El pa¨ªs m¨ªtico de Pablo Anto?ana
Es preciso, de una vez, escribir en serio de este gran escritor navarro, Pablo Anto?ana, de 51 a?os, nacido en Viana, ?precisamente?, como ¨¦l -cuenta, ?en la casa en que naci¨®, vivi¨® y muri¨® el escritor integrista don Francisco Navarro Villoslada. Este es un hecho, adem¨¢s de casual y coincidente, decisivo, seguramente, en mi vocaci¨®n de escribir?.La Caja de Ahorros Municipal de Pamplona le acaba de publicar a Anto?ana su ¨²ltima novela, Relato cruento, que ganara el Premio Navarra-77, instituido por esa entidad.
Habr¨ªa que preguntarse qui¨¦n reparte entre nosotros patentes de escritor. No hay duda de que son los editores, los se?ores que comercian con la literatura y, por tanto, invierten su dinero en textos vendibles, Los cr¨ªticos llegan despu¨¦s. Cuando, en un juego l¨ªmpio, deber¨ªan llegar los primeros al texto. Tal es la raz¨®n de que sea Pablo Anto?ana, a¨²n, un injusto desconocido para el p¨²blico. Protestamos de esta nueva ofensa hecha a la literatura.
Pablo Anto?ana
Relato cruento.Edita la Caja de Ahorros Municipal. Pamplona, 1979. 144 p¨¢ginas.
En 1959, Pablo Anto?ana gan¨® el primer premio en el concurso de la revista Acento, con su novela corta El capit¨¢n Cassou, no publicada. En 1961 obtiene el S¨¦samo con otra novela corta: No estamos solos. Est¨¢ publicada. En 1962 queda segundo en el Nadal con La cuerda rota, no publicada. Incre¨ªble, En 1964, Plaza y Jan¨¦s le edita la novela El sumario. Otra novela corta, Peque?a cr¨®nica, en 1973, se lleva el Ciudad de San Sebasti¨¢n, que es publicada por la revista Kurpil, hoy Kantil. Nuestro autor tiene en su haber varios primeros premios de cuentos.
Confiesa Anto?ana que ?lleg¨® a asistirme... el claro var¨®n don Ram¨®n Mar¨ªa del Valle Incl¨¢n..., me socorre don Miguel de Unamuno..., y..., a la vez, viene en mi ayuda el imp¨ªo don P¨ªo?. Pienso que nuestro escritor goza de otra influencia m¨¢s fuerte: William Faulkner. Especialmente en sus primeras obras, Anto?ana, como Faulkner, relata a grandes per¨ªodos, en un chorro incesante, sin fisuras, exigiendo una continua alerta, y laber¨ªntico, sin concesiones al lector, al que parece decirle. sin demasiado ¨¦nfasis: ?S¨ªgueme, con un poco de sufrimiento, que al fin de este camino no te arrepentir¨¢s de haberlo andado.? Que es lo mismo que nos dice el desesperante Faulkner, Ambos narradores deshilvanan meticulosamente ante nosotros sendos mundos -muy propios- en un alarde de onanismo, desentendi¨¦ndose de los otros mundos, en los que, casualmente, hay lectores.
El mundo de Pablo Anto?ana no resulta s¨®lo fascinante por estar inmerso en las ra¨ªces de las guerras carlistas, sino por dar la impresi¨®n de que tal pasado no pod¨ªa ser contado m¨¢s que por Anto?ana y en el lenguaje en que ¨¦l lo hace. En aquella vieja casa de Navarro Villoslada, Pablo Anto?ana oir¨ªa de su madre ?historias novelescas, cuyo escenario no hab¨ªa que buscarlo lejos: el comedorcito, -cuando vino polic¨ªa judicial en la conspiraci¨®n carlista del a?o 19. En el oratorio... Documentos (con fechas que llegaban a 1520); estuches con dispositivos secretos donde se guardaban cartas con olor; escondrijos con puertas viejas donde pod¨ªa refugiarse, se refugi¨®, un hombre de regular estatura; pasadizos y muchas puertas conduciendo a lo misterioso y enigm¨¢tico. Todo esto constitu¨ªa el marco en que se encajaba el tiempo, igual que un objeto polvoriento. Yo me sent¨ªa privilegiado con el raro favor de poder tocar, sentir, oler, escuchar el ruido del tiempo?. Y Anto?ana ?abr¨ªa los.ba¨²les y desenterraba los cad¨¢veres?. Y concluye sus confidencias: ?As¨ª bombardeado, se siente necesidad desesperante de llevar el papel y contar cuanto ha entrado por los ojos, por los o¨ªdos. ?
Relato cruento, la ¨²ltima novela de nuestro escritor, es un relato, si, b¨¢rbaro. De perfecta construcci¨®n y montaje, sorprende por su pureza de expresi¨®n, por un cierto alivio de ese lenguaje, profuso y cerrado, de sus anteriores obras. Pero ah¨ª siguen la meticulosidad y la devoci¨®n por lo que se est¨¢ contando: ah¨ª, ese pasado navarro, vibrante, doliente y primitivo, que Anto?ar¨ªa va rescatando arduamente de su propia sangre. Y es esta autenticidad la que concede al relato ese car¨¢cter de vieja cr¨®nica.vivida y contada por un abuelo cualquier noche.
Es Relato cruento la historia de una venganza: la navarra abuela Demetria es violada, casi ante las narices de su esposo -abuelo Pancho, un Arrizibita- por el jefe de una partida de brutos del bando enemigo, y el ultrajadIo se hizo la promesa de ?seguir, perseguir, capturar y sangrar a un caporal del Ej¨¦rcito de Madrid, con apellido Rodr¨ªguez?. La novela recorre var¨ªas guerras, todas, al menos las ¨²ltimas que han tenido escenario vasco, incluso la del 36. Se pasa de una a otra sin necesidad de salvar barreras, ni siquiera la del tiempo, pues todas ellas parecen la misma guerra, siempre perdida. Corren la sangre y los excesos, los hombres se mantienen prestos, de generaci¨®n en generaci¨®n, a la llamada de las armas, y las mujeres, prestas, de generaci¨®n en generaci¨®n, a llorarlos, rezarlos y enterrarlos. De un lado, rebeli¨®n; del otro, incomprensi¨®n. Hoy, seguimos lo mismo, en aumento la m¨ªstica de la violencia. Los vascos, que nunca fueron violentos, llevan demasiados a?os esperando un trato no violento. ?Madrid, Madrid, comprensi¨®n, comprensi¨®n! Respeto a las especificidades, pues de ellas, y no de los centralismos, ha de ser el futuro del mundo, o no habr¨¢ mundo vivible. As¨ª como no habr¨¢ Espa?a sin especificidades.
Pablo Anto?ana procede como un entom¨®logo con su tierra, sus gentes, sus cosas: disecciona y d-escribe casi cient¨ªficamente la ?Humanidad doliente que habitaba este, mi peque?o pa¨ªs m¨ªtico donde yo hab¨ªa sido destinado a morir, gota a gota, cada d¨ªa?. Porque nuestro hombre, tambi¨¦n como Faulkner, se ha hecho con un territorio, ?Yoar, la Rep¨²blica Federal de Yoar?, que nace ?como pa¨ªs justificado por su necesidad: pueblo, escritor, tierra o viceversa se hacen una misma cosa?.
Va construyendo nuestro hombre, obra a obra, otra de las muchas peque?as historias que conformaron la vieja Navarra, y a las que hay que acudir para entender la nueva. La ?resucita? con potencia tel¨²rica, creyendo en lo que cuenta, am¨¢ndolo y odi¨¢ndolo, pareciendo que no inventa, sino que copia, y as¨ª, sus cr¨®nicas resultan fragmentos de una gran cr¨®nica descubierta en cualquier viejo ba¨²l, ya escrita, y que s¨®lo esperaba al gran loco fascinado que, humildemente, latranscribiera, l¨ªnea a l¨ªnea, no a la luz el¨¦ctrica o de ne¨®n, sino de una vela, como la usada por el primer escribano, y, tambi¨¦n, con la implacable voluntad que anim¨® a esa primera pluma de no callar nada, de no ahorrar al curioso contempor¨¢neo ninguna barbaridad, ninguna verdad profunda... ?Qu¨¦ m¨¢s, que esta endiablada y envidiable autenticidad, puede pedirse a un pobre narrador?
Yo emplazo a Pablo Anto?ana a que se ate los machos y nos entregue esa gran novela -o esas- que est¨¢ exigiendo el Pa¨ªs Vasco, no s¨®lo su literatura, sino su futuro pol¨ªtico como pueblo.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.