Polarizaci¨®n pol¨ªtica y OTAN
Catedr¨¢tico de Derecho Pol¨ªtico; embajador especial para Asuntos de Africa
Hace exactamente nueve a?os, un amplio sector de la oposici¨®n democr¨¢tica, m¨¢s de un centenar de personas, muchas de ellas hoy militantes o simpatizantes de partidos de derecha, centro, socialistas y comunistas., presentamos una nota al entonces secretario de Estado americano, Rogers, y copia -que entregu¨¦ yo en Exteriores- al ministro L¨®pez Bravo. Creo que fue el primer documento colectivo, de amplio espectro pol¨ªtico, en donde se trataba el tema de la seguridad nacional -concretamente, los acuerdos con EEUU y la OTAN- en conexi¨®n con la necesaria ?evoluci¨®n democr¨¢tica espa?ola?. Documento que motiv¨® una sanci¨®n gubernativa -multas- a los signatarios.
Esta nota, como otros muchos escritos que se produc¨ªan en el r¨¦gimen anterior, de modo especial los referentes a la integraci¨®n de Espa?a en Europa, ten¨ªa algo de pretexto -absolutamente leg¨ªtimo- en cuanto sistema de lucha pol¨ªtica para encauzar al pa¨ªs en un desarrollo pluralista europeo. Pero, sobre todo, se iniciaba lo que ser¨ªa una constante dentro de la oposici¨®n democr¨¢tica: la preocupaci¨®n y conexi¨®n entre seguridad nacional y democracia. Se pod¨ªa a?adir algo m¨¢s: se iniciaba tambi¨¦n la idea del consenso -empleando all¨ª expl¨ªcitamente el t¨¦rmino- como m¨¦todo y contenido democr¨¢ticos, de concurrencia pol¨ªtica, en temas de pol¨ªtica exterior y seguridad.
El documento, resultado de transacciones, reflejaba unas coincidencias y, al mismo tiempo, una actitud ambigua muy consciente. La coincidencia estaba en que la seguridad nacional -en este caso, los acuerdos con EEUU- exig¨ªan un ?consenso del pueblo espa?ol? y no s¨®lo una participaci¨®n /decisi¨®n intergubernamental; por otra parte, se coincid¨ªa tambi¨¦n en una defensa a ultranza de los intereses nacionales, lo que, en consecuencia, significaba que ?no se deb¨ªa participar en pactos o acuerdos que, por su naturaleza, puedan ensombrecer nuestro prestigio y aumentar el riesgo de ser atacados, sin que quedasen cubiertas adecuadamente las necesidades de la defensa nacional?. Sobre la cuesti¨®n OTAN, se iniciaba tambi¨¦n una posici¨®n ambigua, con una redacci¨®n sutil, que permit¨ªa dar una opini¨®n, ni excluyente ni entusiasta, sobre la entrada de Espa?a en esta pol¨¦mica organizaci¨®n pol¨ªtico-militar. Pero s¨ª, en cambio, se especificaban los obst¨¢culos y las propias condiciones -es decir, la existencia de un sistema democr¨¢tico- para un eventual ingreso. En general hab¨ªa as¨ª un general acuerdo en que, antes de un planteamiento optativo, era indispensable que tuvi¨¦ramos y vivi¨¦ramos en una democracia pluralista.
A partir de entonces, no ya en la clandestinidad o semiclandestinidad, sino en la nueva etapa democr¨¢tica, las posiciones se han ido perfilando y, en gran medida, han ido apareciendo las distintas posiciones de partido sobre las opciones a adoptar en relaci¨®n a la OTAN, v/o alternativas sustitutorias de seguridad. En todo este proceso hay unas notas que, de alguna manera, se pueden asentar como constantes y que, por consiguiente, no est¨¢ de m¨¢s tenerlas en cuenta. para modificarlas o mantenerlas.
Entre otras, las siguientes:
1. Que los problemas de pol¨ªtica exterior/seguridad no han tenido un tratamiento profundo. lo que ha determinado un no excesivo inter¨¦s por nuestra opini¨®n p¨²blica. Han faltado, en general, grandes debates que, precedidos por estudios concretos, hubieren podido motivar m¨¢s a la opini¨®n.
2. Que, de un modo u otro, y creo positivamente, se ha conectado seguridad nacional/ pol¨ªtica exterior como pol¨ªtica de Estado, m¨¢s que como pol¨ªtica de partido. Aquella inicial idea de consenso -hoy bastante trivializada, no muy justamente, por razones internas- se ha entendido como v¨¢lida y operativa, aun cuando a nivel ideol¨®gico-program¨¢tico los partidos reiteren, con mayor o menor ¨¦nfasis, sus actitudes de principio.
3. Que en las elecciones legislativas de 1977 y 1979. en sus campanas y en las sesiones parlamentarlas. los temas seguridad/pol¨ªtica exterior, con sus opciones diferenciadas, no han tenido tampoco un tratamiento frontal: se cumpl¨ªa s¨®lo manteniendo, en s-u caso, las resoluciones de principio. A veces, incluso, hay m¨¢s declaraciones de extranjeros cualificados sobre nuestras perspectivas de opci¨®n, de militares y civiles, que de dirigentes pol¨ªtIcos espa?oles. con excepciones. Tampoco son muchos los art¨ªculos doctrinales bien fundamentados y muy contados los libros o monograf¨ªas sobre la OTAN, sus ventajas e inconvenientes y, en general, sobre las alternativas a adoptar en su d¨ªa.
4. Que, en el fondo de esta cuesti¨®n, con bastante sorpresa por parte de europeos y no europeos, est¨¢ presente una idea-clave en amplios sectores de opini¨®n, y en la misma clase pol¨ªtica: que instalar la democracia, consolidarla y desarrollarla, a nivel interno, es un objetivo prioritario. M¨¢s a¨²n: que toda posible polarizaci¨®n no es nada bueno para un sistema pol¨ªtico como el nuestro, excepcional en su transici¨®n, pero que comienza todav¨ªa a andar.
Estas constantes que, obviamente, no son fruto del azar, ?conviene modificarlas sustancialmente? ?Est¨¢ ya suficientemente desarrollado nuestro sistema pol¨ªtico que permita polarizaciones frontales, con la consiguiente adopci¨®n de acuerdos contundentes? ?Es hora ya de lanzar el gran debate parlamentario OTAN-s¨ª, OTAN-no, sin previos estudios e intercambios de opini¨®n? La pr¨®xima Conferencia de Seguridad, que se celebrar¨¢ en Espa?a. en 1980; nuestros problemas con el Magreb y, en consecuencia, con el Sahara y sus secuelas internas sobre zonas de nuestro territorio; los problemas generales del Mediterr¨¢neo; nuestra integraci¨®n en la CEE; la descolonizaci¨®n de Gibraltar, m¨¢s complicada ahora con el Gobierno conservador; nuestra apertura a Africa y el relanzamiento en Am¨¦rica Latina, todo ello, muy esquem¨¢ticamente, de asuntos internos y externos, ?exige o conviene una clarificaci¨®n pol¨ªtica sobre nuestra postura ante la OTAN? Personalmente, tengo mis dudas.
Junto al problema de fondo, que es necesario evaluar muy detenidamente, parcelando e interrelacionando los temas, hay tambi¨¦n una cuesti¨®n procedimental importante. Es evidente que, por las consecuencias internas y externas que ocasionar¨ªa una hipot¨¦tica integraci¨®n en el complejo OTAN, ¨¦sta tendr¨ªa que disponer de un apoyo, lo m¨¢s amplio posible, que evitase los traumas de una rectificaci¨®n. Es decir, es un tema lo suficientemente global y nacional para no ser adoptado por un solo partido aunque fuese mayoritario. La idea del consenso, o de amplia mayor¨ªa, aparece as¨ª como necesaria. Descartando que los partidos modifiquen, y es l¨®gico, sus planteamientos program¨¢ticos, en cambio s¨ª pueden profundizar en sus ventajas/ inconvenientes, en f¨®rmulas matizadas o sustitutorias y, sobre todo, poder acordar la oportunidad y el procedimiento a seguir. Incluso, una cierta desideologizaci¨®n, en cuanto tecnificaci¨®n, integrando en el an¨¢lisis no s¨®lo los problemas doctrinales e hist¨®ricos, sino tambi¨¦n los t¨¦cnicos, militares y econ¨®micos, pod¨ªa ser netamente positiva para que, en definitiva, el pueblo espa?ol eliglese, en su d¨ªa, las opciones de seguridad m¨¢s beneficiosas.
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