Las bicicIetas
A Tamames se le ocurri¨® un d¨ªa proponer el carril / s¨®lo bici, para Madrid, y un periodista dicharachero en seguida hizo el recorrido del centro en bicicleta, con una estela de fot¨®grafos, para demostrar que la idea era de risa.Ahora se va a imponer el carril / s¨®lo bici en algunas calles, y, por supuesto, en los parques, a modo de prueba. Jorge Guill¨¦n, cuando la General Motors a¨²n no era nuestro violador nocturno, felices veinte en que Henry Ford I se mor¨ªa t¨ªsico dise?ando cig¨¹e?ales, hablaba en un poema de ella p¨¦rfida bicicleta?, que entonces deb¨ªa parecerle un remolino de velocidad silenciosa y de muerte. Lo m¨¢s que pod¨ªa atropellarle a uno en Espa?a, hasta la guerra civil, era una bicicleta o el caballo de Pav¨ªa.
?Y por qu¨¦ les da tanta risa a los cronistas de derechas y a los, ucediarios ocurrentes esto de la bicicleta? Por Amsterdam, por Francfurt, por Londres, pasa la r¨¢faga placentera de las bicicletas con hombres que van o vuelven del trabajo, pasa la muchacha rubia todav¨ªa con minifalda y botas de Caperucita, pedaleando en su bicicleta, marginal a los canales y los autom¨®viles, a los barcos de niebla y los barrios de sexo. Incontaminada, incons¨²til, siemprevirgen muchacha en bicicleta, como m¨¢s o menos dir¨ªa Gerardo. ?Yo he sido transparente viajando en bicicleta?, comienza un poema de Leopoldo Panero. Para los poetas del 36, la bicicleta ya no era p¨¦rfida, como para los del 27. Manuel Leguineche, ese gran topo de s¨ª mismo, que lleva un mes en Managua mirando a c¨¢mara lenta la ca¨ªda de Somoza, aliment¨¢ndo se s¨®lo de un bacalao, me dec¨ªa cuando el ¨¦xito electoral de Herri Batasuna:
-Mi trauma antifranquista es que una vez iba cantando en vasco, de chico, en mi bicicleta y un guardia me dio una torta y me baj¨® de la bici.
-Pues peor estoy yo, Manu -le dije-, que adem¨¢s del trauma antifranquista llevo el trauma de no haber tenido jam¨¢s bicicleta.
En la meseta mesetaria triunfalista, ten¨ªan bicicleta los hijos de los invictos, los ni?os- vestidos-de-blanco, unas bicicletas donde se cromaba la ma?ana, con el timbre alto y descarado y un manojo de cintas de colores -supongo que nacionales- para las mitol¨®gicas bicicletas de las ni?as.
Ahora, aquellos ni?os-vestidos-de-blanco, que han llegado a ediles o registradores de algo, que tienen puestos pol¨ªticocatastrales, se mueren de risa cuando Tamames o los ecologistas o alguien habla de implantar en este Madrid pest¨ªfero la transparente bicicleta. Pero qu¨¦ risa, oyes, pero hay que ver qu¨¦ risa, si es que es la monda, como dir¨ªa don Cierva.
Una vez, en Valladolid, Mart¨ªn Descalzo hizo un cine-f¨®rum, ech¨® Ladr¨®n de bicicletas y luego abri¨® coloquio. Cuando todos se hab¨ªan desfogado sobre los contenidos, el mensaje y la cosa del filme de De Sica, yo me levant¨¦ y dije:
-A m¨ª lo que me gusta es el comienzo, el despertar de Roma con un enjambre de bicicletas que van al trabajo.
Era la sinfon¨ªa laboral de las bicicletas. La revista Alegr¨ªa y Descanso, del sindicato ese que hab¨ªa antes, o sea vertical, hablaba de ?la bicicleta y el trabajador?. La bicicleta era el haiga del pobre, pero hace muchos a?os que la creciente y democratizada Europa, viendo venir la invasi¨®n marciana de los autom¨®viles y don Ford III, ha cerrado el c¨ªrculo volviendo a la bicicleta. La muchacha de Zurich o de Amsterdam en bicicleta s¨ª que es una chica emancipada, individual, urgent¨ªsima, dada al narcisismo veloc¨ªpedo de la bicicleta (dicen que estamos en una sociedad de narcisos).
El Ayuntamiento de Arnsterdam, la primera vez que yo estuve, manten¨ªa un gran gajo de bicicletas de uso com¨²n y gratuito, que cada cual dejaba y cog¨ªa a su conveniencia. All¨ª no era posible el latino ladr¨®n de bicicletas. Estaba muy lejos la posguerra. Todo Holanda era, es, una armoniosa bicicleta, ?verdad, Kitty Keuzemkamp? Pero a los del buga les da una risa, pero qu¨¦ risa, esta idea de la bicicleta, oyes, si es que es para morirse de risa.
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