El calendario legislativo
AUNQUE CON cierto retraso respecto al horario que hubiera debido preverse, el Gobierno ha anunciado el calendario de proyectos de ley que ser¨¢n enviados al Congreso a lo largo de los doce pr¨®ximos meses para completar y desarrollar el texto constitucional.Solamente cuando esos borradores gubernamentales hayan alcanzado, tras su aprobaci¨®n por las dos C¨¢maras, la condici¨®n de leyes org¨¢nicas o de leyes ordinarias sustantivas, los principios enunciados en la Constituci¨®n podr¨¢n convertirse en elementos operativos del ordenamiento jur¨ªdico democr¨¢tico. Congresistas y senadores tendr¨¢n que trabajar de firme en las ponencias y comisiones a fin de poner t¨¦rmino a la actual situaci¨®n de semiprovisionalidad que domina zonas muy amplias de nuestra convivencia, instaladas en un limbo delimitado por las declaraciones de principio de la Constituci¨®n y la vieja legislaci¨®n.
Si bien la ¨¦poca del consenso parece venturosamente concluida en lo que se refiere a los pactos secretos y a las maniobras venecianas de los estados mayores de los partidos, la tarea de debatir y aprobar los casi sesenta proyectos pendientes no excluye la posibilidad de acuerdos p¨²blicos y razonados entre los grupos parlamentarios para agilizar y acelerar el proceso legislativo. El prestigio de la instituci¨®n parlamentaria tendr¨ªa mucho que perder si la claridad de los debates dejara su puesto, con la excusa de la eficacia, a cambalaches negociados detr¨¢s de las bambalinas. Pero parecido o mayor da?o producir¨ªan las demoras y tardanzas suscitadas por la vaciedad ret¨®rica y el gusto por la oratoria de algunos diputados y senadores, el obstruccionismo de los grupos parlamentarios y la acumulaci¨®n de enmiendas sobre aspectos menores o con prop¨®sitos puramente testimoniales. Confiemos en que esta nueva legislatura consiga encontrar un espacio parlamentario equidistante tanto de los acuerdos secretos suscritos por unos cuantos l¨ªderes fuera del Congreso e impuestos luego a la C¨¢mara mediante la disciplina de voto, como de la utilizaci¨®n de las tribunas y esca?os para realizar ejercicios personales o para hacer demagogia de grupo y compensar con palabras los errores de la propia pr¨¢ctica.
En cualquier caso, el Gobierno ha adquirido el compromiso formal de remitir, en fechas precisas, casi sesenta proyectos de ley al Congreso. Resultaba evidente que la composici¨®n de las C¨¢maras y los usos parlamentarios le conced¨ªan al se?or Su¨¢rez y a su partido un monopolio de hecho de la iniciativa legislativa. Las cr¨ªticas a las que dio lugar el implacable cercenamiento por UCD de las proposiciones de ley de los dem¨¢s grupos parlamentarios en las ¨²ltimas semanas nac¨ªan tanto de su abusiva utilizaci¨®n del art¨ªculo 134 como del silencio del Gobierno respecto al calendario de sus propios proyectos.
Cabe discrepar, como en el caso de la postergaci¨®n de la ley sobre refugiados pol¨ªticos, de la secuencia y ordenaci¨®n de los proyectos. Sin embargo, la determinaci¨®n de las prioridades es una decisi¨®n que compete al Gobierno en el ejercicio de sus facultades legales. Porque hay que distinguir entre los reparos que puedan formularse acerca de ese proyecto pol¨ªtico y la cr¨ªtica de fondo dirigida contra la aton¨ªa y los silencios del presidente Su¨¢rez durante los dos pasados meses. El anuncio del calendario legislativo es la primera prueba tangible de que el Gobierno parece decidido a cumplir con sus deberes y a renunciar a seguir vegetando.
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