Un alba?il espa?ol fue obligado construir las c¨¢maras de gas
?Los grupos neonazis no tienen ya ning¨²n futuro, no pueden representar una opci¨®n pol¨ªtica afirma Tom¨¢s Salaet, nacido en un pueblo de Tarragona hace 65 a?os, prisionero durante cinco en el campo de concentraci¨®n de Mauthausen, donde fue obligado a construir las c¨¢maras de gas. M¨¢s de 7.000 espa?oles, compa?eros suyos, fueron asesinados en aquel campo nazi, levantado a veinticinco kil¨®metros de la ciudad austriaca de Linz.
?Yo encuentro que Holocausto es un buen telefilme para divulgar la gran tragedia. Pero ya no estoy de acuerdo en que los jud¨ªos capitalicen estos hechos como si los dem¨¢s no lo hubi¨¦semos sufrido. Todav¨ªa no he visto en los cuatro episodios todas las barbaridades y crueldades que yo viv¨ª en el campo. Es cierto que los jud¨ªos, una vez que entraban en el campo, ten¨ªan por t¨¦rmino medio una vida de quince d¨ªas. No se salvaba ninguno. Pero los espa?oles, en comparaci¨®n con los hombres y mujeres de otros pueblos de Europa, ¨¦ramos los m¨¢s desgraciados, porque est¨¢bamos considerados, igual que los jud¨ªos, como ap¨¢tridas, desterrados despu¨¦s de la derrota en la guerra civil.?Tom¨¢s Salaet luch¨® durante la guerra civil espa?ola en la 26 divisi¨®n, que estaba al mando de Durruti, hasta que el 10 de febrero de 1939, en compa?¨ªa de otros 5.000 espa?oles, cruz¨® los Pirineos. Pasaron las primeras noches tumbados sobre las nieves de La Tour de Corol, de donde fueron trasladados al campo de concentraci¨®n franc¨¦s de Vernet d'Arieg. Las compa?¨ªas 79 y 80 (?Yo pertenec¨ªa a la 80?) fueron transportadas cerca de Briangon, para construir carreteras. ?Despu¨¦s nos trasladaron cerca de Estrasburgo. Eramos trescientos espa?oles. All¨ª trabajamos ya como una unidad militar del Ej¨¦rcito franc¨¦s, levantando fortificaciones. El 24 de junio de 1940 -?c¨®mo voy a olvidarme de estas fechas!-, despu¨¦s de haber burlado un primer cerco de los alemanes, ca¨ªmos prisioneros. Nos hicieron caminar durante tres d¨ªas, sin comer, hasta Estrasburgo. S¨®lo pudimos comer lo que nos iban dando por la carretera las mujeres francesas. Eramos m¨¢s de 10.000 hombres: polacos, jud¨ªos, espa?oles, franceses, italianos..., de todas partes de Europa. Estuvimos en Estrasburgo hasta finales de diciembre. Nos transportaron en un tren -fuimos de los poqu¨ªsimos prisioneros que disfrutaron de un tren con calefacci¨®n- y llegamos a Austria a las doce de la noche. Bajamos del tren a golpes de fusil.?
Tom¨¢s estuvo prisionero en Mauthausen desde aquel diciembre de 1940 hasta el 5 de mayo de 1945, el d¨ªa de la liberaci¨®n. Pero la liberaci¨®n no le cogi¨® en el campo de concentraci¨®n, sino en St. Lambrech, pueblo fronterizo con Italia, adonde fue enviado para construir chalets para las SS.
?Los espa?oles nos reun¨ªamos todos los d¨ªas y nos encontr¨¢bamos diezmados cada anochecer. Como todos los prisioneros, unos, en las c¨¢maras; otros, por inyecciones al coraz¨®n de gasolina y otras sustancias; otros, con el cr¨¢neo descuartizado a golpes de pico en las canteras; otros, despe?ados a m¨¢s de cincuenta metros, y muchos por desnutrici¨®n.
? Las c¨¢maras de gas las conozco muy bien, porque fui obligado a construirlas. Externamente eran como duchas. Voy a contar una an¨¦cdota: la primera se edific¨® con puertas que abr¨ªan para adentro y no pudieron sacar los cad¨¢veres. Los prisioneros, al faltarles el aire, se agolpaban a la puerta, los cad¨¢veres se amontonaban a la entrada y luego no se pod¨ªan abrir. ?
Al acabar la guerra, Tom¨¢s volvi¨® a Espa?a. ?No hubiera regresado de no haber sido por mi novia, Teresa Brau, que me estuvo esperando durante toda la guerra y a la que no hab¨ªa visto desde los veintid¨®s a?os.? Tom¨¢s tiene ahora dos hijas y un nieto. Trabaja todav¨ªa de alba?il y se jubila dentro de dos semanas.
M¨¢s informaci¨®n
en p¨¢gs. 24 y 25
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.