Am¨¦rica Latina y Espa?a entre la derecha miope y la izquierda muda
Un amigo m¨ªo dec¨ªa, refiri¨¦ndose a las personas o entidades que tienen la propiedad, que bastaba con que alg¨²n gobernante -no importa cu¨¢l- modificase a la baja la ley de alquileres para que r¨¢pida y solidariamente protestasen. Y si el campo de posibles afectados se ampliase, la historia en general y la propia de Espa?a en lo particular nos muestra la contundente respuesta que pueden producir. Los a?os que van de 1939 hasta reciente fecha pueden ser un ejemplo tan obvio que, por obvio, no vale la pena extenderse en ¨¦l.Los refugiados se han instalado en nuestra conciencia, nos guste o no. La prensa diaria nos muestra su drama. Los mismos gobernantes que no ahorraron, ni siguen ahorrando sus efusiones en defensa de los derechos humanos, ahora se toman un tiempo excesivamente largo para decidir qu¨¦ hacer con los que corren por su vida. A este respecto, una vez m¨¢s, recordamos: Espa?a tiene o deber¨ªa tener una responsabilidad que asumir con todos aquellos que han buscado refugio aqu¨ª, mayoritariamente latinoamericanos y ecuatoguineanos.
Tener esa responsabilidad quiere decir que cada sector de la sociedad, si estamos realmente en una democracia, har¨¢ lo suyo y tratar¨¢ el problema desde su perspectiva. Lo que no puede hacerse o no deber¨ªa hacerse, a riesgo de ser superados por la realidad, es voltear la cara con c¨ªnico disimulo.
Al anterior respecto, la burgues¨ªa de este pa¨ªs, por ejemplo, seguramente no se plantear¨¢ el problema de los refugiados por la v¨ªa de la estricta solidaridad, salvo en contadas y honrosas excepciones en las que por encima de la tecnocracia pol¨ªtica sobrevive un liberalismo consecuente. De ellos esperamos, sabi¨¦ndolos sensibles, que expresen sus ideas a la hora que en las Cortes, todos los P¨¦rez Llorca mediante, se discuta el tema del refugio pol¨ªtico.
Descontada, mayoritariamente, la acci¨®n por solidaridad de los amos, queda el recurso de apelar a sus bolsillos. Los ciudadanos con poder de decisi¨®n econ¨®mico, Adolfo Su¨¢rez, y Jos¨¦ Luis Leal, Carlos Bustelo y Garc¨ªa D¨ªaz, ministros, deber¨ªan recordar que si la historia sirve para algo es para no cometer, una y otra vez, con tenaz persistencia los mismos o semejantes errores.
Se?al¨¢bamos en esta misma tribuna que el r¨¦gimen de Franco asil¨® a dictadores latinoamericanos y que la democracia espa?ola amenaza con expulsar a los perseguidos por la dictadura de Am¨¦rica: parad¨®jica l¨ªnea de continuidad que hace dudar de la credibilidad democr¨¢tica de este Gobierno. Los problemas del mundo ya no pueden mirarse parcialmente: si hay miles de refugiados aqu¨ª se debe a las dictaduras que existen en otro sitio. Y se?alamos esta obviedad para decir -?cu¨¢ntas veces ser¨¢ necesario?- que no se incurra en la democracia, en los mismos pecados que se cometieron bajo el franquismo. O sea, que no se siga apoyando a los s¨¢trapas de turno en Am¨¦rica Latina, o en Guinea Ecuatorial, hasta el ¨²ltimo d¨ªa como si la pol¨ªtica exterior, los intercambios comerciales y financieros fuesen como girar letras de cambio a noventa d¨ªas. Esta pol¨ªtica de tan nefastas consecuencias para Espa?a -salimos de la bella isla cubana un d¨ªa para que los norteamericanos ocupasen su lugar y qued¨¢semos como enemigos- que no fue otra que la resultante de aplicar aquel disparate de ?hasta el ¨²ltimo hombre y la ¨²ltima peseta?, como dec¨ªa C¨¢novas, s¨®lo puede conducir siempre al desastre.
Hay que buscar nuevas v¨ªas para desde luego mantener con Latinoam¨¦rica una relaci¨®n econ¨®mica y cultural m¨¢s beneficiosa para ambas partes -esto quiere decir complementarse para lograr el m¨¢ximo de independencia de los grandes intereses extra?os a nuestro com¨²n denominador Y que favorezca el desarrollo sin graves, al menos, injusticias sociales. Pero, hasta ahora, no ha sido as¨ª. Por ganar unos d¨®lares m¨¢s, han seguido vendiendo armas a Somozas. As¨ª, cuando el Gobierno democr¨¢tico -intervenci¨®n norteamericana directa excluida-, que suplantase a Somoza tenga reticencias con la representaci¨®n diplom¨¢tica y comercial espa?ola all¨ª, no nos asombremos ni toquemos a rebato. La econom¨ªa, da como verg¨¹enza decirlo, no va por un lado y la pol¨ªtica por otro. No se puede ser -en caso de serlo, naturalmente- dem¨®crata aqu¨ª y c¨®mplice al mismo tiempo de los dictadores del Tercer Mundo. Varios Gobiernos, que no son precisamente de izquierdas, rompieron sus relaciones con el dictador Somoza, y reconocieron al Gobierno alternativo.
El colonialismo espa?ol se termin¨® con la guerra de Cuba. Ya no se pueden seguir cambiando cuentas de vidrio por l¨¢minas de oro para fundir nuevos doblones, ni vender los ilustres apellidos a los indefensos indios, como tampoco es posible, ni deseable para nadie (?), apoyar tiranos y perseguir refugiados. Porque los dem¨®cratas latinoamericanos, aunque tienen aqu¨ª y en estas fechas serios problemas con el Gobierno, ni son tontos ni tienen mala memoria.
Se?ores: Los exiliados de hoy, y muchos otros que fueron recibidos por pa¨ªses como Venezuela y M¨¦xico -con un 35 % de su poblaci¨®n activa en el paro m¨¢s absoluto-, ma?ana ser¨¢n ciudadanos con plenos derechos en sus respectivos pa¨ªses; ser¨¢n, posiblemente, incluso gobernantes. Y entonces las misiones comerciales espa?olas, los embajadores tambi¨¦n, tendr¨¢n que dar cuenta de por qu¨¦ se enviaron armas a Somoza, por qu¨¦ los apoyos inconfesables a Videla, Stroessner y otros, como ayer se hiciese con Batista, P¨¦rez Jim¨¦nez o Trujillo. Y tambi¨¦n por qu¨¦ el pertinaz acoso pol¨ªtico y jur¨ªdico a los que vinieron buscando a la madre patria y corren el riesgo de encontrar una madrastra.
Los Gobiernos no son eternos. No cometamos errores como aquel memorable que consisti¨® en expulsar a Juan Per¨®n cuando vino el general Alejandro Lanusse -dictador, tambi¨¦n- en visita oficial a Espa?a. En la ocasi¨®n se celebr¨® un contrato comercial poi unos 3.000 millones de pesetas. Pero no se tuvieron en cuenta los condiciones pol¨ªticas argentinas. La decadencia de Lanusse era evidente para cualquiera. Y, muy pronto, el Per¨®n exiliado se convirti¨® en el Per¨®n presidente, y el contrato en cuesti¨®n fue anulado por este buen amigo de Franco, antes por orgullo que por conveniencia. Solo las gestiones de Manuel Prado, director hoy (con los brazos amarrados por la miop¨ªa del Gobierno) del Centro Iberoamericano de Cooperaci¨®n y Desarrollo, pudieron deshacer el entuerto.
Despu¨¦s del fin colonial, Espa?a tiene una segunda oportunidad en Am¨¦rica, pero siempre y cuando entienda que los verdaderos dem¨®cratas, desde M¨¦xico hacia el Sur, tienen como gu¨ªa la independencia nacional. Si Espa?a va a Am¨¦rica con melancol¨ªas imperiales o simplemente hablando golpeado entonces perder¨¢ esa oportunidad. Para ello, insistimos, es fundamental respetar los deseos y proyectos de los latinoamericanos aqu¨ª y all¨¢.Ni m¨¢s ni menos.
Y, por lo dicho, me permito recordar al se?or Su¨¢rez que por primera vez un jefe de Estado espa?ol ha visitado Latinoam¨¦rica; que de su paso por aquellas tierras ha dejado un recuerdo de una nueva imagen de la Espa?a actual y de formas de relaci¨®n m¨¢s consecuentes con la nueva pol¨ªtica -incluso la discutida visita a Videla ha sido digna y ha tenido el valor de nombrarle la soga en casa del ahorcado: los derechos humanos. No impida usted que esos nuevos comienzos se tuerzan invent¨¢ndose un estatuto para los asilados que sea divergente, contraproducente, inhumano o cicatero. No hay mucho que inventar. Deje, pura y simplemente, que permanezca la ley nunca derogada de 1969, actualiz¨¢ndola, para bien, a la nueva situaci¨®n. Y no ponga en entredicho lo que su Rey ha hecho.
Es, aunque no todo, lo que podr¨ªamos decirle a la derecha espa?ola y a su Gobierno. Y si a esa derecha hemos apelado, no por la v¨ªa de la solidaridad, sino por la de sus intereses, a la izquierda hay que exigirle una definici¨®n clara, tajante, porque la solidaridad, como la lucha por la igualdad, ha sido hist¨®ricamente su objetivo y su herramienta. Pero de la izquierda muda nos ocuparemos m¨¢s extensamente -el tema lo requiere- en una pr¨®xima tribuna.
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