Un proyecto paralizado: el Estatuto del Pa¨ªs Valenciano
La discusi¨®n en el Parlamento de los proyectos de Estatuto de Euskadi y Catalu?a constituyen probablemente uno de los temas m¨¢s importantes, si no el m¨¢s importante, de la actual vida pol¨ªtica espa?ola. Los inminentes debates pronto despejar¨¢n las inc¨®gnitas que amenazan el horizonte de nuestra reci¨¦n estrenada democracia. Inc¨®gnitas que consisten, por una parte, en saber si, para el partido del Gobierno, el concepto de Estado de las Autonom¨ªas es algo m¨¢s que una superficial descentralizaci¨®n o si, realmente, est1 dispuesto a remodelar en profundidad las caducas -y opresoras- estructuras del centralisnio.Galicia present¨® su propio texto estatutario precisamente un 28 de junio, d¨ªa en el que se cumple el 43 aniversario del plebiscito por el que el pueblo gallego ratific¨® mayoritariamente el proyecto auton¨®mico durante la Segunda Rep¨²blica. Al mismo tiempo otras nacionalidades o regiones del Estado, como es el caso de Canarias o de Andaluc¨ªa -zonas con mucho menos ?abolengo autonomista? que las anteriores- est¨¢n en trance de culminar la primera etapa de tal proceso con la puesta a lunto de sus respectivos proyectos.
Quiz¨¢ haya que convenir que el Pa¨ªs Valenciano ?es diferente? y quiz¨¢ tendremos que convenir tambi¨¦n en que, desgraciadamente, todo parece hacer previsible que nuestro Pa¨ªs, juntamente con Navarra, comunidad por otro lado de problem¨¢tica muy alejada de la nuestra, puede llegar a convertirse en una zona pol¨ªticamente ?c¨¢lida? y en las que l¨¢s dificultades para alcanzar el autogobierno sean de gran envergadura.
De hecho, y hoy por hoy, hay que reconocer que el proceso auton¨®mico del Pa¨ªs Valenciano se halla paralizado, pese a las solemnes declaraciones y los sonoros compromisos rubricados en el Palau de la Generalitat de Valencia, el pasado 9 de octubre, por parte de las fuerzas pol¨ªticas valencianas m¨¢s representativas, y en primer lugar las parlamentarias.
El actual bloqueamiento del proceso auton¨®mico del Pa¨ªs Valenciano obedece, a nuestro juicio, a un conjunto muy complejo de factores que, entiendo, no pueden restringirse solamente a puras circunstancias coyunturales aunque, ciertamente, tambi¨¦n ¨¦stas han tenido y tienen que ver bastante con el clima generalde quiebra del proceso al que nos venimos refiriendo.
En realidad existe una notable continuidad en el actual modelo auton¨®mico valenciano y en el formulado en nuestro Pa¨ªs en la etapa de la Segunda Rep¨²blica espa?ola. A pesar de los profundos cambios operados en nuestra estructura socioecon¨®mica, puede rastrearse con una cierta fluidez tal continuidad -salvando todas las matizaciones que haya que salvar- en las actitudes de los bloques pol¨ªticos, y especialmente en lo que se refiere al bloque de la clase dominante. No se han producido, a nuestro juicio, en efecto, alteraciones esenciales en el comportamiento de tal factor social. La clase dominante valenciana contin¨²a conform¨¢ndose en torno a una aristocracia financiera fuertemente soldada a los intereses econ¨®micos y pol¨ªticos de la oligarqu¨ªa centralista. Contin¨²a siendo profundamente beligerante -y no ser¨¢ necesario decir en qu¨¦ sentido- frente a los intentos, cada vez m¨¢s generalizados y profundos, de recuperar las ?se?as de identidad? de nuestro pueblo, intentos surgidos -como bien es sabido- tras la intensa introspecci¨®n efectuada por los intelectuales ?org¨¢nicos? del Pa¨ªs Valenciano durante los ¨²ltimos veinte a?os y que, a mi juicio, no tiene precedentes, por su intensidad y resultados, en toda nuestra historia.
La derecha dominante, sin embargo, ha permanecido no s¨®lo indiferente, sino incluso francamente hostil a tan decisivo proceso y ha preferido modifi carse en torno a periclitadas f¨®rmulas ideol¨®gico-pol¨ªticas, directamente heredadas de los sectores m¨¢s inmovilistas de la vieja CEDA y del, hace cuarenta a?os, juvenil japismo. Desgraciada mente ha decidido potenciar, a trav¨¦s de sus medios de reproducci¨®n ideol¨®gica, unas pol¨¦micas aberrantes que en cualquier pa¨ªs civilizado hubieran enrojecido la cara de todos los poseedores de un t¨ªtulo de bachiller elemental. Unas pol¨¦micas -hay que decirlo- que implican la evidente hibernaci¨®n, si no son superadas, de cualquier aspiraci¨®n auton¨®mica. Tal derecha ha decidido continuar fiel a su propia tradici¨®n: el m¨¢s puro mandarinismo ejercido por la aristocracia financiera antes mencionada, auxiliada por una ?noblesse? de la toga con tanto abolengo, entre nosotros, como ?clase de servicio?.
Evidentemente, en todo este discurso y en toda esta toma de posici¨®n no pueden descuidarse, como apunt¨¢bamos anteriormente, los factores coyunturales. Desalojada del poder municipal en la mayor¨ªa de los grandes municipios del Pa¨ªs Valenciano, fuertemente disminuida su influencia incluso en la Corporaci¨®n provincial m¨¢s importante -la de Valencia- la derecha se ha aferrado absurdamente a sus pretensiones de ostentar, como compensaci¨®n, la presidencia del Consell pese a ser claramente, en el Pa¨ªs Valenciano, un partido secundario, atendiendo a criterios de voto popular, que entiendo son los ¨²nicos que pueden exhibirse con legitimidad democr¨¢tica. Lo otro, el mezclar criterios de voto popular con el de origen territorial, no es sino una formula para desvirtuar el primero, y nos remite de alguna manera a unos sistemas electorales emparentados con el de los ?burgos podridos?, caracter¨ªsticos de la Europa predemocr¨¢tica.
No soy, ciertamente, la persona m¨¢s adecuada para hablar de las debilidades y las contradicciones de la izquierda, sector social -en definitiva- presionado hasta el l¨ªmite por la necesidad de contemplar todo el proceso auton¨®mico inscrito en el marco de la consolidaci¨®n democr¨¢tica en el Estado, punto de referencia ineludibles, si queremos hablar seriamente de pol¨ªtica aqu¨ª y ahora. Sus debilidades y contradicciones deben, en todo caso, analizarse desde esa ¨®ptica, si no como disculpa, al menos como justificaci¨®n.
El reto que actualmente tienen los representantes democr¨¢ticos del pueblo valenciano consiste, lisa y llanamente, en saber si los intereses privativos van a prevalecer sobre los intereses generales. Si la vocaci¨®n auton¨®mica de los partidos va a estar al servicio de estos intereses generales o si, en defenitiva, s¨®lo se trata de una forma m¨¢s de alcanziar la hegemon¨ªa pol¨ªtica. En realidad, nada nuevo bajo el sol.
ALFONS CUCO
Senador socialista del Pa¨ªs Valenciano
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.