La econom¨ªa, de mal en peor
MIENTRAS LOS ciudadanos -empresarios o trabajadores- esperan el programa econ¨®mico del Gobierno, los hechos que recogen los indicadores son cada vez menos halag¨¹e?os. El empeoramiento se generaliza como si quisiera tratar de demostrar que la deserci¨®n ante los problemas no los resuelve y, en su lugar, los agrava. La liquidez en poder de los bancos aumenta debido principalmente al alza espectacular de los dep¨®sitos a plazo y a las bajas cifras de concesi¨®n de cr¨¦ditos. Los ahorradores prefieren el dinero al contado a la compra de acciones en obligaciones, e incluso a la adquisici¨®n de casas o terrenos. La demanda de cr¨¦dito se tropieza con el examen que hacen los bancos de la situaci¨®n de las empresas y, naturalmente, con la baja coyuntura interior. En definitiva, el dinero se atesora, ante lo que pueda ocurrir y ante la ausencia de expectativas.La encuesta de opiniones empresariales del mes de junio que realiza el Ministerio de Industria muestra una. disminuci¨®n en la cartera de pedidos respecto a todos los meses precedentes del a?o y, al mismo tiempo, un buen aumento en el nivel de existencias, es decir, de bienes producidos y no vendidos. Pero no s¨®lo desciende la demanda de pedidos, sino que tambi¨¦n disminuye la producci¨®n y empeora sus perspectivas para los pr¨®ximos tres meses. Los empresarios desconf¨ªan producir y no poder vender posteriormente. En definitiva, los resultados de la encuesta de junio son los m¨¢s pesimistas en todo el a?o 1979. El menor ritmo de crecimiento en el consumo de energ¨ªa el¨¦ctrica en el segundo trimestre, con respecto al primero, parece confirmar el aumento del pesimismo empresarial.
La peseta tambi¨¦n comienza a experimentar las sacudidas de una menor confianza en la econom¨ªa espa?ola. Los importadores, ante el temor de una pr¨®xima depreciaci¨®n, adquieren divisas a plazo, con las que pagan sus compras previstas, y la cotizaci¨®n de la peseta a tres y seis meses empieza a separarse de la cotizaci¨®n de un d¨®lar igual a 66 pesetas para orientarse hacia niveles de un d¨®lar igual a setenta pesetas. Y sin embargo, no existen razones reales poderosas que justifiquen este r¨¢pido cambio de tendencia. Las exportaciones hasta mayo marchaban a buen ritmo -pese a la revaluaci¨®n de la peseta- y hasta fines de junio se ha mantenido el crecimiento de las reservas. Pero la confianza en la exportaci¨®n espa?ola se debilita y las perspectivas de un crecimiento de los precios m¨¢s r¨¢pido que el de nuestros competidores se traduce en una ca¨ªda de la competitividad de las mercanc¨ªas espa?olas. El mercado, en definitiva, descuenta estos factores y el resultado es una menor confianza en el vigor de la peseta cuando la econom¨ªa espa?ola se enfrenta a la segunda gran crisis del petr¨®leo.
En el terreno laboral incluso el respiro que ha supuesto el entendimiento inicial entre la CEOE y la UGT empieza a disiparse, en parte por la posici¨®n de Comisiones Obreras, que, naturalmente, trata de mantener su hegemon¨ªa e incluso de ganar posiciones. Tampoco el Gobierno ha ayudado mucho. Despu¨¦s del anuncio del 6,5% de aumento de precios m¨¢ximos con el negro nubarr¨®n de los acontecimientos de Ir¨¢n encima de nuestras cabezas, la repercusi¨®n brutal de los precios energ¨¦ticos ha significado, para quien tenga ojos para ver y orejas para o¨ªr, que el Gobierno arrojaba la toalla en su tenaz lucha contra la inflaci¨®n.
En esta coyuntura, y en un clima de fuerte deterioro de confianza acerca de la imaginaci¨®n del Gobierno, los ciudadanos esperan el programa econ¨®mico temiendo que se nos ofrezca un ejercicio de ret¨®rica que s¨®lo contribuya a seguir perdiendo un tiempo necesario y precioso para adoptar las dolorosas decisiones que empiecen a apisonar el fondo de la crisis y permitan construir algo s¨®lido. Se necesita un marco claro de relaciones laborales en el que sea posible orientar el ajuste de las empresas (el miedo al paro, como todos los miedos, traer¨¢ m¨¢s paro); se necesita un sector p¨²blico en el que las empresas estatales, la Administraci¨®n del Estado central o local, la Seguridad Social y un largo etc¨¦tera no sea un permanente ejemplo de esc¨¢ndalo, corrupci¨®n y derroche. Finalmente, se necesita un Gobierno que sea capaz de entender a d¨®nde va y c¨®mo llegar a ese destino. Los tiempos son dif¨ªciles y los empresarios y los trabajadores, en definitiva los ciudadanos de este pa¨ªs, no pueden seguir pagando cheques en blanco a la incompetencia.
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