La nueva m¨¢scara de lo de siempre
Como era de prever y temer, el franquismo dispuso de tiempo suficiente para arraigar en los espa?oles m¨¢s de lo que el espejismo de estos ¨²ltimos a?os (espejismo por lo impensado y por mostrarse, a¨²n hoy, un tanto deleble) ha parecido dar a entender. Su aparente claudicaci¨®n pol¨ªtica -en su modalidad m¨¢s pura, por supuesto- empieza a revelarse como una simple cortina de humo estrat¨¦gica, al menos en algunos terrenos, por ejemplo el cultural. En efecto, algo tan velozmente desprestigiado, pero a la vez tan enraizado como el franquismo, no pod¨ªa seguir presentando la misma catadura despu¨¦s de la muerte del dictador, mas tampoco desaparecer de golpe y para siempre. Era necesario borrar la antigua imagen, aprovechar el lavado para fomentar una amnesia general y ya voluntaria de los ciudadanos, y, transcurrido un tiempo prudencial, volver a la carga por donde menos se pudiera esperar. Eso s¨ª, dando adem¨¢s gato por liebre, porque el sabor de esta ¨²ltima nos era ya demasiado conocido y repugnaba a la gran mayor¨ªa, como han demostrado todas las elecciones hasta ahora habidas.De los descalabros se aprende, y una de las lecciones extra¨ªdas por los franquistas de hoy es que sus predecesores fueron excesivamente burros; no supieron ceder ni un ¨¢pice, y es bien sabido que, cediendo en los pormenores, se embauca y convence a mucha gente en lo fundamental. Uno de estos pormenores es, al parecer, la cultura espa?ola.
?A quien se trata de enga?ar?
Con un gran despliegue (libros, revistas chismoso-literarias, gacetillas sat¨ªrico- fascistas, la connivencia -esperemos que accidental o, cuando menos, atolondrada- de alg¨²n peri¨®dico) se nos viene encima, de pronto, una ofensiva espa?olista. Se hace una reivinciaci¨®n de lo espa?ol a trav¨¦s de su cultura, consistente en decir, grosso modo, que los sentimientos nacionalistas no son reaccionarios en s¨ª, que sentir orgullo patrio est¨¢ bien y no resulta necesariamente de derechas, que escitores como Aza?a, Unamuno, Ortega, Machado o Juan Ram¨®n as¨ª lo garantizan porque eran republicanos y liberales y, sin embargo, sintieron pasi¨®n por Espa?a, que el castellano es una lengua excelente y que, aparte de la de Franco, fue tambi¨¦n la de Cervantes, Quevedo, san Juan, Calder¨®n y G¨®ngora, todos ellos indudables genios literarios. Y todo esto -eso es lo curioso- se nos presenta como una enorme novedad, como ?lo ¨²ltimo?, y, para mayor inri, como ?lo ¨²lt¨ªmo en izquierdas?.
?A qui¨¦n se trata de enga?ar., ?A santo de qu¨¦ esta campa?a para persuadir a la gente que no sabe, o ha olvidado, lo que s¨ª sabe y recuerda? ?D¨®nde est¨¢ la novedad de todo eso? ?Qui¨¦n acusa de fascista a la generaci¨®n del 98, o denigra a los cl¨¢sicos por haber escrito en espa?ol? Se?ores, seamos serios. A un obtuso miembro de una organizaci¨®n tan trasnochada como el Pen Club catal¨¢n (o cualquier otro Pen Club), o a un ves¨¢nico diputado vasco que vocifera dislates en el Parlamento, o a un libro tan romo, beat¨®n y deleznable como la Historia de Blanco, Pu¨¦rtolas y Zavala se les puede despachar con una frase, ignorarlos incluso, pero no es serio lanzar tan aguerrida ofensiva contra tan endebles enemigos. Porque, por lo dem¨¢s, no s¨¦ de nadie medianamente inteligente o digno de tenerse en cuenta (ni en el centro ni en la periferia, y quiz¨¢ aqu¨ª no estar¨ªa de m¨¢s se?alar que he vivido tres a?os y medio, recientemente, en Barcelona) que haya dicho semejantes sandeces. ?A qu¨¦, entonces, tanto aparato? ?Contra qui¨¦n va dirigido? Porque no cabe duda de que hay un ?contra?, la operaci¨®n se aparece como reacci¨®n a ?algo?, no como acci¨®n pura y simple. Pero, ?a qu¨¦? ?Reacci¨®n, a qu¨¦?
La respuesta no parece del todo f¨¢cil, pero la soluci¨®n s¨ª lo es: en vista de que enemigos de envergadura no los hay, se buscan -a ciegas, a tontas y a locas otros posibles de m¨¢s entidad. Hay que encontrar una agresi¨®n previa (?Polonia invade Alemania?, dijeron los titulares de los diarios franquistas en 1939), y es aqu¨ª donde comienza a deteriorarse la careta y a asomar el rostro decr¨¦pito y conocido de lo de siempre.
He aqu¨ª unos enemigos posibles, pues han pecado: los escritores de la ¨²ltima o pen¨²ltima generaci¨®n (no lo s¨¦ muy bien; en cualquier caso es, con mis veintisiete a?os, la m¨ªa, seg¨²n parece). Los que, por primera vez en mucho tiempo, salvo contadas excepciones, y pese a haber padecido el franquismo desde su nacimiento, rompieron con el aislamiento cultural espa?ol y atendieron tambi¨¦n a las literaturas extranjeras, procurando salir un poco del provincianismo obligado y reinante y rehuir lo que Juan Benet, en un libro antiguo, llam¨® acertadamente ?el estilo tabernario?, lastre cuasi permanente de la literatura espa?ola. Escritores que vemos la literatura (y aqu¨ª me arrogo un plural que no debiera, pero que al parecer se me otorga como paradigma acabado, en la prosa, de este tipo de autor) como algo universal y atemporal que no entiende de barreras ling¨¹¨ªsticas, ni de fronteras geogr¨¢ficas, ni de coyunturas econ¨®micas: ?una gota que horada la misma piedra?, desde Homero hasta nuestros d¨ªas, como bien ha explicado en un libro reciente F¨¦lix de Az¨²a, catal¨¢n que escribe en castellano y paradigma ¨¦l a su vez, por lo visto, de esta clase de autor en la poes¨ªa.
Pero, hete aqu¨ª que hay otros criminales de lesa espa?olidad, quiz¨¢ peores a¨²n: los escritores antifranquistas (marxistas) de la generaci¨®n anterior, quienes, ciertamente algo obnubilados por haber ellos sufrido desde la infancia los a?os m¨¢s duros de la posguerra, cortaron por lo sano y procedieron a una inversi¨®n total, no por err¨®nea y tajante enteramente condenable si se atiende a sus or¨ªgenes bienintencionados, y que no eran otros que la desesperada oposici¨®n en todo al yugo franquista, que desde luego debi¨® de apretar tanto un d¨ªa que quiz¨¢ no permit¨ªa ni razonar con claridad.
Y a¨²n hay m¨¢s enemigos (es natural que quien los busca, los encuentre por doquier): los escritores catalanes que, atacados de un sarampi¨®n bastante justo, han reaccionado ante la nueva situaci¨®n con lo que podr¨ªa llamarse un amor desmedido y a todas luces comprensible por lo que no se ha podido gozar durante ocho lustros. Sin que ello haya implicado condena o desprecio alguno por la literatura espa?ola (fan¨¢ticos aparte). En todo caso, una cierta indiferencia u olvido, imagino que temporales, como quien se olvida de todo cuando reencuentra una pasi¨®n. Y, por otra parte, tampoco veo yo por qu¨¦ han de anteponer a nadie a Foix, Maragall, Brossa, Carner...
Y a¨²n quedan enemigos: la casi totalidad de la generaci¨®n del 27, algunos escritores exiliados y en exceso olvidadizos, los que se sirven del ?castellano-catal¨¢n? (?raza impura! etc¨¦tera.
Todos estos ?enemigos de lo espa?ol, y de Espa?a? son pura invenci¨®n. Y si as¨ª es, si enemigo en realidad no hay, s¨®lo cabe concluir que se trata, simplemente, de espa?olear y crear sentimientos patrioteros una vez m¨¢s. ?Por qu¨¦? La respuesta quiz¨¢ sea muy sencilla: porque el franquismo arraig¨® y no es extra?o que ahora haya uno nuevo en ciernes. Otras cosas a las que se acusa de neofranquismo, en realidad no lo son. Son franquismo a secas, o su secuela atildada y puesta al d¨ªa, y como tal no se preocupan mucho de la cultura, en eso no se diferencian de lo de ?antes?. Pero estos otros espa?olistas, s¨ª: para algo son neofranquistas, y adem¨¢s mucho m¨¢s listos. Y poco importa que tras ellos haya tal vez un pasado izquierdista. Su presente es neofranquista, como veremos, incluso, por los m¨¦todos y modos empleados. Hasta los detalles despiden un tufo inequ¨ªvoco y bien conocido.
Curiosidad
Curiosidad n¨²mero 1: La operaci¨®n es xen¨®foba, como el franquismo, que lleg¨® -todo el mundo lo sabe- a extremos tan hilarantes, pero tan significativos, como hacer que el cine Royalty (?palabra extranjera!) pasara a llamarse Col¨®n, u obligar al Athl¨¦tic de Bilbao a castellanizar su nombre. En efecto, a los nuevos franquistas poco les ha faltado para decir aquello de ?la p¨¦rfida Albi¨®n?. Olvidan, por lo dem¨¢s (o quiz¨¢ ignoran: el franquismo fue muy ignorante tambi¨¦n), que Borges y Pessoa han escrito poemas en ingl¨¦s; Wilde, un drama en franc¨¦s, Beckett casi toda su obra en esta lengua, etc¨¦tera, sin que nadie los anatematizara por ello. Diferencias de estilo.
Curiosidad n¨²mero 2: En esta ofensiva se atiende m¨¢s a las connotaciones pol¨ªticas de los autores defendidos que a su calidad literia: se libran batallas (repito: contra fantasmas) en favor de Aza?a, Unamuno, Juan Ram¨®n, Ortega, Bergam¨ªn... ?Qu¨¦ curioso, s¨ª, todos ellos claramente opuestos, de un modo u otro, al franquismo! En cambio, no se habla tanto de un genio como Valle, o de un novelista tan estimable como Baroja, o de un estilista como Azor¨ªn, que tambi¨¦n dominaba la lengua reivindicada. Bueno, comprendan, es que no se destacaron tanto pol¨ªticamente. ?Se trata realmente de reivindicar lo espa?ol, o m¨¢s bien de apropiarse de nombres que proporcionen una coartada izquierdista a toda la operaci¨®n? No parece haber duda: se trata de que se entienda que ¨¦ste es un ?espa?olismo de izquierdas?
Sin m¨¢s comentarios.
Curiosidad n¨²mero 3: Se ataca a Juan Goytisolo, catal¨¢n que escribe en castellano, cuya obsesi¨®n por Espa?a es innegable, y no se le ataca literariamente. Que en su caso la pasi¨®n tome m¨¢s la forma de un odio cerril que del amor es lo que hace curiosos los vituperios. ?No se ped¨ªa preocupaci¨®n por el pa¨ªs, caso al pa¨ªs? ?En qu¨¦ quedamos?
Curiosidad n¨²mero 4: Por no se sabe qu¨¦ arte de magia, de la noche a la ma?ana, los catalanes y los vascos, y qui¨¦n sabe si andaluces y extreme?os tambi¨¦n, pasan de oprimidos a opresores, de agredidos a agresores. ?Curioso de ver! La cosa parece, m¨¢s que nada, una provocaci¨®n...
Curiosidad n¨²mero 5: El estilo de la ofensiva se basa en buena medida en el insulto -no en la invectiva- personal. Es ¨¦ste un recurso fascista de pura cepa: a falta de argumentos, sal gorda, chistes, chabacaner¨ªa demag¨®gica, calumnias, vejaci¨®n, injurias, pu?os y pistolas.
Curiosidad n¨²mero 6: Todo el aparato tiene una aureola folklorista, como Dios manda en las empresas de este signo, Y as¨ª, quienes se encargan de vulgarizar y amenizar la ?nueva? doctrina son las aut¨¦nticas, directas y cardinales herederas de las lenguaraces folkl¨®ricas de anta?o, o desconcertados cronistas de sociedad que ya no saben a qu¨¦ apuntarse y que, al fin y al cabo, y si se hace un poco de memoria, en los a?os franquistas alumbraban engendros escandaloso-novelados (cosas sobre el mono liso, si no recuerdo mal) escritos con el m¨¢smo esp¨ªritu que la ley de vagos y maleantes, y se prestaban a publicar art¨ªculos en el Abc: En el mismo Abc infamante y manipulador, por ejemplo, de los diarios de Enrique Ruano. Curioso tambi¨¦n.
Adelante, pero sin m¨¢scaras
?A qui¨¦n se quiere enga?ar? ?,Por qu¨¦ ocultarse bajo un disfraz imperfecto y ra¨ªdo? A m¨ª todo esto me parece excelente, y en muchos puntos estoy de acuerdo. ?,C¨®mo no voy a estarlo si adem¨¢s gran parte de lo presentado como ?nuevo? es vox populi, perogrulladas de todo el mundo sabidas? Pero incluso no tengo inconveniente, por ejemplo, en confesar sin ambages que Fox¨¢ o Gim¨¦nez Caballero me parecen escritores vistosos, y no me veo obligado a buscar socorridos subterfugios para justificarlo pol¨ªticamente (escribir bien nunca ha sido una cuesti¨®n de derechas o de izquierdas).
Espa?olear y revivir los tiempos del Imperio
Todo esto, digo, me parece excelente. Ahora bien, que no se pretenda hacer pasar por una operaci¨®n de izquierdas lo que -en este momento y de esta forma- no tiene explicaci¨®n m¨¢s que como operaci¨®n de derechas: si se quiere espa?olear, si se quiere fomentar el chauvinismo (cosa que el espa?ol llano, por otra parte, jam¨¢s ha cultivado; antes al contrario), si se quieren revivir al menos culturalmente los tiempos del Imperio y que viva (o arriba) Espa?a, adelante, h¨¢gase, todo ello es perfectamente l¨ªcito y encomiable, Pero no enmascar¨¢ndose, no haciendo trampa, no fingi¨¦ndose ser lo que no se es, no llevando a cabo la vil maniobra de apropiarse indebidamente de lo ajeno, de lo que hoy puede estar ?bien -visto? por la nueva sociedad espa?ola (ella s¨ª que no es franquista) para servir a no se sabe qu¨¦ intereses esp¨²reos y ocultos: de Machado, Unamuno, Aza?a... Nadie les ataca pol¨ªticamente, salvo una derecha ya enterrada y que no cuenta. Que tampoco los mancille ni manipule nadie.
Venga esta campa?a, pero venga como lo que es. Nos queda el consuelo de que tambi¨¦n en este caso, y pese a todos los esfuerzos, sutilezas, atav¨ªos y galas, el dicho espa?ol tiene, por fortuna, una vez m¨¢s raz¨®n: aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
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