido un poco rollo ir de caseta en caseta buscando un autor o un ilustrador?. Y Mercedes, de doce a?os, hace cr¨ªtica constructiva: ?Ha habido cosas divertidas, pero ten¨ªan que haber organizado m¨¢s actividades, cosas m¨¢s variadas como dibujar, cantar, representar y cosas as¨ª.?
Es esta, sin embargo, la primera experiencia pedag¨®gico- festiva que se realiza en la feria, y su organizadora, Mar¨ªa Mas, piensa repetirla los pr¨®ximos d¨ªas 9 y 14. Los monitores que colaboran son chicos y chicas del MSC (Movimiento Scout Cat¨®lico) y lo hacen en plan voluntarista, sin cobrar un duro.
?S¨®lo quisi¨¦ramos conseguir una peque?a biblioteca que nos vendr¨ªa fet¨¦n para nuestras actividades?, dicen algunos de los monitores. ?Lo interesante es que han participado ni?os de barrio e incluso gitanos que, normalmente, no leen nada.?
Adem¨¢s del juego literario, los chavales tambi¨¦n tuvieron otras oportunidades para divertirse en la tarde del domingo. En la planta baja, la biblioteca infantil, surtida de toda clase de materias y cuentos y con indicadores para encontrar el libro apetecido, estuvo repleta de pandillas o familias que pasaron buenos ratos leyendo historietas y libros coloristas. Tambi¨¦n funcion¨®, en sala aparte, un taller de pintura donde ni?os de diferentes edades construyeron objetos manuales, pintaron o realizaron estampaciones.
En la ma?ana del lunes, Mar¨ªa Mas organiz¨® otra nueva actividad: un libro-f¨®rum con ni?os de doce a catorce a?os de diferentes colegios que han estado leyendo en sus clases el mismo libro, una historia de una familia jud¨ªa alemana que se adapta a la dif¨ªcil situaci¨®n creada por la ascensi¨®n de Hitler. ? La obra, Cuando Hitler rob¨® el conejo rosa, de la editorial Alfaguara, es una narraci¨®n hist¨®rica y humana, pero no pol¨ªtica en sentido estricto?, asegur¨® la se?ora Mas.
Junto a la secci¨®n infantil, las casetas para adultos tambi¨¦n intentaron dar muestras de estar vivas y se las ingeniaron incluso con disfraces y m¨¢scaras para que los mirones se convirtieran en clientes. El s¨¢bado visitaron el recinto unas 50.000 personas y las cifras de ventas sobrepasaron los seis millones de pesetas. Se cree que la afluencia del domingo fue ligeramente mayor, si bien muchas familias acudieron simplemente a pasar la tarde y no manifestaron grandes deseos de lanzarse al mostrador. Y, sin embargo, el espect¨¢culo de la feria segu¨ªa siendo fastuoso, a pesar del bochornoso calor que martirizaba al p¨²blico, aunque esta vez el sol luc¨ªa fuera y no dentro, como en sus a?os anteriores. Y entre novedades y sorpresas, no deja de ser curioso encontrar junto a la caseta de la librer¨ªa feminista -abarrotada de hombres y mujeres, y donde ya se pod¨ªa comprar el reciente libro de Rosa Montero, que anoche se present¨® al p¨²blico- el vecino stand de la editorial Fuerza Nueva, a la que se acercaban algunos curiosos con cierta timidez.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.