Funcionarios polacos sugieren la normalizaci¨®n de relaciones con el Vaticano
Dos altos funcionarios polacos, el viceministro de Culto y un representante de Asuntos Exteriores, sugirieron ayer abiertamente en Cracovia que la normalizaci¨®n de relaciones entre Polonia y la Santa Sede se va perfilando como ?necesaria?. Juan Pablo II dirigi¨® en la ciudad polaca un mensaje a la juventud, y previamente defendi¨® en un pueblo de las monta?as Tatra el derecho a la vida antes de nacer.En una conferencia de prensa, los representantes del Gobierno, Stamsseuski, de Exteriores, y Merker, de Culto, dieron a entender que las autoridades polacas est¨¢n serenas con la visita del Papa. En relaci¨®n con esto se se?ala que ninguno de los 3.000 periodistas que siguen la visita de Juan Pablo II a su tierra natal han podido ver todav¨ªa un solo gesto, una sola pancarta, un solo pasqu¨ªn de disidentes pol¨ªticos.
Al parecer, algunos han desaparecido y no se sabe si otros no han podido hacer notar su presencia o si es que han preferido callarse ante esta explosi¨®n de entusiasmo despertada por Wojtyla. A pesar de que aqu¨ª, en Cracovia, todo es m¨¢s natural y espont¨¢neo, las medidas de seguridad que rodean al Papa son imponentes.
?De vosotros depende el futuro?, dijo ayer noche Juan Pablo II en su encuentro con sus j¨®venes de Cracovia. Si en todas partes Wojtyla tiene ¨¦xito con el mundo juvenil, aqu¨ª se puede hablar de apoteosis.
?Siempre me he maravillado?, les dijo, casi sin poder hablar por los aplausos y los vivas, ?del formidable poder que Cristo tiene sobre el coraz¨®n humano?, y a?adi¨®: ?Esto lo digo por propia experiencia.? Exalt¨¢ndoles les dijo tambi¨¦n el Papa: ?Vosotros sois el futuro del mundo, de la naci¨®n, de la Iglesia. Vosotros deb¨¦is llevar en el futuro toda la experiencia de la historia que tiene el nombre de Polonia. Es una experiencia dif¨ªcil, quiz¨¢ una de las m¨¢s dif¨ªciles del mundo, de Europa, de la Iglesia. No teng¨¢is miedo del cansancio, sino tened miedo m¨¢s bien de la pusilanimidad y de la ligereza. ?
Por la ma?ana el Papa hab¨ªa ido a la peque?a ciudad de Nowy Targ, en los montes Tatra, donde ¨¦l pasaba sus vacaciones esquiando y escalando. A sus habitantes les dijo que ?el derecho al trabajo y el derecho a la tierra son el grande y fundamental derecho del hombre?, a?adiendo: ?Por m¨¢s que el desarrollo de la econom¨ªa nos lleve en otra direcci¨®n, por m¨¢s que se valore el progreso sobre la base de la industrializaci¨®n, por m¨¢s que la generaci¨®n actual abandone en masa el campo, sin embargo el derecho a la tierra no deja de constituir la base de una sana econom¨ªa y sociolog¨ªa.?
Habl¨® el Papa tambi¨¦n a aquellos hombres sobre el derecho a la vida. Seg¨²n es ya habitual en Juan Pablo II ¨¦ste defendi¨® el derecho a la vida ?desde antes de nacer? con estas palabras: ?Si se rompe el derecho del hombre a la vida en el momento en que empieza a ser concebido dentro del seno materno se ataca indirectamente todo el orden moral que sirve para asegurar los bienes inviolables del hombre, la vida ocupa el primer puesto.?
Algunos observadores extranjeros dec¨ªan que aqu¨ª, en este contexto polaco, a dos pasos del cementerio con los restos de hierro viejo de los hornos crematorios, con una historia de cuatro millones de muertes bajo la crueldad de las fuerzas de Hitler, las palabras del Papa no sonaban como una condena del aborto, sino m¨¢s bien como una defensa de todo lo que signifique ?no muerte?, porque los polacos llevan todos, peque?os y grandes, a¨²n en carne viva las cicatrices de una historia espantosa de exterminio.
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