El coste del cr¨¦dito y los beneficios de la banca
Presidente de la Asociaci¨®nEspa?ola de Banca Privada
En la m¨¢s que delicada situaci¨®n econ¨®mica en que le halla el pa¨ªs es frecuente atribuir una parte de los males al precio del cr¨¦dito, alegando que las empresas no pueden soportar el elevado coste del mismo. El segundo paso consiste en reclamar una rebaja de los intereses percibidos por los bancos, y el tercero, para apoyar esta demanda, es referirse a los grandes beneficios de la banca. Creo que todo ello exige algunas puntualizaciones, apoy¨¢ndose en hechos y cifras reales, documentalmente comprobables, m¨¢s que en meras declaraciones verbales. La oportunidad nos la brinda una reciente decisi¨®n del Banco de Espa?a que, en estos d¨ªas, est¨¢ enviando a cada banco la cuenta de resultados consolidada de todos ellos.
Antes de continuar conviene decir que, en mi opini¨®n, el clamor de los empresarios no se dirige, prioritariamente, contra el coste del cr¨¦dito, sino m¨¢s bien contra la escasez del mismo.
Sin embargo, el elevado coste del cr¨¦dito es un problema real que, cualquiera que sea el lugar que ocupe entre las preocupaciones del empresario, no cabe soslayar. Por ello parece oportuno intentar exponerlo en sus verdaderas dimensiones, ya que esta es la ¨²nica manera de intentar resolverlo. No en balde se dice que un problema bien planteado es un problema medio resuelto.
La verdad sobre el coste
del cr¨¦dito bancario
El primer aspecto a abordar es la determinaci¨®n del verdadero coste del cr¨¦dito bancario.
Algunos dicen, sin que se entretengan en probarlo, que el cr¨¦dito bancario cuesta m¨¢s del 20% anual, e incluso otros hablan del 30%. La verdad es que el coste del cr¨¦dito bancario para sus usuarios es igual -impuesto y timbre aparte- al rendimiento bruto que la concesi¨®n de este cr¨¦dito proporciona a sus otorgantes. Por tanto, la mejor manera de saber cu¨¢l es el coste del cr¨¦dito bancario es ver los productos obtenidos por la banca de los cr¨¦ditos y descuentos concedidos. Y esto, afortunadamente, es f¨¢cilmente calculable a partir del balance y de la cuenta de resultados de toda la banca, facilitados por una fuente tan fiable e independiente como es el Banco de Espa?a. Por ello, es preciso se?alar que estas l¨ªneas, en las que por primera vez en la historia se pretende presentar y analiza r, con un grado de desagregaci¨®n notable, la cuenta de resultados de la totalidad de la banca espa?ola, no hubieran sido posibles sin la informaci¨®n facilitada por el Banco de Espa?a, cuya meritoria labor para homogeneizar y consolidar los datos de las 109 instituciones bancarias, operantes en el pa¨ªs a fines de 1978, nunca ser¨¢ suficientemente elogiada y agradecida.
En el cuadro n¨²mero 1 se presenta un estado simplificado, para los a?os 1977 y 1978, de la inversi¨®n anual media de la totalidad de la banca privada en los distintos activos, junto con los productos derivados de cada uno de estos activos. En una cuarta columna, como resultado de dividir los productos por la inversi¨®n, aparecen los tipos de rendimiento obtenidos en cada clase de inversi¨®n. Lo primero que se ve en este cuadro es que, aproximadamente, un 92% del activo es rentable y el 8% restante -representado por la tesorer¨ªa, el inmovilizado y otros empleos- no produce ninguna rentabilidad. Lo segundo es que, dentro del activo rentable, hay diversos niveles de rentabilidad. En 1978, la inversi¨®n obligatoria en fondos p¨²blicos, que representa el 7,88% del activo, ha rentado el 4,80% (4,27% en 1977), y la inversi¨®n, tambi¨¦n obligatoria, en las operaciones especiales correspondientes a los llamados circuitos privilegiados, que representa m¨¢s o menos el 8% del activo, ha rentado el 7,76% (7,30% en 1977). Las aplicaciones y restantes relaciones entre bancos y otras entidades de cr¨¦dito y ahorro, en cuentas mutuas y de tesorer¨ªa, dan lugar a un empleo de fondos, 14% del activo, aproximadamente, cuyo rendimiento medio ha sido del 6,79 % (?,20 % en 1977). Es decir, que, aproximadamente, s¨®lo el 62% del activo constituye la inversi¨®n bancaria de libre decisi¨®n. Esta inversi¨®n est¨¢ compuesta de la cartera de valores privados de renta fija o variable, de la cartera de letras descontadas y de los cr¨¦ditos dispuestos.
Estos tres renglones representan la financiaci¨®n libre de la banca al sector privado. En 1978, el rendimiento de la cartera de valores -intereses y dividendos- ha sido del 4,23 % (2,47 % en 1977), el rendimiento del descuento ha sido del 15,15 % (12,21 % en 1977) y el rendimiento de los cr¨¦ditos ha sido del 13,25 % (11,47 % en 1977). Esta ¨²ltima cifra es la que, de verdad, expresa el coste del cr¨¦dito para los usuarios del mismo. Se trata, naturalmente, de una cifra media. Habr¨¢ bancos que habr¨¢n cobrado m¨¢s y bancos que habr¨¢n cobrado menos. Y dentro de cada banco habr¨¢ clientes que han pagado m¨¢s y clientes que han pagado menos. Todo ello es normal en un r¨¦gimen de competencia, como resultado de las distintas combinaciones posibles entre beneficio y riesgo. Cada usuario de cr¨¦dito hablar¨¢ de su propio caso, y, por lo general, hablar¨¢n los afectados por desviaciones al alza. Pero la verdades que el coste medio del puro cr¨¦dito bancario, que en 19 77fue del 11,47%, ha sido del 13,25 % en 1978.
En el cuadro n¨²mero 2 se ofrece un resumen con el peso de cada clase de activos y sus respectivos rendimientos, as¨ª como el rendimiento medio del activo total de la banca, que ha pasado del 8,77% en 1977, al 10,36% en 1978.
La comisi¨®n de cobro de letras
Acabamos de ver que el coste de los descuentos es superior al coste del puro cr¨¦dito. La raz¨®n es clara y sencilla. El rendimiento bancario est¨¢ compuesto de intereses y comisiones. El concepto que origina el cargo de unos y otras es completamente distinto. En el descuento, el inter¨¦s es la remuneraci¨®n por el dinero anticipado hasta el vencimiento de la letra, y la comisi¨®n, por lo menos en parte, corresponde a la remuneraci¨®n por la gesti¨®n de cobro de la misma. Es evidente que esta comisi¨®n, referida a un per¨ªodo inferior al trimestral, produce un porcentaje que, elevado a t¨¦rminos anuales, puede parece exorbitante, tanto m¨¢s cuanto m¨¢s corto sea el vencimiento de la letra y m¨¢s todav¨ªa si el importe de la misma est¨¢ por debajo de un determinado m¨ªnimo. El error parte de mezclar dos conceptos que hay que distinguir. El coste global del descuento no debe, sin alguna matizaci¨®n, considerarse como un puro coste financiero, ya que parte del mismo corresponde al descargo de las actuaciones que para obtener el reembolso de la letra tendr¨ªa que efectuar el librador.
Para ejemplarizar esta idea puede hacerse el c¨¢lculo reducido a un solo efecto, tomando para ello (cuadro n¨²mero 3) el nominal medio de las letras que se giran en Espa?a, que se sit¨²a alrededor de 40.000 pesetas, y el vencimiento medio de las mismas, que es, aproximadamente, de 65 d¨ªas. Aplicando al descuento de este efecto-tipo los intereses y comisiones de tarifa, resulta un inter¨¦s aparente del 15,98% anual. Pero, suponiendo que del importe percibido por el banco, 250 pesetas correspondan a la remuneraci¨®n de la gesti¨®n de cobro, el tipo efectivo, correspondiente al puro otorgamiento de cr¨¦dito, resulta ser del 12,34%, en plena congruencia con el, tipo medio del cr¨¦dito resultante de los datos reales de 1978. Los empresarios juzgar¨¢n si es posible encontrar qui¨¦n les realice la gesti¨®n de cobro de todas sus letras, sea el que sea el domicilio del librado, cobrando 250 pesetas por letra.
Otra de las cosas que se oyen con frecuencia, cuando se habla del coste del cr¨¦dito bancario, es que ¨¦ste se encarece por medio de la retenci¨®n de una parte del cr¨¦dito concedido. En la l¨ªnea de la plena transparencia informativa adoptada en este art¨ªculo, no parecer¨ªa correcto soslayar este tema, cuya explicaci¨®n es tambi¨¦n clara y sencilla.
Los saldos
compensatorios
Estos saldos compensatorios, que existen en la pr¨¢ctica bancaria de todos los pa¨ªses, tienen un doble origen. De una parte, se trata de cubrir el riesgo de devoluciones impagadas; en este sentido puede hablarse de retenci¨®n de una parte del producto del descuento y la finalidad de la misma es la cobertura parcial del riesgo asumido por el banco. De otra parte, cuando un cliente no puede ofrecer operaciones de mera prestaci¨®n de servicios, que permitan el adeudo de comisiones, el banco le invita a constituir dep¨®sitos de ahorro o a plazo con una parte del producto del cr¨¦dito o del descuento. En este caso tiene plena validez hablar de saldos compensatorios; el cliente que no puede hacerlo de otra forma compensa al banco manteniendo saldos pasivos. Tan es as¨ª que aquellos clientes que ofrecen, en cuant¨ªa importante, operaciones de extranjero, giros y transferencias, avales, cr¨¦ditos documentarios, ¨®rdenes de bolsa, etc¨¦tera, saben que obtienen l¨ªneas de cr¨¦dito y descuento, no s¨®lo sin que se les exijan saldos compensatorios, sino, adem¨¢s, en condiciones preferentes de inter¨¦s. Es una consecuencia normal de las reglas de juego y no un mero mecanismo para encarecer el cr¨¦dito, que, en la mayor¨ªa de los casos, podr¨ªa hacerse de otra forma, pero no proporcionar¨ªa al banco el aumento de pasivo que constituye el objetivo b¨¢sico para la expansi¨®n del negocio.
Las causas del cr¨¦dito
caro
Una vez clarificado el coste medio del cr¨¦dito, que en 1978 result¨® ser del 13,25% (11,47% en 1977), cabe pensar dos cosas. La primera, que entre 1977 y 1978 se ha encarecido en el 15%, y la segunda, que tanto al nivel de 1977 como al de 1978, la media es excesivamente cara. Aunque esta segunda afirmaci¨®n es m¨¢s que discutible al nivel espa?ol de inflaci¨®n, ya que no hay ning¨²n pa¨ªs del mundo con inflaci¨®n alta en que el cr¨¦dito sea barato, ambas cosas suscitan algunos comentarios. Empezando por la segunda hallaremos la explicaci¨®n de la primera. En efecto; el principal componente del coste del cr¨¦dito es el coste de los recursos que utilizan los bancos para concederlo. Como entre 1977 y 1978 los recursos se han encarecido, no tiene nada de raro que el cr¨¦dito tambi¨¦n se haya encarecido. Pero adem¨¢s del coste de los recursos, del que hablaremos luego m¨¢s extensamente, hay otros importantes culpables del coste del cr¨¦dito normal. Y estos culpables son las inversiones obligatorias a bajo rendimiento. Es decir, la colocaci¨®n en la banca de fondos p¨²blicos para financiar el cr¨¦dito oficial y la obligaci¨®n de atender operaciones especiales a intereses preferentes significan una penalizaci¨®n para los usuarios comunes, que, de hecho, subvencionan a los sectores privilegiados pagando por sus cr¨¦ditos m¨¢s de lo que pagar¨ªan si estos privilegios no existieran. En el cuadro n¨²mero 4 se ve que, en 1978, el cr¨¦dito normal pod¨ªa haber sido casi dos puntos m¨¢s barato si no hubiesen existido las inversiones obligatorias, que han representado casi el 30% del cr¨¦dito libre. Es evidente que, en este terreno, la decisi¨®n para abaratar el cr¨¦dito no corresponde a la banca, sino al Gobierno.
Pero la acci¨®n del Gobierno tendente a abaratar el cr¨¦dito normal podr¨ªa ir m¨¢s lejos, no limit¨¢ndose a la supresi¨®n o reducci¨®n de los coeficientes de inversi¨®n obligatoria. La reducci¨®n del coeficiente de caja, que significa un activo no rentable y actualmente es operativamente excesivo en 0,75 puntos, por lo menos, ser¨ªa una medida en la l¨ªnea de abaratar el cr¨¦dito. Desgraciadamente, las cosas no van por ah¨ª. En 1979, las exigencias de la pol¨ªtica monetaria, si bien no han producido la elevaci¨®n del coeficiente de caja, han creado un coeficiente de dep¨®sitos obligatorios en el Banco de Espa?a, remunerados al 8%, que, al lado del buscado drenaje de liquidez, no pueden dejar de presionar al alza el precio del cr¨¦dito.
En el contexto de la lucha contra la inflaci¨®n no es demasiado discutible el prop¨®sito de mantener la expansi¨®n de las disponibilidades l¨ªquidas dentro de un determinado techo. Pero lo es mucho que, para lograrlo, se recurra siempre al ajuste operando sobre el cr¨¦dito al sector privado, ya que esta acci¨®n entra?a, adem¨¢s de la propia reducci¨®n del cr¨¦dito, un encarecimiento del mismo por obra y gracia, como acabamos de ver, de los instrumentos de drenaje.
El encarecimiento de
los recursos
La materia prima para conceder los cr¨¦ditos son los dep¨®sitos de los clientes. Si la materia prima se encarece, el producto acabado, que es el cr¨¦dito, se encarecer¨¢. Esto es lo que ha sucedido entre 1977 y 1978. El cuadro n¨²mero 5 lo pone claramente de relieve. En este cuadro se presenta, como se ha hecho antes para el activo, un estado simplificado, para los a?os 1977 y 1978, de los recursos anuales medios de la totalidad de la banca privada, que, evidentemente, coinciden con los activos totales medios del cuadro n¨²mero 1. Tambi¨¦n aparecen en el cuadro los costes financieros inherentes a todos estos pasivos y, como consecuencia, el tipo de coste resultante para cada uno de ellos. De la totalidad de los recursos, un 89,5 % aproximadamente son recursos onerosos; un 4%, m¨¢s o menos, son recursos sin coste, y un 6,5% corresponde a los fondos propios, que, s¨ª bien no comportan un coste contractual fijo, esperan ser remunerados precisamente con el beneficio que resulta de la actividad propia del negocio. Al ser, por tanto, su remuneraci¨®n el rendimiento residual, la casilla del coste financiero correspondiente a capital y reservas aparece vac¨ªa. M¨¢s adelante volveremos a este aspecto. Entre los recursos con coste destacan por su importancia (67% del total) los recursos procedentes de clientes. Su coste ha pasado de 4,26 %en 1977 a 5,94% en 1978.
Aqu¨ª tambi¨¦n hay que se?alar que se trata de un coste medio compuesto de los costes espec¨ªficos de las distintas clases de recursos. Desde las cuentas a la vista, que tienen limitada su remuneraci¨®n al 1%, hasta las imposiciones a m¨¢s de un a?o, que en 1978 han resultado en media al 10,53%, hay toda una gama de costes crecientes. Especialmente es de se?alar el encarecimiento experimentado en las imposiciones a mayores plazos, incluidos certificados de dep¨®sito, que han pasado del 8,41% en 1977 al 10,53% en 1978, superando el coste de los bonos de caja, que en 1977 fue del 9,38% y en 1978 ha llegado al 10,37%.
Al lado de los recursos de clientes est¨¢n los procedentes del Banco de Espa?a y resto del sistema crediticio, que tambi¨¦n han experimentado un crecimiento, al pasar del 7,94% en 1977 al 8,91% en 1978.
La causa del encarecimiento de los recursos es obvia. Responde a la actitud de los ahorradores, que, cada vez m¨¢s conscientes de la erosi¨®n del poder de compra debida a la inflaci¨®n, buscan intereses que se alejen lo m¨¢s posible de ser negativos en t¨¦rminos reales. Aunque de hecho la inflaci¨®n en 1978 fue inferior a la habida en 1977, el efecto sobre el coste del dinero se produce con retraso porque, con la persistencia de la inflaci¨®n y, sobre todo, ante la expectativa de que no quiebre en un plazo corto, cada d¨ªa son m¨¢s los que desean cubrirse de este riesgo. Con ello, la presi¨®n hacia los intereses altos se va haciendo m¨¢s general. Aunque la banca, como es l¨®gico, se resiste a remunerar excesivamente los dep¨®sitos, el drenaje de liquidez derivado de la pol¨ªtica monetaria le induce a buscar recursos de clientes, pagando por ellos m¨¢s de lo que desear¨ªa.
El margen de transformaci¨®n
En los cuadros n¨²mero 1 y 5 se ve que en 1978 el rendimiento global de los empleos ha sido del 10,36% (8,77 % en 1977) y que el coste de los recursos de terceros, referido al total de los recursos que, evidentemente, igualan a los empleos, ha sido del 5,93% (4,66% en 1977). De ello se deduce que el margen entre el coste de los recursos y los productos de la inversi¨®n ha sido del 4,43 puntos porcentuales (4,11 puntos en 1977). El observador profano puede sentirse tentado a pensar que este margen es demasiado grande y debido, como algunos intentar propalar, a una falta de eficiencia de la banca espa?ola o a su pretensi¨®n de obtener un excesivo beneficio. Tambi¨¦n aqu¨ª lo mejor es sustituir las palabras por los n¨²meros. En el cuadro n¨²mero 6, y con los datos facilitados por el Banco de Espa?a, se presenta la cuenta de resultados de la totalidad de la banca para los a?os 1977 y 1978, refiriendo a los activos medios totales de los respectivos ejercicios cada uno de los elementos de ingreso y gasto que constituyen la cascada hasta el beneficio neto. Las dos primeras l¨ªneas de este cuadro proceden de las l¨ªneas finales de los cuadros 1 y 5, con los que queda, de esta forma, enlazado.
De la observaci¨®n del cuadro n¨²mero 6 se deducen varias cosas. La primera de ellas es que, para un incremento de los activos totales medios del 16,7%, el beneficio neto, despu¨¦s de amortizaciones e impuestos, ha aumentado s¨®lo un 7,7%. Esto hace que la rentabilidad neta de los activos totales en 1978 haya descendido, quedando situada en el 0,64% (0,69% en 1977). La causa de este descenso es el mayor aumento porcentual de todos los gastos operativos, que, en conjunto, han subido casi medio punto y no ha podido ser compensado por el aumento de 0,37 puntos logrado en el margen bruto. De esta forma, el beneficio antes de impuestos ha aumentado s¨®lo un 1% en t¨¦rminos absolutos y ha disminuido en 0,13 puntos en t¨¦rminos porcentuales.
Entre los gastos operativos, el de mayor entidad es el relativo a los pagos al personal, que, por s¨ª solos, absorben el 50% del margen, habiendo crecido un 26,3% entre ambos a?os. Este aumento es debido, en parte, al aumento de las retribuciones y gastos sociales, y, en parte, al incremento de las plantillas. Aunque no se dispone, en estos momentos, de estad¨ªsticas ciertas sobre este ¨²ltimo extremo, puede estimarse, sin margen de error, que el incremento de los costes salariales por persona entre 1977 y 1978 ha sido del orden del 22%, y el incremento de plantillas, del 3,5%. En cualquier caso, los pagos al personal representan el 64% de los gastos operativos. Este gran peso da idea de la dificultad de reducir los costes de transformaci¨®n de la banca.
El saneamiento de activos
Dentro tambi¨¦n de los gastos operativos destaca el incremento experimentado en 1978 por la cantidad destinada a cancelar o proveer aquellas partidas del activo, sean t¨ªtulos, sean cr¨¦ditos, que han perdido el valor contable o corren fuerte riesgo de ello. Esta amortizaci¨®n de fallidos, que constituye un gasto normal de todo negocio, tiene especial importancia en el negocio bancario y adquiere caracteres m¨¢s relevantes en ¨¦pocas de crisis econ¨®mica. La situaci¨®n que atraviesa la econom¨ªa del pa¨ªs da?a a las empresas que son deudoras de la banca, y, por tanto, es l¨®gico que se produzcan impagos que, de acuerdo con las reglas de una sana administraci¨®n y las normas del Banco de Espa?a, obligan a clasificar a los deudores en el ep¨ªgrafe de fallidos, dudosos o de moroso cobro, destinando al saneamiento de esta partida cantidades suficientes para cubrir la p¨¦rdida experimentada o previsible . Esto explica que los gastos de saneamiento hayan casi doblado entre 1977 y 1978. Puede objetarse que el deseo de dotar estas cuentas fallidas o dudosas ha producido un encarecimiento del cr¨¦dito y, en principio, puede ser cierto. Una de las causas de la elevaci¨®n de los intereses de los cr¨¦ditos es el aumento del riesgo y la necesidad de cubrirlo con un mayor margen. Pero entendemos que esto es bueno no s¨®lo para la banca, sino para todo el pa¨ªs. Pienso que no ser¨ªa nada deseable que a una situaci¨®n como la presente tuvi¨¦ramos que a?adir la preocupaci¨®n por la sanidad de la banca, que, al perder su solidez, perder¨ªa la confianza de los depositantes y, en breve plazo, se hallar¨ªa sin medios de seguir atendiendo a la financiaci¨®n de la econom¨ªa.
Por otra parte, no ser¨¢ malo cuantificar el encarecimiento del cr¨¦dito que pueda ser debido a la mayor dotaci¨®n a saneamiento de activos. En el cuadro n¨²mero 7 se ha calculado la diferencia que va entre la cantidad realmente destinada a este fin y la que hubiera resultado si en 1978 se hubiera aplicado el mismo tipo de 1977. Los 19.000 millones de diferencia referidos a la inversi¨®n media en cr¨¦ditos y descuentos no llega a Tedio punto. La pregunta a formularse es si una eventual rebaja de 0,43 puntos en el coste del cr¨¦dito compensa el riesgo de tener una banca en malas condiciones de sanidad.
Los beneficios de la banca
Las anteriores consideraciones llevan necesariamente a hablar de los beneficios de la banca, puesto que alguien podr¨ªa sugerir que este saneamiento cabe hacerlo a expensas del beneficio. De hecho, en 1978, el beneficio total, despu¨¦s de amortizaciones e impuestos, ha si do de 49.176 millones. La cifra, en s¨ª, no puede considerarse ni grande ni peque?a, puesto que la calificaci¨®n del tama?o s¨®lo puede ser resultado de una comparaci¨®n. Ya hemos visto que, comparado con el a?o 1977, este beneficio es superior en un 7,7% al obtenido en aquel a?o. Esta progresi¨®n, sin embargo, es debida a la disminuci¨®n entre 1978 y 1977 del tipo impositivo, ya que el beneficio antes de impuestos s¨®lo ha crecido un 1%. Comparado con los recursos totales administra dos, el beneficio representa un 0,64% de los mismos, con descenso respecto al 0,69% que represent¨® en 1977.
Pero la ¨²nica comparaci¨®n v¨¢lida para enjuiciar un beneficio es la comparaci¨®n con los recursos propios, puesto que estos recursos se invierten en la empresa con la esperanza de obtener un beneficio. Aunque es bien sabido, no parece ocioso recordar que estos fondos -capital y reservas- son propios de los accionistas de los bancos, que son casi dos millones, con participaciones, en su inmensa mayor¨ªa, muy peque?as. El beneficio de los bancos, como en cualquier empresa, es necesario para atraer al capital y retribuirlo con el dividendo y con las reservas. Pero en los bancos es adem¨¢s indispensable poder atraer el capital, ya que, por exigencia legal, los fondos propios deben alcanzar el 8% de los dep¨®sitos de clientes. Si la banca no hiciera beneficios no podr¨ªa ampliar los capitales y, por tanto, no podr¨ªa expansionar los dep¨®sitos y, en definitiva, los cr¨¦ditos. Es decir, no podr¨ªa cumplir su misi¨®n.
Pues bien, entre 1977 y 1978 los fondos propios medios de la banca (cuadro n¨²mero 6) han crecido en un 11,3%, quedando retrasados respecto al crecimiento de los recursos totales, que ha sido del 16,7%. A pesar de ello, como el beneficio neto ha aumentado s¨®lo un 7,7%, la rentabilidad de-losfondos propios ha descendido, pasando del 10,22% en 1977 al 9,89% en 1978. Conviene tambi¨¦n aqu¨ª recordar que se trata de una rentabilidad media del sector y que hay bancos que superan esta rentabilidad como hay otros que no la alcanzan. Ateni¨¦ndose a la media, la rentabilidad lograda en 1978 permite pagar el dividendo m¨¢ximo legal del 6% sobre capital y reservas -lo cual puede significar una rentabilidad efectiva en dinero del orden del 4%- y llevar a reservas una cantidad aproximadamente igual a la mitad de la repartida. Con la reiterada salvedad de que se trata de una media, puede concluirse que la rentabilidad media de la banca en 1978 permitir¨ªa un crecimiento v¨ªa auto financiaci¨®n de poco menos del 4%. Toda mayor expansi¨®n deber¨ªa ser hecha apelando a nuevos capitales.
La comparaci¨®n internacional
Hasta ahora hemos hablado s¨®lo de la banca espa?ola. Pero no es raro o¨ªr que esta banca es la m¨¢s ineficiente del mundo y la que m¨¢s gana. Urge, pues, hacer una comparaci¨®n que descanse en bases fiables. Para ello, pienso que lo mejor ser¨¢ hacer la comparaci¨®n con la banca de Estados Unidos, precisamente porque se trata de la comparaci¨®n m¨¢s dura, ya que, como es bien sabido, aquella banca pasa por ser la m¨¢s eficiente del mundo y aquel pa¨ªs es donde se dan las condiciones m¨¢s cercanas a la competencia perfecta. Dejo sentado que la comparaci¨®n con bancos alemanes, ingleses, franceses e italianos, por ejemplo, dejar¨ªa mucho mejor parada a la banca espa?ola, ya que en la mayor¨ªa de estos pa¨ªses los costes de transformaci¨®n, y en particular los de personal, son superiores (caso franc¨¦s e italiano), iguales o poco inferiores (caso alem¨¢n) a los nuestros.
Por otra parte, la informaci¨®n que obligatoriamente suministran los bancos americanos es la m¨¢s amplia, clara y concreta que existe. A partir de las memorias de 1978 de un grupo de bancos americanos que, en conjunto, representan un volumen de activos igual a 2,7 veces el total de la banca espa?ola, hemos elaborado una cascada de resultados totalmente homog¨¦nea con la que, gracias al Banco de Espa?a, se presenta para la banca de nuestro pa¨ªs.
El resultado de este trabajo aparece en el cuadro n¨²mero 8, en el que se han mantenido las cantidades absolutas en las respectivas monedas, ya que lo que interesa es la comparaci¨®n de los porcentajes de cada uno de los saltos de la cascada en relaci¨®n con los activos medios totales.
Analizando ambas cascadas de arriba hacia abajo, resulta necesario, en primer lugar, desagregar los productos de empleos y los costes financieros para, teniendo en cuenta la distinta estructura de los activos y pasivos en los dos pa¨ªses, poder comparar mejor los tipos cobrados y pagados. A tal fin, se ha elaborado el cuadro n¨²mero 9, en el que se comparan pesos y tipos de los activos rentables y los pasivos remunerados.
Este cuadro n¨²mero 9 proporciona tambi¨¦n alguna lecci¨®n. En cuanto al activo, habida cuenta del distinto nivel de inflaci¨®n en los dos pa¨ªses, parece l¨®gico que los intereses percibidos sobre los activos rentables sea mayor en Espa?a que en Estados Unidos. El hecho de que esta diferencia se haga todav¨ªa mayor a nivel de activos totales responde exclusivamente al mayor grado de inversi¨®n rentable practicada en nuestro pa¨ªs. En cuanto a los intereses pasivos, a primera vista parece que la l¨®gica se quiebra, ya que el tipo de inter¨¦s pagado en Estados Unidos a los depositantes es, en media, superior al pagado en Espa?a. No hay que olvidar, sin embargo, que este m¨¢s favorable trato al ahorro de reposo pueden hacerlo los bancos americanos a expensas de los dep¨®sitos en cuentas corrientes a la vista, que representan en 1978 el 16,90% del pasivo de la muestra elegida, y no perciben ning¨²n -inter¨¦s. Si -para establecer una mejor comparaci¨®n con la banca espa?ola, que remunera, aunque sea poco, las cuentas corrientes- estas cuentas de clientes no retribuidas se mezclaran con las dem¨¢s, resultar¨ªa un tipo medio del 5,88%, que, desde luego, es inferior al tipo medio pagado por la banca espa?ola a los recursos onerosos de terceros. Aparte de esta correcci¨®n, que afecta a los dep¨®sitos, los otros pasivos no remunerados en la banca americana son superiores a los de la banca espa?ola-7,31% contra 4,36%- .Todas estas diferencias, incluida la derivada de la distinta proporci¨®n de recursos propios que se ve en el cuadro, hacen que el tipo medio de los recursos totales en Espa?a sean s¨®lo 0,71 puntos mayor que en Estados Unidos. Si esta diferencia se compara con la diferencia en los tipos de rendimiento ,de los activos, que es de 2,40 puntos, resulta una diferencia en el margen financiero de 1,69 puntos. Esta diferencia es la que, aparentemente, podr¨ªa servir para reclamar una reducci¨®n de los intereses de cr¨¦dito. Pero sigamos el an¨¢lisis comparativo de las cascadas de explotaci¨®n.
A partir de la diferencia de 1,69 puntos en el margen financiero, la diferencia de 0,23, a favor de los bancos americanos, en los productos derivados de la prestaci¨®n de servicios, reduce esta diferencia a 1,46 puntos en el margen bruto. La mayor productividad de los bancos americanos en la prestaci¨®n de servicios merece ser se?alada, puesto que va en la l¨ªnea de lo que la banca espa?ola deber¨ªa imponerse. Es decir, la reasignaci¨®n de costes para que los usuarios del cr¨¦dito no tengan que pagar los derivados de los servicios. De hecho, en el margen bruto americano los productos de servicios representan m¨¢s del 21 %, mientras que en nuestro pa¨ªs alcanzan s¨®lo el 10%.
Pasando a los costes operativos, la banca americana los tiene 1,49 puntos m¨¢s baratos que la espa?ola. Esta diferencia corresponde pr¨¢cticamente toda -1,32 puntos porcentuales- a gastos de personal que, en t¨¦rminos relativos, son en Espa?a m¨¢s del doble de los americanos. En el resto de gastos las diferencias son m¨ªnimas. Son, por .tanto, sin lugar a ninguna duda, los gastos de personal los que originan la necesidad de que la banca espa?ola tome un margen superior al de la banca americana. De hecho, a¨²n con este mayor margen bruto, una vez absorbidos los costes operativos, como se ve en el cuadro n¨²mero 8, el beneficio bruto de la banca espa?ola en 1978 ha sido igual al 1,13 % de los activos medios totales, frente al 1,16% logrado por la banca americana.
La distinta presi¨®n fiscal existente en ambos pa¨ªses hace que en 1978 el beneficio neto, despu¨¦s de impuestos, haya resultado en t¨¦rminos porcentuales superior en Espa?a -0,81 puntos frente a 0,56- Sin embargo, una vez a?adidas las operaciones de valores, que comprenden el saneamiento de las carteras, la diferencia queda reducida a la que va de 0,64 para la banca espa?ola a 0,54 para la muestra americana.
El impacto negativo en Espa?a de las operaciones de valores en 1978 -como tambi¨¦n sucedi¨® en 1977- hay que verlo conjuntamente con los cargos por saneamiento de activos comprendidos en los gastos operativos. Aunque no es demasiado grande la diferencia entre los 0,26 puntos porcentuales destinados por la banca americana a la cobertura y provisi¨®n de fallidos y los 0,37 puntos destinados por la banca espa?ola a este mismo necesario fin, puede pensarse que s¨ª lo es la relativa al saneamiento de carteras. Lo cierto es que, tanto una cosa como la otra, necesarias ambas para una buena gesti¨®n, no dependen de la voluntad de los bancos, sino de la coyuntura de sus respectivos entornos. Que el comportamiento de la bolsa espa?ola en 1978 fue lamentable no es ning¨²n secreto para nadie, y este mismo conocimiento general del tema deber¨ªa bastar para explicar y justificar el cargo de los 0,17 puntos porcentuales, despu¨¦s de impuestos, que aparece al final de la cascada. Como es tambi¨¦n bien conocido que el desastre de las operaciones inmobiliarias que tuvo lugar en Estados Unidos en los a?os 1975 y 1976 oblig¨® a los bancos a destinar a la provisi¨®n de fallidos cantidades que, en med¨ªa, fueron bastante m¨¢s del doble de las cargadas en 1974 y que resultan todav¨ªa superiores en un 35% a las que hoy, superada aquella situaci¨®n, ha sido necesario cargar en las cuentas de 1978. Nadie, pues, puede extra?arse de que en Espa?a, en 1978, los bancos, para atender a la sanidad de su balance, adem¨¢s de sanear sus carteras por exigencias del comportamiento de la bolsa, hayan tenido que destinar 0,10 puntos porcentuales m¨¢s que los americanos a la provisi¨®n de deudores dudosos, superando en casi un 90% la cantidad destinada en 1977.
Pero para llegar al final de una comparaci¨®n correcta de la banca espa?ola con la banca americana es necesario descender hasta la rentabilidad sobre los fondos propios. En el mismo cuadro n¨²mero 8 puede verse que en 1978 los recursos propios medios de la muestra de bancos americanos son iguales al 3,70% de los recursos totales, mientras que en Espa?a esta relaci¨®n -llega al 6,48%. Como consecuencia de esta distinta proporci¨®n, en 1978, la banca espa?ola, con una rentabilidad sobre recursos totales del 0,64%, ha obtenido una rentabilidad sobre recursos propios del 9,89%. Mientras qu¨¦ la banca americana, con una rentabilidad sobre recursos totales del 0,54%, ha logrado una rentabilidad sobre recursos propios del 14,68%.
La conclusi¨®n, en mi opini¨®n, es que pueden desearse toda clase de mejoras en lo relativo a los tipos de inter¨¦s activos y pasivos practicados por la banca espa?ola, en la reasignaci¨®n de costes a los usuarios de cada servicio, en la racionalizaci¨®n y automatizaci¨®n de las operaciones, etc¨¦tera, pero lo que no se puede, en forma inteligente, es propugnar la rebaja del nivel de rentabilidad de la banca espa?ola, que est¨¢, en media, casi cinco puntos por debajo de la rentabilidad de la banca americana. Cierto que los bancos franceses e italianos -que, en la mayor parte del volumen del sector, est¨¢n nacionalizados- ganan menos que los espa?oles. Pero, ni desde el punto de la seguridad de la econom¨ªa, ni desde el de la eficiente distribuci¨®n social de las cargas, parece envidiable e imitable la situaci¨®n de los sistemas financieros de estos dos pa¨ªses. Entiendo que es mucho m¨¢s constructivo para el futuro de nuestra econom¨ªa y para la defensa de los verdaderos intereses de los clientes de la banca, dirigir la vista hacia el pa¨ªs donde se logran los mayores grados de libertad y competencia.
Todo lo que antecede, y en modo especial los cuadros n¨²meros 1, 5 y 6, permiten investigar la verdadera senda para llegar al abaratamiento deseado del cr¨¦dito bancario.
Est¨¢ en primer lugar la rentabilizaci¨®n de la inversi¨®n obligatoria. Es evidente que no puede pensarse en suprimir de golpe la obligaci¨®n de invertir en fondos p¨²blicos y determinadas l¨ªneas privilegiadas. Pero lo que s¨ª puede hacerse es aumentar el rendimiento de estas inversiones. A fin de decidir el cu¨¢nto y el c¨®mo de esta rentabilizaci¨®n, basta ver que por cada punto de mejora en el rendimiento de la inversi¨®n obligatoria, todo lo dem¨¢s permaneciendo igual, podr¨ªa rebajarse en 0,28 puntos el tipo de los cr¨¦ditos y descuentos libres. Si, teniendo en cuenta la situaci¨®n de los sectores privilegiados, toda la acci¨®n para aumentar el rendimiento de la inversi¨®n obligatoria debiese descansar en los fondos p¨²blicos, conviene saber que por cada punto de aumento en el inter¨¦s de las c¨¦dulas para inversiones, todo lo dem¨¢s igual, podr¨ªa rebajarse en 0,14 puntos el tipo de los cr¨¦ditos y descuentos libres.
Sigue la reasignaci¨®n de costes. No es f¨¢cil hacer aceptar a los usuarios, mal acostumbrados por las pr¨¢cticas actuales, que deben pagar a su costo los servicios que se les prestan. Pero no hay m¨¢s remedio que intentarlo y perseverar en el intento, ya que es de justicia para los utilizadores del cr¨¦dito. Hay determinadas operaciones, por ejemplo el abono y cargo de recibos peri¨®dicos, en las que los beneficiarios son tanto las entidades emisoras de los recibos que abonan los gastos de cobro como los pagadores de los mismos, que se evitan todas las molestias de cualquier f¨®rmula alternativa. Unos y otros deben entender que es razonable que la banca les cargue algo por todo ello. La lista de los servicios. que actualmente la banca espa?ola presta, en forma gratuita o por debajo de su coste, es bastante larga y proporciona campo suficiente para intentar mejorar por esta v¨ªa el coste del cr¨¦dito. Antes hemos visto que los productos derivados de la prestaci¨®n de servicios en las cuentas de 1978 de la banca espa?ola han representado algo m¨¢s del 10% del margen bruto. Suponiendo que se tomaran las decisiones para elevar este porcentaje hasta el 20% -caso de los Estados Unidos-, cada aumento de un 1% en la participaci¨®n de los beneficios en el margen permitir¨ªa, todo lo dem¨¢s permaneciendo igual, rebajar el cr¨¦dito normal en 0,09 puntos porcentuales.
Vienen despu¨¦s los costes operativos y, dentro de ellos, los verdaderamente significativos, que son los de personal. Es evidente que cualquier mejora de la productividad puede traducirse en un abaratamiento del cr¨¦dito. Dejando para otra clase de estudios los campos en que esta mejora puede producirse, desde el punto de vista meramente financiero, una forma de medir la productividad ser¨ªa poner en relaci¨®n los activos total-mes manejados en cada ejercicio con el coste de personal durante el mismo. Esta relaci¨®n, en 1978, es de 40,3 millones de recursos por mill¨®n de coste de personal, contra 43,7 millones en 1977. Con independencia de las causas y de su imputabilidad, el hecho es que entre 1977 y 1978 la productividad ha bajado, Siguiendo el mismo criterio utilizado para ver el efecto en el coste del cr¨¦dito de las variaciones en otras causas, podemos decir que cada 1% de aumento en la cifra de activos totales medios actualmente administrados por mill¨®n de coste en personal permitir¨ªa rebajar en 0,04 puntos el coste de los cr¨¦ditos libres, si todo lo dem¨¢s permaneciese igual.
Finalmente, por cada punto de rebaja en el tipo medio de inter¨¦s pagado a clientes podr¨ªa rebajarse en 1,18 puntos porcentales el coste de los cr¨¦ditos y descuentos normales. Como se ve, y es l¨®gico, la causa cuya variaci¨®n produce mayor impacto en el coste del cr¨¦dito es el coste de remuneraci¨®n del pasivo.
En el cuadro n¨²mero diez figura un resumen de las consideraciones hechas. Su contemplaci¨®n puede ayudar a decidir cu¨¢les deber¨ªan ser los caminos a emprender y el peso a dar a cada uno de ellos para propugnar, en forma realista, una rebaja del coste del cr¨¦dito. Resulta evidente que las acciones relacionadas con el cobro de los servicios y la mejora de la productividad no pueden producir resultados importantes ni, sobre todo, r¨¢pidos. Tampoco parece actualmente viable una r¨¢pida rentabilizaci¨®n de las operaciones especiales. No quedan, pues, m¨¢s que dos acciones que, si pudieran tomarse, deber¨ªan producir sus efectos en un plazo corto. Estas acciones son la elevaci¨®n del inter¨¦s de los fondos p¨²blicos obligatoriamente adquiridos por la banca y la disminuci¨®n de la remuneraci¨®n media del pasivo de clientes.
En cuanto a lo primero, del cuadro 10 se deduce que si el tipo de inter¨¦s de toda la cartera de fondos p¨²blicos de la banca, que ahora est¨¢ cerca al 5% en media, se elevara al 12%, que es el tipo de la ¨²ltima emisi¨®n de deuda, podr¨ªa rebajarse el inter¨¦s de los cr¨¦ditos libres en 0,98 puntos porcentuales. Si la elevaci¨®n se hiciera hasta el 8%, que es el tipo de redescuento del Banco de Espa?a, la reducci¨®n en el coste del cr¨¦dito podr¨ªa ser de 0,42 puntos.
Por lo que se refiere a las acciones encaminadas a reducir el coste del pasivo, su efecto multiplicador sobre la reducci¨®n del coste del cr¨¦dito es patente. Sin embargo, tambi¨¦n es veros¨ªmil suponer la resistencia de los depositantes a una rebaja de inter¨¦s que, ante el mantenimiento a nivel alto de las expectativas inflacionistas, pueden estimar prematura. No cabe duda, por otro lado, que el ejemplo dado por el Estado al emitir deuda a cinco a?os al 12% de inter¨¦s no va a ayudar a lograr esta rebaja, por lo menos para las imposiciones a plazo.
Como se ve, los males que causa la inflaci¨®n son dif¨ªciles de curar, porque se resisten a los tratamientos. De aqu¨ª la importancia fundamental de acabar cuanto antes, por lo menos, con el diferencial de inflaci¨®n que todav¨ªa separa a Espa?a de la media de Occidente.
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