Extremadura
Dec¨ªa Mihura que pasando Puerta de Hierro cambia el clima de Madrid. Pasando el Puente de Segovia cambia el spleen de Madrid, se pierde, se queda atr¨¢s. Ya estamos en Extremadura. M¨¢s que poblach¨®n manchego, como lo viera Azor¨ªn, Madrid es la capital de Extremadura, con un par¨¦ntesis de loza y poetas en Talavera -Rafael Morales, Joaqu¨ªn Benito-, par¨¦ntesis en que se nos muri¨®, como en unas parihue las, nada menos que Joselito.
El coche, flecha de gasolina y de impaciencia, entra en Extremadura, o entra m¨¢s bien en el verano, en ese m¨¢s all¨¢ amarillo que tiene lo verde cuando se profundiza. La brisa dorada y violenta, por las ventanillas, contra mi pecho, como mi propia adolescencia, una vez m¨¢s, reposando en m¨ª su cabeza ef¨¦bica y dormida. La adolescencia de uno siempre fue, siempre es un poco femenina, sobre todo la adolescencia de los que luego hemos sido as¨ª como muy machos, al menos oficialmente, o hemos ido de tales por la vida.
Extremadura. Vine aqu¨ª por primera vez hace quince a?os, con el gran fot¨®grafo italiano Gigi Corbetta, casi un amigo, desde luego un hermano, buscando la casa natal de Zurbar¨¢n, en Fuentecantos. Zurbar¨¢n es el padre natural del surrealismo, mucho m¨¢s que el Bosco, porque el Bosco pone la an¨¦cdota on¨ªrica, pero Zurbar¨¢n quita la atm¨®sfera, el clima, el tiempo, obtiene objetos real¨ªsimos (un cesto de mimbre, una jarra) a fuerza de irrealidad, y eso todav¨ªa est¨¢ en Dal¨ª, en Magritte, en Antonio L¨®pez, manchego y casi extreme?o, ¨¢ngel de Nacimiento, Zurbar¨¢n del Metro.
Aquel r¨¦gimen conservador y tradicionalista hab¨ªa conservado muy mal las tradiciones: la casa de Zurbar¨¢n era -creo que sigue siendo- un s¨®tano de grava y ventanuco donde una pobre vieja viv¨ªa su miseria en esa luz irreal como del gran pintor.
Extremadura. En Malpartida de C¨¢ceres quieren hacer algo. Diego Bard¨®n, el torero p¨¢nico que perdonaba al novillete, en la plaza de Carabanchel, y le daba un beso en el morro en vez de matarlo. Vostell, el gran escultor alem¨¢n, que ha empotrado en el duro paisaje su propio autom¨®vil, recubri¨¦ndolo luego de hormig¨®n, en una salvaci¨®n zurbaranesca de los objetos al margen de su utilidad cotidiana. Lo que pudo ser caballeriza es un museo de arte moderno, con firmas del mundo y de Espa?a -Canogar-, como si alguien hubiera volcado en una cuadra las tres galer¨ªas m¨¢s sofisticadas de Madrid. Se ha llegado a la armon¨ªa por el caos. Dios les bendiga.
Hablo con los vecinos, que es lo m¨ªo. Entablo coloquio. El trasvase Tajo-Segura es hoy su actualidad y su tormento:
-El Consejo de Ministros ha dotado con m¨¢s de 6.000 millones a Toledo y C¨¢ceres, para infraestructura.
Nada, es igual, no quieren, no est¨¢n de acuerdo. Espa?a se pelea por sus r¨ªos, mucho m¨¢s que por sus banderas. Extremadura, tan dejada de todos, donde todos parecen tan dejados, intuye que algo le quitan, le roban, se le llevan. El proyecto viene de 1933, pero la culpa, inevitablemente, pasa por Franco y llega hasta UCD.
Mientras tanto, nuestros ministros de Obras P¨²blicas glosaban a Spengier a la luz de Camino (don Gonzalo Fern¨¢ndez de la Mora) o hac¨ªan carrera presidenciable en el caf¨¦ ese con leones que hay frente al Palace (Joaqu¨ªn Garrigues). ?C¨®mo es posible que, en este fin de siglo que estamos viviendo, ni socialistas ni conservadores, ni republicanos, ni arbitristas, ni ilustrados hayan dibujado a¨²n una eficaz y justa pol¨ªtica de r¨ªos para Espa?a, mucho m¨¢s efectiva y salvadora que una pol¨ªtica de razas, banderas o p¨®lizas?
Extremadura. Una luz de s¨ªlex en la eternidad de C¨¢ceres. Un sartenazo de relojes intemporales en la plaza de Badajoz, con chicos uniformados de Fuerza Nueva presidiendo la hora del verm¨². Extremadura extrema. Volver de la Espa?a sin tiempo, olvidada o expoliada, al indiferente spleen de Madrid. ?Los obreros est¨¢n en el Pa¨ªs Vasco y los due?os en Madrid, sentados en la Gran V¨ªa.?
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